SERVIAM!.- Aleteia
Fecha Monday, 19 December 2022
Tema 010. Testimonios


A ti que temprano despiertan, a ti que, apenas levantado, besas el suelo con humildad, entregando a Dios tu jornada con esa maravillosa promesa: ¡Serviam! Permíteme, querida alma escogida, que te haga esa sencilla pregunta: ¿Pensaste alguna vez a qué te comprometes a diario con esa palabra: “Serviam” ¿Sí? ¿A quién / a qué vas a servir en ese día que empieza ¿Yo, por lo menos, pensaba que iba a servir a Dios y a las almas –que de cien nos interesan las cien, ¿verdad?

Y me decía que esa Obra, nacida por voluntad divina en tan generoso corazón, era el mejor camino que se me ofrecía para servir. Y brotaba en mi alma una inmensa y ferviente gratitud por haber recibido semejante elección. Fíjate: ¡cofundador! Nada menos. Uno de los primeros en la Región. El panorama era inmenso y enaltecedor: santificarme en medio del mundo, andar libre, gozando de esa preciosa libertad de los hijos de Dios, esparciendo generosamente luz, paz y alegría a mi alrededor, atrayendo otras almas al calor del Opus Dei…

Pasaron algunos años sin que se esfumara la ilusión, alimentada –eso sí– por la cercanía del Sagrario. Nunca me deja de sorprender, hasta hoy, el singular estremecimiento del alma frente a la presencia física del Señor. Qué dulces son esos toques del Amor hecho Hombre cuando se manifiesta en lo más íntimo de nuestro ser…

Hubo mucha alegría también al ver los primeros frutos de la labor apostólica; momentos entrañables en la vida de familia; confidencias intimas con aquel sacerdote mayor (que, desgraciadamente, acabo destrozado, aniquilado, hundido en una profunda depresión). Mentiría si no evocase los desengaños que también conocí: unos menores, otros más importantes. Cada vez me decía que era cuestión de personas: algún que otro, Director o no, que no había encajado bien con el espíritu de la Obra y que iba a por lo suyo. Hasta que, repetidamente, me pidieron mentir, disfrazar, engañar, manipular. Hasta que intentaron obligarme –invocando el buen espíritu– ir en contra de lo que me dictaba mi conciencia. Años después, entendí que ese modo de proceder no era cuestión de personas sino practica institucional, directamente derivada de la personalidad trastornada de un fundador quien se dejó conquistar –como tantos otros– por la sed de poder, la hubris del éxito y el afán de tomar su revancha por las humillaciones recibidas.

Al fin y al cabo, entendí que lo único que tiene relevancia para el Opus Dei es su propio existir, su imagen y su poder. No le importa un ápice lo que puedas pensar o decir, lo que puedan decir o pensar tantos numerari@s cuando cuestionan diversas practicas internas deletereas. Si te atreves a hacerlo, te tildan de soberbio; te acusan de falta de visión sobrenatural; te culpabilizan; te invitan a confesarte; y hasta se burlan de ti. Lo experimenté en carne viva. En definitiva, acabas por comprender que la alternativa es someterte pisoteando tu conciencia o salir. A no ser que te echen. Sin miramientos.

 La verdad es que para el Opus Dei –como sucede en cualquier sistema autocrático– la persona concreta no cuenta para nada ya que para ellos no eres nada ¡Qué engaño pretender que la Obra es una “madre guapa”! Las madres que se comportan así con sus hijos (“Serás digno de mi amor mientras hagas lo que te mando”) no son más que perversas psicópatas. Y no es de extrañar que sus hij@s sufran de trastornos psicológicos agudos como se encuentran tantos en la Obra, acabando para algunos ꟷ¡demasiados!ꟷ en auténtica locura o suicidio. Es entonces cuando brota desde lo más profundo de tu ser, con la fuerza del que quiere salvar su alma, un rotundo y definitivo: “Non serviam!”. No, Señor, ya no quiero servir a esa burbuja de vanidades y engaños.

Cuesta trabajo –y a veces mucho trabajo– reconstruirse. Pero has encontrado el zócalo de tu conciencia que se abre progresivamente a las luces del Espíritu Santo, guiándote en el nuevo camino que emprendes. Y empiezas a respirar de nuevo, asumiendo gozosamente tu libertad en vez de prostituirla por intereses ya ajenos a cualquier inspiración divina como a toda dignidad humana. Así que, permíteme, querida alma escogida, que te vuelva a hacer la misma y sencilla pregunta: ¿A quién /a qué vas realmente a servir hoy?

ALETEIA









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