Nos fuimos porque nunca fui(mos) del Opus dei.- CRNUMEROBAJO
Fecha Wednesday, 13 April 2022
Tema 020. Irse de la Obra


El Derecho canónico –y tras él el Papa– parece que se ha empeñado en mostrar que más allá de la manida “colaboración orgánica” con la que nos dio la matraca la prelatura durante años para intentar explicarnos que éramos y más acá de que “nada” cambiaba en cuanto a la luz sobrenatural que alumbró el Opus dei y, con él, el rayo vocacional de cada uno... nunca fuimos nada.

No éramos monjes, ni monjas, terciarios ni cuaternarios. Ni clérigos, claro. No éramos hermanos y hermanas religiosos seculares ni regulares. Votábamos y botábamos, pero no teníamos votos (ocasionalmente sí alguna bota de calzado y raramente de vino). Tampoco éramos...



laicos normales y corrientes (los hechos desmienten una y otra vez esta pretensión); aunque sí ciudadanos normales y corrientes. ¿Si? Veamos: ¿éramos hermanos y/o hermanas corrientes y molientes de nuestros verdaderos hermanos de lazo humano?, ¿éramos hijos “normales” de nuestros padres? No lo parece, pues tras el (falsamente aducido) “dulcísimo precepto” teníamos vetado, de manera discrecional, la asistencia normal a cualquier evento familiar (o el rechazo completo por nuestra propia voluntad).

Cuando íbamos de tiendas juntos –cosa quizá más frecuente entre numerarias y agregadas; pero paulatinamente infrecuente entre numerarios y agregados–: ¿Qué éramos? Una cosa rara, al menos en los países hispanoparlantes donde dos hombres más o menos maduros –menos en el caso de jóvenes tardo-adolescentes– acompañándose a comprar… no digamos ya opinando sobre el color de la ropa que el otro quería comprar, era raro, raruno… En los países anglosajones, donde todo es más libre y ser single es algo más normal, pues quizá eso se diluía. Pero no creo; más bien podrían parecer dos gays más o menos discretos y pausados.

¿Éramos, acaso, amigos que se encuentran para comprar o para tomar algo? Tal y como se ha dicho en varias entradas de esta web, no. No éramos ni podíamos ser “amigos”, aunque desde afuera hubiera esa apariencia. Totalmente falsa.

¿Qué éramos ante el médico “de familia” u otro si no era “de casa”? ¿O ante las autoridades fiscales, civiles o militares? ¿La pareja de? ¿De qué/quién, de hecho, de derecho, de la Guardia civil? ¿Marido-macho y Esposa-macho? (¿Esposa-hembra y Marido-hembra?) (¿Progenitor A y Progenitor B? ¿sin progenie?).

Intentar explicar el profundo lazo sobrenatural que nos unía era tan raro como explicar qué era una Prelatura personal recién establecida a un Sargento de guardia, cuyo acuartelamiento limítrofe a un insigne centro del Opus en Madrid, que achacaba el ruido de las cámaras frigoríficas que “debía proceder de la casa de los frailes esos…”.

Single era un término adecuado. Single by God’s grace. Pero esta versión no circuló mucho, supongo que debido a la prohibición de los Single Malt que impuso Del Portillo.

Célibe era una mera realidad psicofísica; pero no se sustentaba en ninguna forma jurídico-formal ni veste que lo mostrara (salvo los clérigos), así que tampoco podía ir a ningún lado. Y por eso no servía más que como una suerte de “consecuencia” del régimen “canónico” creído. Además consecuencia secundaria en la doctrina del Opus, pues vinculaba el innato ser y capacidad sexual humana -algo naturalmente primario-, a algo que quedaba “en ese tercer o cuarto plano” (cuando, en realidad, todos sabíamos que el tema sexual, al menos entre numerarios, estaba casi siempre en el primer plano de la confidencia, de un modo u otro).

Lo que éramos -y es- era un cúmulo de personas a las que se ha impuesto una creencia-régimen totalmente extravagante que, ahora, recibe la puntilla: ni eran ni son nada más que asociados civiles a una institución eclesiástica. Ya verán como lo explican (lo conseguirán).

O, mejor dicho, son solo lo que cada uno quiera creer que es; pues eso es esa "vocación" –no me atrevo a decirlo de otras-: una auto-imposición voluntarista, cuasi-pelagiana, formalista y externa, por más que se tiña de una profunda y tierna filiación, estructurada del modo en que dice y establece la nomenklatura romana (y sus komisariatos territoriales). En cuanto lo piensas… o te vas o dejas de creer, o ambas cosas.

Por eso animo a quien quiera dejarlo a que desdramatice la alida. Coge un día la puerta y se vá. Ya está. Es posible (lo era antes) y ahora es más posible. Y es como dejar de fumar, se gana en todo; especialmente en pensar que no hay que aceptar como auto-impuesta ninguna obligación opusística de las muchas que eran, son y serán. Pasas a ser libre, a ser feliz, a ser normal y corriente (o anormal y corriente según te guste ser), a ser lo que tú quieras –y puedas- ser; y no lo que te impongan ser bajo un título que nada es y nada significa.

CRNUMEROBAJO







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