Sola. Aislada. Poca, muy muy poca cosa. Así me sentí desde la fidelidad, creo. Hasta prácticamente el final. Un trapo sucio. Que no podía hacer todo, por mucho que lo intentara e intentara e intentara: no tenía fuerzas ni las tendría nunca. No conseguía cuadrar la cuenta de gastos: esto me angustiaba. No llegaba puntual a misa: esto me angustiaba. Si llegaba puntual al retiro, algo de arreglo físico iba mal, y recibía una corrección fraterna: esto me angustiaba. Si en la charla se hablaba de alegría, no podía parar de llorar: esto me angustiaba muchísimo.

Un día, después de años (décadas) de repetirlo sistemáticamente, vacié el alma, como siempre: "tengo tentaciones de vocación". Y esta vez no hubo intentos de que recapacitara: "Me alegro de que me lo digas. Llévalo a la oración." Me indigné, igual que cuando me plantearon la vocación. Igual que entonces, sumisa, hice caso. ¡Menos mal! Y con la venia de las y los directores, dejé la Obra. Jurídicamente, se supone (!!!) porque después, aún pasé tiempo consultando como una adolescente qué era adecuado hacer con el hombre que me gustaba. Y luego, me sentí como un trapo sucio, rechazado por Dios: le había dado toda mi vida, desde mi adolescencia, y no le había parecido suficiente.

*** No, no estoy del todo re-hecha. Pero no he vuelto a sentirme sola. Qué curiosísimo me resulta. Y hay gente que me escucha. Ya no me siento profundamente insignificante. Me siento igual que los demás. Ni más ni menos. ¿Para qué escribo? Para los in, o para sacarme el desasosiego de dentro. No, no escribo por venganza. Admiro la bondad de algunas personas de la Obra. Y sigo queriendo de verdad a bastantes.

Ya no siento rabia. No contra las personas. Siento ternura cuando hablo con una mujer joven e ingenua que me cuenta su tristeza por no sentirse escuchada por las directoras. Siento cariño cuando en Misa me encuentro tanta gente que sigue ahí.

Pero tengo que escribir. Escribo por el congreso para redactar los nuevos estatutos. Escribo para que me lea alguien con dos dedos de frente, y con poder. Y pongan remedio. Y no haya más personas-trapos sucios y rotos acurrucados en un rincón. ¡BASTA!

Haced lo que sea necesario para que nadie más viva esa absurda angustia. Os jugáis el alma.

Casiopea

PD: me da la sensación de que este perfil sumiso-triste se ha dado más en la sección de mujeres. ¿Es así?