Fui alumna del colegio Montealto (cadena Fomento) no hace tantos años. Lo digo por que la experiencia que contaré no es cosa antigua aunque podría parecerlo. Es precisamente por esta razón por la que hago el esfuerzo de escribirlo. Espero que no me identifiquen.
Fui una de tantas que nos enredaron para ir al UNIV. De hecho, lo que contaba para nosotras era un increíble viaje (todo en bus) que sería una fiesta continua con las amigas. A esa edad, en plena adolescencia, ya te puedes imaginar. Digo nos "enredaron" sin rencor, pues lo pasamos a lo grande. Pero visto en perspectiva, como tantos casos y testimonios que leo en vuestra web, cuando se recuerda alguna actuación concreta del pasado una se lleva las manos a la cabeza.
Para resumir, los trayectos de Madrid a Roma y viceversa eran lógicamente largos, muchas horas, días de autocar. No eran sin embargo suficientes para acabar con nuestra inagotable energía y vitalidad. Total, que cuando llegaba la noche, nos daban una pastillita, de hecho, era media pastillita, con la instrucción de que nos la pusiéramos bajo la lengua. Se acompañaba simultáneamente con el inicio por el altavoz del mantra del rosario.
Y, ¡milagro! nos quedábamos al poco rato literalmente en estado de hibernación mística. El menú milagroso se llamaba Orfidal.
Otro detalle, este de otra índole y mucho más reciente. Ocurrió en un funeral de una señora viuda ya mayor, de la obra, al que tuve que asistir representando a una hermana mía. Lógicamente se mencionó a lo largo de la ceremonia al santo fundador en varias ocasiones. Pero en concreto me fijé en la última frase de la homilía del sacerdote, que sería pues uno de ellos:
"...por fin, nuestra hermana gozará de la presencia de nuestro padre y de Dios. Y también del abuelo".
Me llamó la atención el orden: primero "nuestro padre" y después Dios. ¡Ah! no olvidemos al marido de la finada, el abuelo. para rematar los encuentros. Supongo que esa asociación mental que les inducen en vida, "Dios = nuestro padre" o "nuestro padre = Dios" tendrá algo que ver con esos discursos perfectamente ordenados.
Maremoto
