Yo sólo debería colaborar en algunos pequeños trabajos.- ElyCar
Fecha Wednesday, 17 August 2022
Tema 077. Numerarias auxiliares


Cuando te piden que cuentes cómo fue tu paso por el Opus Dei, te preguntas, ¿por dónde empiezo? Empiezo, pues, por el principio.

Vivía en un pueblito de Entre Ríos, estaba terminando mi primaria.

Ahora puedo entender la preocupación de mis padres, por mi futuro. ¿Qué podían brindarme ellos que, con absoluta responsabilidad habían criado a sus nueve hijos con el sudor de su frente? Nunca nos faltó nada, tampoco nos sobró. Pero dinero para estudios superiores no había, no quedaba otra que salir a trabajar, ¡como hicieron mis hermanos mayores!

Por entonces llegó a mi escuela, la mujer del administrador de una estancia vecina, mamá de cuatro compañeritas. Les conto a las maestras, (quién mejor que ellas para conocer a las niñas y a sus familias) de un instituto en Buenos Aires, que brindaba la posibilidad de hacer el secundario a chicas de escasos recursos. Las maestras, felices de colaborar, les indicaron nuestros domicilios.

¡Como anillo al dedo!

La Sra. habló con mis padres.

La cosa era así: El colegio me brindaba techo, comida y estudio, yo sólo debería colaborar en “algunos trabajitos” como compensación y para cubrir pequeños gastos que tuviera. Ayudar no era un problema, todos ayudábamos en casa.

Me tenía que presentar a comienzos de enero “para ambientarme” y hacer un pequeño curso de nivelación de conocimientos. No me gustó, me perdía las vacaciones, pero era el precio.

Mis padres y yo felices. Bueno, mamá ya comenzaba a llorar mi ausencia, mis hermanos a tratarme con cariño… parece que también empezaban a extrañarme.

El día anterior a presentarnos en el colegio nos vino a buscar la misma señora y partimos al siguiente, tempranito. Éramos dos futuras alumnas que viajábamos. ¡Tan pequeñitas! Las sensaciones eran muchas: un poco de angustia, ilusiones un montón, sueños, los más lindos, gratitud hacia mis papis por confiar en esa señora ¡que les trajo la solución que buscaban! El corazón estrujado, ¡pero valía la pena! Supongo que lo mismo les estaría pasando a nuestros padres. Ahora mismo estoy llorando por ellos y por mí. ¡Qué desprendimiento mis queridos papis!

Llegamos desorientada y maravillada a la vez. Nos asignaron un cuarto y un uniforme. Y así comencé a ganarme el techo, la comida y el estudio… que no llegó hasta marzo.

La “ambientación” que me vendría bien para ir acostumbrándome al nuevo lugar (por la que me perdí días de vacaciones con mi familia), era… ¡trabajar, trabajar, trabajar! Había un montón de hombres de vacaciones y había que ayudar. Ropa, ropa, ropa, máquinas enormes, pilas de platos, parvas de cubiertos, gente corriendo, ruido de máquinas, kilómetros de mesadas; mesas, mesas y más mesas. Yo nunca había ido a un restorán, pero, según lo que escuché, se parecía mucho.

Llegaba exhausta a la noche. Así y todo, tenía tiempo para encontrarme con mi amiga la almohada, que siempre me esperaba para llorar juntas. No se podía hacer otra cosa. Me tenía que aguantar hasta fin de año para ver a mis padres.

Y así empezamos a hacer amigas. Había una que parecía estar a mi servicio, me enseñó a rezar, me invitaba a charlar, me leía libros, me invitaba a misa, me ayudaba a prepararme para la Confesión me conto qué era la tertulia. Y también había una “señorita” que hacía lo mismo que mi compañerita. ¡Dos seres “amorosos” que me hacían la vida más llevadera! Me aprendí la historia del Opus Dei como para recitarla. Éramos carne y uña, como se dice. ¡Inseparables!

Esa fue la introducción al Opus Dei, esa era la foto, el relato, todo maravilloso, toda felicidad, todo alegría, todo comprensión, todo amor.

Hasta que llego la gran propuesta:

 - ¿No te has preguntado si Dios te pide que seas de la Obra?

-De ninguna manera, yo he venido a estudiar, ¡y luego trabajar y ayudar a mis padres! Esa era mi misión aquí en la tierra y también en el cielo.

Después de mi respuesta tuvieron que trabajar duro su cometido de embaucarme y a mis dos amiguitas les huía por igual¡, no tenían otro tema! Y dale con la vocación, con la generosidad, con la salvación de las almas, con la entrega, ¡con el ciento por uno! ¡Que la historia del Opus, que la historia de Nuestro Padre! Si no fuera que mis padres esperaban que yo hiciera el ”secundario” me iría ahora mismo. ¡Ya me sentía perseguida! ¡Ya me estaban cansando!

Hasta que un día la “señorita “me dice: ¿Usted cree que Dios va a ser menos generoso que Ud. si se ocupa de sacar su Obra adelante, como lo hizo “Nuestro Padre”? Usted, aceptando la vocación que Dios le está ofreciendo, va a ser la tarjeta, el tiket de entrada al Cielo… ¡¡de sus padres!! Así que la salvación de mis padres estaba en mis manos. ¡¿Cómo negarme a pedir la admisión en la Obra si el Cielo de mis padres dependía de mí?! ¿Qué otra opción me quedaba?

Conclusión:

Manipulación con mis padres. Manipulación a través de la amistad. Manipulación para que pida la admisión al Opus Dei.

Explotación de la niñez: trabajo duro e intensos, niñas de 12, 13, 14 15, ¡años!

Mentira: Presentarse antes del comienzo del ciclo de clase para ambientarse y nivelar conocimientos.

Amigos, éste fue el comienzo de mi llegada al Opus Dei.

ElyCar

                                                      <<Siguiente>>









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=27372