El efecto mariposa.- Hondo
Fecha Friday, 14 January 2022
Tema 030. Adolescentes y jóvenes



EL EFECTO MARIPOSA

Es muy posible que conozcáis la película “El efecto mariposa” (2004). Yo la vi después de salir de la empresa sobrenatural. Entonces no me pareció gran cosa: entretenida y poco más. Sin embargo, últimamente me ha vuelto a la memoria y me ha hecho pensar. Para quien no la haya visto, va un resumen que saqué de una página de cine “muy recomendable”:

“A Evan Treborn le pasa algo muy, pero que muy raro. Tiene una especie de agujeros en la memoria, hay recuerdos de su vida que, sencillamente, parece como si nunca hubieran existido. Lo que sí sabe es que esa cadena de sucesos traumáticos ha dado como resultado una vida infeliz. Pero ahora, como por arte de magia, es capaz de retroceder en el tiempo a esos recuerdos borrados y cambiar las cosas: un pequeño desvío en lo que hasta entonces era su rumbo vital, puede tener increíbles efectos en su nuevo futuro. Ya se sabe, el famoso ‘efecto mariposa’ de la teoría del caos, que asevera que ‘el simple aleteo de una mariposa en determinado lugar puede desencadenar un huracán en el punto opuesto del planeta’.

Es un poco el juego de este escrito: Qué hubiese pasado si…



------------

-Tengo catorce años. Estoy en el colegio y un chico me busca en el recreo. Me lo cruzo varias veces, me saluda, me da charla. Se llama Francisco. Estamos en el mismo año, pero en diferentes aulas. No me cae mal, pero no somos amigos. Tampoco pienso nada extraño de su repentino interés por mí. Ninguna alarma se enciende. Un día me invita a asistir a una meditación. A mí eso me suena a budismo, pero me aclara que la da un sacerdote católico y que seguramente me va a gustar.

 (¡Espera, Hondo! ¡No vayas! ¡Dile que no te interesa y toda tu historia cambiará!)

------------

-Voy al centro. Vaya mansión. Hay bastante gente. Un joven se acerca a saludarme exageradamente alegre. Debe tener más de veinte años. ¿Qué interés puede tener en mí? Asisto a la meditación de Don Traca. No me parece muy diferente al sermón del cura de mi parroquia. Hay bendición con el Santísimo. No me sé las canciones.

Al salir, el universitario (se llama José Carlos) viene por mí. Mi compañero Francisco anda por allí, pero se ha desentendido por completo de mí. En una salita, José me habla. ¿Has pensado en ser santo? ¿Cómo va tu presencia de Dios? ¿Qué tal tu apostolado? Nadie me ha preguntado esas cosas antes. No me sé las respuestas.

José Carlos me dice que lo que yo necesito es ir al próximo curso de retiro, que es indispensable que vaya. Que quedan pocos lugares. Mi radar emocional no me ayuda. No me alarmo.

Al volver a casa les digo a mis padres que quiero (¿quiero? ¿en serio?) ir a un retiro espiritual. A mis padres les sorprende un poco el plan. Vamos los domingos a Misa, pero hay toda una historia anticlerical en mi familia. Papá me dice: “Mira, Hondo, me parece que ese tipo de actividades es para cuando seas un poco mayor”.

Al día siguiente llama por teléfono mi compañero Francisco y atiende mi mamá. Cuando cojo el auricular, Francisco me pasa con José Carlos: “¿Y, ya te has decidido? Te quedarás sin sitio. No te lo vayas a perder. Mira, haremos una cosa: te anotaré para reservarte lugar.

 (¡Hondo, no vayas! ¡Tiene razón tu padre! ¿No te das cuenta de que te están presionando? ¿Qué es eso de que ese tipo te haga llamar a través de otro? ¿O de que por las dudas ya estás anotado? Diles que no vas a ir y te aseguro que toda tu historia cambiará).

------------

-Estamos en una pausa en el curso de retiro. No la paso mal. Me hago amigo de uno de mis compañeros de habitación, que me cae muy bien. Se llama Ramiro y, como yo, es nuevo en el ambiente del centro. Tiene mi edad, pero su madurez me fascina. Aunque hay que hacer silencio, nos las ingeniamos para escabullirnos y conversar en un rincón del parque. Sus padres están pasando una mala época. Le digo que voy a rezar para que resuelvan esos problemas. Su respuesta me sorprende: “Tal vez sea mejor que se separen”.

José Carlos ha salido a patrullar y nos sorprende. A partir de allí nos marca de cerca. “Hay que hacer silencio para escuchar al Espíritu Santo.”, me dice. Pido perdón.

En otra pausa, José Carlos me busca. Parece que él sí puede hablar conmigo todo lo que quiera sin hacer interferencia al Espíritu Santo.

Me pregunta: “Si Dios te pidiera la vida entera, ¿Qué le dirías?” Le diría que sí, respondo sin entusiasmo. No me doy cuenta de que han extendido un cheque en blanco y que solo les falta mi firma.

El sábado a la tarde hay una meditación volcánica sobre entrega. Parece que me estuviesen hablando a mí. ¿Esa es la voz del Espíritu Santo?

El domingo José Carlos vuelve a buscarme. Ha visto que tengo vocación. No hay dudas: lo ha visto en la oración, Dios me llama al Opus Dei. Me dice que el primer paso será asistir a un círculo y empezar a confesarme con Don Traca. También me dice que no le cuente nada de esto a mis padres.

De vuelta al centro, tengo una última conversación con Ramiro. "¿Nos vemos en el círculo?". Sonríe y me dice que no, que no vendrá más. Me abraza como quien se va de viaje al Polo Norte y al oído me susurra: “Cuídate mucho, Hondo, que no te atrapen”. Me desconcierta su consejo.

 (¡Hondo, dile a José Carlos que, si él ha visto tu vocación, tú no has visto nada! ¡Nada de nada! ¿Cómo que no le cuentes a tus padres? ¿Qué es eso? ¡Habla con ellos hoy mismo! Te aconsejarán bien. ¿Círculo? ¿Confesarte con Don Traca? Ya tienes clases de religión en tu colegio, ya te confiesas allí cuando te hace falta. ¡No pierdas contacto con Ramiro! Pregúntale qué te ha querido decir con eso de que no te atrapen. Hazlo y toda tu historia cambiará).

------------

-Tengo catorce años y medio. Estoy en Dirección. Me han dado una pluma y una hoja en blanco. Me han dicho lo que tengo que escribir.

Me pregunto qué habrá sido de Francisco al que ya no veo más en el centro. Lo he visto un par de veces en el patio de mi colegio, pero ni siquiera me ha saludado.

Tengo la cabeza como un bombo. Tanto el director como José Carlos y Don Traca han visto mi vocación “grande como un castillo”. Todos en el centro me sonríen y me tratan bien. Finalmente escribo con la mejor letra posible la carta y después de firmar, le aviso al director.

Llaman a José Carlos y a algunos más. Todos me felicitan. Hay chocolates. Ahora soy uno de ellos. “Ni una palabra a tus padres”, me recuerda el director. Le digo que no diré nada.

Vuelvo a casa. Estoy pálido. Mi mamá me pregunta si me siento bien. Digo que sí, pero a ella no la puedo engañar. Cuando ya estoy acostado, entra en mi dormitorio. “Hondo, ¿Qué te pasa?” Le digo que estoy un poco cansado, pero que ya se me pasará. Me da un beso en la mejilla, preocupada, me acaricia el pelo y se va.

 (¡Hondo, habla con tu madre! ¿Cómo no vas a confiar en ella? Habla, hombre. Ten valor. No dudes, tus padres te quieren -no tienes dudas de ello- y te ayudarán a salir de este absurdo embrollo. Eres un niño. Ni siquiera sabes si quieres ser médico, arquitecto o bombero. Toda esa ceremonia (la carta, las visiones de vocaciones como castillos…) ha sido un engaño. Habla con ella y serás libre. Y toda tu historia cambiará…

-------------

-Ahora tengo que ir al centro todos los días. Cuando no es para hacer la confidencia es para que me den una charla del B10, para cumplir un encargo, hacer arreglos o asistir a un círculo al que van algunos de mis amigos. Me han hecho hacer una lista de los más selectos. Me gustaría anotar a Ramiro, pero me dicen que no, que él tiene una vida complicada, vamos, que no es valioso. Lo acepto, el mismo Ramiro me ha dicho que no quería saber nada. Pero lo de que Ramiro no es valioso no me cuadra.

En la charla del B10 me hablan de perseverancia. El que me da las charlas es Juan Miguel, un estudiante de abogacía con bigotes. “El que pone la mano en el arado… Judas… El joven rico…”.

Me cuenta sobre uno que era de la Obra, pero no fue fiel, descuidó el corazón, se enamoró de una chica y perdió la vocación. La chica ahora es una gorda histérica que le hace la vida insoportable. A veces el desgraciado viene por el centro, va al oratorio y llora desconsoladamente pero ya no hay nada que hacer. Historias como esa me hacen temblar.

Me entero que existen los de la Obra que sí se casan. Cuando pregunto por esa opción, que me resulta atractiva, me dicen que es para gente muy mayor y que como los directores “vieron” que mi vocación es la de numerario, no hay otras opciones para mí.

Otro día me entero de que el resto de mi vida usaré dos horas el cilicio. Al principio creo que es una broma. No lo es. Y hay más, las disciplinas, y dormir en el suelo… Al parecer, todo eso estaba en la letra chica del contrato. Eso y muchísimas cosas más de las que me iré enterando con el tiempo.

Me confieso cada semana con Don Traca. Antes mis confesiones eran simples: alguna mentira, la pereza para ayudar en casa o para rezar, alguna travesura en el colegio; ahora estoy abrumado por mis omisiones.

Mi hoja de normas está llena de espacios vacíos. El examen particular no me sale. La cuenta de gastos no me sale. La lista de mortificaciones pequeñas tampoco. Ya quemé a todos mis amigos fáciles y ahora me cuesta traer gente a los medios de formación. Soy poco proselitista. Soy soberbio. No soy entregado. No soy alegre.

A Misa voy con mis padres. Un domingo, antes de ir a la iglesia, curioseo el periódico. Trae un suplemento de modas. En la contratapa, hay una propaganda donde aparece una hermosa muchacha en bikini. Por un momento, quedo hipnotizado mirando esa belleza. Reacciono. ¿Qué hice? ¿Miré demasiado? ¿Estoy en pecado mortal?

Mientras el párroco celebra la Misa, otro sacerdote está en el confesonario. Lo conozco, es el padre Agustín, un hombre bueno. Podría ir y confesarme con él, así comulgaría en paz. Pero eso lo tengo prohibido. Lo tengo claro, me lo explicó Juan Miguel. No puedo ir al mal pastor

 (¡Hondo, ve y habla ya con el padre Agustín! Dile lo de la muchacha con bikini, si quieres, pero desahoga tu alma con él. Te aconsejará bien. ¡Te hará ver que lo que están haciendo contigo está MAL! ¡Habla con él y tu historia cambiará!

-----------

-Se acerca la admisión. Pero ya no quiero seguir. Tomo coraje y se lo digo a José Carlos. Se sonríe. “Hondo, la vocación no se toca”. Yo no sé cómo argumentar, porque él ha visto que tengo vocación como un castillo.

Que yo no lo vea, confirma que tengo que dejarme guiar. Que me dé miedo, confirma que tengo vocación. Que yo sufra, confirma que es la Cruz que debo tomar para seguir a Cristo. Que me sienta sin fuerzas, confirma que debo rezar más. Y me voy al oratorio a leer unos escritos del Fundador, de esos que te hunden en la angustia.

Como me dijo José Carlos, voy a confesarme con Don Traca de mis dudas de vocación. "Esto sí es serio", dice Don Traca, quien remacha el clavo: “La salvación de tus padres depende de tu fidelidad a la vocación”.

 (¡Hondo, vete ya! Ni siquiera has hecho la admisión -lo que sea que eso signifique- así que vete a tu casa, habla con tus padres, habla con el párroco, con el padre Agustín… ¡No estás traicionando a nadie, criatura! ¡Te están engañando! ¡Dios no es un empleado del Opus! ¡Sal de ahí y toda tu historia cambiará!)

------------

Si pudiera volver a ser ese niño (me resisto a aceptar que a los 14 años yo tuviese vocación de nada) y la Obra hubiese jugado limpio, mi camino habría sido diferente. ¿Mejor, peor? Eso un misterio.

Sé que estas consideraciones ahora no sirven de nada y hasta pueden resultar un poco tóxicas. Por eso me detengo aquí.

Tardé años en irme. Décadas. Don Traca ya falleció. Tanto José Carlos como Juan Miguel se fueron de la Obra mucho antes que yo.

Gracias a Facebook pude volver a hacer contacto con Ramiro. Se acordaba perfectamente de aquel abrazo.

¿Qué hubiera pasado si aún siguiese dentro? Algunas veces, cuando tengo malos sueños, sigo allí... hasta que tomo conciencia de que eso ya pasó y me despierto aliviado.

Bueno, ya está bien. Este juego inútil de suposiciones se termina aquí. Y es que, como escribió Kierkegaard, “La vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante”

 HONDO







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=27023