Dándole vueltas a mi no larga historia en el Opus Dei, me he convencido de que “el gran truco”, la gran manipulación de la que su fundador se valió para hacerlo crecer, fue el de la vocación “prêt-à-porter”, la inducida e impuesta por medio del “apostolado (puro y duro proselitismo) de la (falsa) amistad”.

Tal “vocación”, que él se permitía llamar “divina”, para nada surgía del supuesto “vocado”, ponía a éste ante las propias puertas del infierno si no se subía a su barca. La inducción de tal “vocación” (el famoso “paquete”), la delegó luego en sus seguidores, bastantes de los cuales, tras embarcar a otros, se bajaron poco después de la famosa embarcación, uniéndose a los ya condenados al “rejalgar” con que la caridad del patrón de la barca (“heroica” como todas sus virtudes) los maldijo para el resto de sus vidas, como el histérico y poseso chamán de un pueblo primitivo, y no como un ministro de Jesucristo Nuestro Señor. Dios se lo haya perdonado, como tantos hemos hecho.

Pepito