La Obra
Tienen un inmenso poder, sobre todo económico y educativo. Han sobrevivido un siglo; no será tan sencillo impedir que sobrevivan otro
Autor: Luis Algorry
Tuvo que intervenir mi padre porque aquello era una persecución en toda regla. Mi amigo Pablo y yo (éramos compañeros de clase; andaríamos por los dieciséis años, no más) me convenció para que fuésemos a estudiar juntos a un piso que él conocía, grande y cómodo, en el centro de la ciudad. Buena idea: se estudiaba bien allí. Pero, para mi estupefacción, a las doce del mediodía nos llamaron para que fuésemos a rezar el Ángelus a una sala grande en la que habría, no sé, quince o veinte personas. Yo no entendía gran cosa. Luego volvimos a los libros.
Por poco tiempo, porque al rato me llamó un chaval poco mayor que yo, de ojos ígneos, Javier se llamaba, y me soltó un vibrante discurso sobre Dios y sobre la santidad en la vida diaria y sobre un cura del que yo no había oído hablar en mi vida, el padre Escrivá, que por lo visto era muy santo. Yo aguanté el inesperado (e incomprensible) chaparrón y traté de decir dos o tres cosas, pero era imposible: aquel Javier hablaba sin respirar y casi a la misma velocidad que hoy usan quienes te llaman al móvil para convencerte de que cambies de compañía. Dije que pensaría en todo aquello…
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