Sólo basta pensar un poco, sólo pensar.- Antonio Moya Somolinos
Fecha Friday, 03 December 2021
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Recientemente, el pasado 29 de noviembre, el Papa ha recibido a Ocariz-Fazio en el Vaticano. Es la visita anual que el prelado de la prelatura personal de la Santa Cruz y presidente general del Opus Dei hace al Papa según está establecido en los estatutos de dicha prelatura. La anterior, salvo que se haya ocultado alguna otra posterior, fue el 30 de enero de 2020.

La duración ha sido de media hora, no más. La página web de la prelatura se ha hecho eco de la misma y ha recogido la expresión del Papa “que todos estén en la calle haciendo apostolado”...



La referencia a dicha visita en la web de la prelatura es muy escueta, con ideas generales que no aportan nada. Alusión al “proceso de simplificación de estructuras organizativas para mejorar el impulso y la coordinación de las labores apostólicas”, lo cual es un puro eufemismo que todo el mundo menos ellos traduce por contracción ante la fuga de gente y la no-llegada de “vocaciones” imparable que está sufriendo dicha organización desde hace pocos años.

Cualquiera que piense un poco, aunque solo sea un poco, se preguntará de qué hablaron en esa media hora. Probablemente, en esa guardería de adultos que es el Opus Dei, la mayoría pensará que Ocáriz y Fazio se han dedicado durante ese tiempo a contarle anecdotillas ñoñas al Papa, parecidas a las que un director/directora de delegación o de comisión cuenta ante un grupo de numerarios cuando va a comer a su centro o cuando se presenta de invitado en un curso anual o convivencia.

Ante esa frase del Papa no habrá quien deje de comentar “qué bien nos entiende el Papa”, o alegrarse de estar en la misma sintonía que el “dulce Cristo en la Tierra”.

A juzgar por las fotografías que se ven en dicho artículo en donde Ocáriz y el Papa se dan un abrazo (quiero hacer notar que es un abrazo quasi litúrgico, no un abrazo de los que nos damos quienes nos queremos), los de la guardería de adultos pensarán que todo va bien, que el Papa está contento con el Opus, etc., etc.

Quizá no se les habrá ocurrido pensar en la denuncia ante la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe interpuesta el pasado 7 de setiembre por 42 exnumerarias auxiliares argentinas, por trato degradante, contra el Opus Dei.

Quizá tampoco piensen en que las promociones de curas del Opus en los últimos años han pasado a ser sucesivamente de 36, 31, 29, 27 y la próxima de 24. O que se están cerrando centros de estudios por la sencilla razón de que no pita nadie. O que las numerarias auxiliares son algo parecido a los rinocerontes de África, en clara extinción, o que en determinados países de Europa se les está estrechando el cerco por prácticas en contra de los más elementales derechos humanos, o que los curas incardinados en la prelatura que pasan a incardinarse como sacerdotes diocesanos en diversas diócesis son cada vez más, o que el envejecimiento generalizado de numerarios y curas numerarios empieza a ser un problema serio sobre todo cuando pierden la cabeza o empiezan a padecer incapacidades que precisan de la atención de otros, hasta el extremo de que actualmente hay centros bloqueados en donde los incapacitados por edad son mayoría.

Los chicos de esa guardería de adultos probablemente nunca han leído los estatutos de la prelatura, y en consecuencia no pensarán ni por asomo que en esa media hora de audiencia se haya tratado de esos estatutos y de su reforma. No se les habrá pasado por la cabeza que cuando el Papa ha hablado de “cambios”, obviamente se refiere a los estatutos, por muy “santos, perpetuos e inviolables” que dijera san Josemaría que son.

En mis tiempos, cuando preguntábamos a algún director de la comisión o del consejo cómo estaba “el Padre”, siempre se nos decía que “el Padre está muy bien”. Curiosamente, a los pocos días moría el Padre. Esto pasó tanto con san Josemaría como con Álvaro del Portillo. Tiempo después, leyendo sus biografías nos enteramos de que tanto uno como otro, en los días o meses anteriores a su muerte estaban fatal de salud.

En esta guardería de adultos que es el Opus Dei siempre se les repite a los que están abajo que “estén muy unidos al Padre”, pero curiosamente nunca los directores están unidos a los miembros de la base, nunca tienen transparencia ante ellos, nunca les dicen la verdad. Quizá por ello el Papa también ha pedido a Ocáriz-Fazio en esa audiencia que “difundan por el mundo el espíritu de veracidad, para hacer frente a la superficialidad y a las faltas de justicia que reinan en las relaciones sociales”. Por supuesto que en esa guardería de adultos ni se les habrá ocurrido pensar que el Papa le haya pedido a Ocáriz-Fazio que digan la verdad a los del Opus, a los suyos.

La falta de transparencia con las bases es una constante de quienes ejercen cualquier tipo de poder, ya sea de una organización política o eclesiástica o del tipo que sea. Es una corrupción aparejada con el ejercicio del poder. “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”, típica expresión del Despotismo Ilustrado que en mayor o menor medida es aplicable a todo aquel que pierde la cabeza en el ejercicio del poder hasta el punto de dejar de ver que su función se justifica por el servicio que ejerce desde ese poder.

¿De qué hablaron Ocáriz y Fazio con el Papa el pasado 29 de noviembre?

No lo sé, pero sí sé que no hablaron de los peces de colores, porque al menos el Papa no está para perder el tiempo de esa manera.

Como en el Opus está muy mal visto el “espíritu crítico”, la alternativa es seguir siendo borreguitos, o en el mejor de los casos, como dice esa historia ñoña del borrico de noria, tan reiterada y meditada por los de esa guardería de adultos, seguir con unas anteojeras y con fe ciega en los directores, “de donde viene la voluntad de Dios”.

Claro que, cuando llegue el batacazo – que no tardará mucho – quizá Ocáriz y Fazio tendrán que dar alguna explicación acerca de cosas que han ido ocultando a sus seguidores durante tanto tiempo y tendrán que reconocer que el rey estaba desnudo.

A mí, Ocáriz y Fazio me recuerdan a esa banda de violinistas que tocaban sus instrumentos mientras el Titanic se hundía como si nada ocurriese. Cada vez le doy más gracias a Dios por haberme largado a tiempo de esa secta.

Antonio Moya Somolinos.

 







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