Parece que es pero no es: el club social de los supernumerarios.- Datos
Fecha Friday, 13 August 2021
Tema 078. Supernumerarios_as



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7. Parece que es pero no es: el club social de los supernumerarios. 

 

No hay color entre vivir en tu propia casa, con tu familia, o vivir en un centro. Me refiero a los centros del Opus Dei para las bases, de gente célibe, hombres y mujeres, casi todos miembros de la asociación Opus Dei. Los que pertenecen a la Prelatura viven en otros centros, de tipo top-ten-premium-max y su vida es otra historia. Estos últimos gozan de servicio doméstico de primera, gran libertad de movimientos, poca vigilancia y tienen multitud de recursos a su disposición. Además, no trabajan en algo digno de tal nombre. Pero tienen un activismo encomiable, lleno de viajes constantes en medios de transporte de lujo, de reuniones, comidas, visitas y deporte. Mucho golf, tenis y pádel. Vamos, que no dan un palo al agua lo mires por donde lo mires….



Pero volvamos a las bases, los que pertenecen a la asociación Opus Dei. No hay color entre ser un asociado casado o un asociado célibe. Para los casados (supernumerarios), el Opus Dei es como un club social con la mecánica propia de los clubes sociales. Pagan una cuota mensual (la aportación), que según sea su cuantía les da derecho a disfrutar más o menos de los beneficios del club. Los que más aportan desarrollan más actividad social, conocen a gente de más relumbrón, van a mejores casas de retiro y convivencias, se les permite más excepciones, veranean en la playa y en otros sitios prohibidos, se les da menos la brasa con que lleven a sus hijos a los clubes juveniles, tienen más trato con miembros de la Prelatura y se les recomienda que compren coches que no desdigan del cargo y posición que ocupan (Bmw, Audi, Volvo y Mercedes).  

 

Los que pagan cuotas más bajas (porque eso es la aportación la llamen como la llamen, una cuota por pertenecer a un club social) van a peores casas de retiro y convivencias, apenas desarrollan relaciones sociales interesantes, se les piden tropecientos mil hijos para que vayan a los clubes, se les aconseja que compren coches más baratos (lo he visto con Renault/Dacia: “me lo han recomendado”, me dijo un supernumerario hace tiempo), llevan a sus hijos a peores colegios, no tienen trato de amistad con directores y prelaturianos. Esto hace que haya gente que den aportaciones por encima de sus posibilidades. Es el caso que hemos visto contar en tantas tertulias al fundador y a los prelados: supernumerarios generosos los llaman. Yo los llamo supernumerarios insensatos, que por dar una imagen rumbosa con la Prelatura, hipotecan su futuro y el de sus hijos. Luego hay lágrimas y rechinar de dientes cuando las cosas se tuercen en lo económico y no tienen ahorros ni reservas, porque se lo han dado todo a la Prelatura. Pero esos casos se silencian. No se habla de ellos. No existen.

 

Ser supernumerario/a, antes y ahora, es formar parte de un club social. Así lo ven y lo sienten muchos de ellos, que se dan de alta y de baja sin conocer muy bien las reglas del club. Para ellos, ser del Opus no tiene mayor trascendencia que ser del club de tenis del barrio. Algunos lectores de OPUSLIBROS podrán argumentar y dar datos en contra de esta afirmación diciendo que conocen casos de supernumerarios/as que se han dejado el pellejo por la asociación Opus Dei, que han dado la vida, su dinero y sus hijos. Pues entonces estamos en el caso que he descrito anteriormente, el de personas sobreimplicadas en exceso, que bien por dar esa imagen de sobreentrega o bien por un fanatismo adquirido por poca inteligencia y poco seso, se han jugado su felicidad y la de sus familias en favor del Opus Dei. Pues lo siento por ellos, han gastado sus energías, tiempo y dinero en una empresa humana, en un mero club social, por mucho que pronuncien y conjuguen la palabra Dios y la palabra cielo. 

 

Esos supernumerarios/as, en especial esos fanáticos o sobreimplicados, llegaban a sus casas, se tomaban tres guiskazos y adiós muy buenas. Pueden desconectar durante el periodo que quieran en la intimidad de su hogar. Lo duro es no tener auténtica casa a la que llegar, un hogar, como les pasa a los célibes de la base que viven en los centros normalitos, sean de San Rafael o de mayores. Esos numerarios/as o agregados/as que llegan a una residencia que no es su casa, en la que no pueden ponerse en zapatillas o ropa cómoda y en la que tienen que seguir con el mismo teatro, bajo vigilancia, un día sí y otro también. Día y noche sin desconectar. Sin fines de semana para desconectar. Del curro al centro (o residencia de agregados) y del centro al curro. Sin familia, sin amigos. No me extraña que intenten encapsularse en sus habitaciones y que lleguen sin ganas o buscándose compensaciones. ESO NO ES UN CLUB SOCIAL. Eso es el infierno en la tierra. Tampoco me extraña que estén tan empastillados.

 

Muchos supernumerarios y supernumerarias, la gran mayoría a excepción de los fanatizados, llegan a sus casas, auténticos hogares, y dejan todo el rollo del Opus Dei como quien cuelga una chaqueta del armario. Vuelven a sus vidas de siempre, con sus familias y su trabajo. Muchas veces esta vida es muy dura, pero es llevadera con el cariño de los que te rodean, de tu mujer o tu marido, de tus hijos, de los verdaderos amigos y familiares. Nada de eso tienen los célibes que viven en los centros, ni amor ni cariño por ningún lado, solo vigilancia continua, envidias, rarezas, problemas y dimes y diretes. Si algún célibe no ha sentido esto en un centro es porque no ha vivido lo estipulado y ha tenido un amor, una amistad particular, una relación prohibida por los directores y prelaturianos. 

 

Es un curioso caso el de los supernumerarios/as fanatizados, una minoría siempre en el club social. A algunos de ellos, como les es del todo imposible dar aportaciones económicas generosas, de las que les abrirían de par en par las puertas a los altos estamentos del club social, se ponen como meta dar algún hijo sacerdote a la Prelatura, y alguna o varias hijas para que sean numerarias sirvientas. Es como pagar la cuota generosa en especie, entregándoles sus hijos en forma de los miembros más valiosos. Pero incluso ni con esas. El club social es muy clasista, y si los orígenes de estos supernumerarios/as son humildes en lo económico, pues humildes se quedan y no consiguen codearse con esa élite que sí tiene acceso a la comisión/asesoría y quedan a jugar al golf-tenis-pádel con el consiliario o con los directores de la comisión como quien va a dar un paseo por un lugar cercano. No sé qué actividades harán las supernumerarias de alta posición económica del club social, supongo que encuentros y reuniones más o menos elitistas. Lo mismo que los hombres, con alguna pequeña variación en el tipo de actividad o de deporte realizado. Lo importante es ese enfoque de club social dividido en clases que hemos comentado. 

 

Por eso, en el club social de los supernumerarios, es importantísima la imagen que das y lo que los demás piensen de ti. Esto condiciona la posición que ocupas dentro de su organización. Si quieres prosperar y subir de categoría, hay que dar siempre la imagen de que se es feliz, de que se vive lo estipulado, de que te va bien en lo económico (corroborado con una buena aportación) y de que tus hijos se educan en los colegios y en los clubes. Lo importante es la imagen que se da. La realidad puede ir por otro camino, la verdad ser otra. Pero como me dijo hace tiempo una supernumeraria, si algo lo parece, entonces es que lo es. Así se funciona. Como con todo. Lo importante es la apariencia de paz y felicidad familiar. Lo importante es la apariencia de felicidad personal, la apariencia de prosperar en lo económico, la apariencia de que los hijos hacen lo debido. Todo apariencia. Muy poca substancia y realidad. ¡Qué pena de club social!

 

Un abrazo a todos y todas

 

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