De hace un siglo.- Pepe
Fecha Friday, 11 June 2021
Tema 077. Numerarias auxiliares


En mi modesta opinión, ese flagrante problema de las NAX tiene su raíz en la miopía histórica y social de Escrivá, un “buen cura”  -y no más- de la España de los años 20 de hace un siglo, y hasta muchos años después. Por entonces, era una realidad indiscutida la de la diferencia “amo/criado”. Yo la viví en casa de mis padres, buenas personas y buenos cristianos de clase media alta, y sobre todo en la de mi abuela, una auténtica matriarca. Los muchos criados y criadas que por ella pasaron fueron siempre tratados con humanidad y caridad cristiana, aunque siempre guardando las distancias. Alguno/a alcanzaron un grado de confianza y afecto de sus amos que los llevó a merecer la encomienda de la casa mientras ellos viajaban a Ultramar, o a recibir como premio en vida de su “ama” la casa en que vivían y siguen viviendo sus descendientes. Ahora bien, aunque, como digo, la distinción se mantuvo siempre, los tiempos cambiaron: los hijos de los criados se buscaron una mejor vida en otra parte, y aquello se acabó.

 

Sin embargo, Escrivá parecía creer que aquellas categorías eran y serían eternas; que había hombres y, sobre todo, mujeres obligados por el Destino, o por el mismo Dios, a ser “criados” o “chachas” durante toda su vida; y elevó esa idea a la condición de “vocación divina” -una más entre las “prèt-à-porter” que a mansalva adjudicaba. Era aquello de que “la Obra no mueve a nadie del lugar en que lo ha puesto Dios”, algo que a muchos nos pareció incoherente cuando, por ejemplo, hizo que Javier Cotelo dejara su carrera de arquitecto para convertirse en chófer de aquel vistoso Mercedes en que viajaba (además, el tener un chófer arquitecto también contaba para impresionar a los prelados, a menudo bastante aldeanos, a los que frecuentaba).

 

Y concluyo ya: esas beneméritas NAX, presentes y pasadas, son producto y víctimas de la congénita megalomanía de Escrivá. Dicen que en un principio quedó deslumbrado por la fina y sumisa servidumbre que había visto en la casa de Neguri de su protectora doña Carito McMahon, cuando en ella lo introdujo su hijo Pedro Ibarra, amigo de Pedro Casciaro en el Burgos de la Guerra. El buen cura creía que la de la servidumbre podía ser, nada menos, una “vocación divina”, y además útil y barata. Así, pues, a fregar, a rezar y a callar la boca.


Pepito









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