Varias cosas.- Antonio Moya Somolinos
Fecha Monday, 07 June 2021
Tema 010. Testimonios


El otro día recibí un whatsapp de una amiga mía, exnumeraria como yo, en el que me preguntaba si seguía vivo, ya que hace unas cuantas semanas que no sabe de mí en OpusLibros. Le aclaré que sigo vivo y además en este planeta, lo que pasa es que la vida de jubilado, hoy día, es de todo menos ociosa, y no solo porque me dedique a las labores propias de mi sexo (bricolage del hogar, llevar la basura, tener a punto todos los artilugios electrónicos que hoy día tienen las casas, gestionar un nuevo contrato de electricidad, habida cuenta del revuelo ocasionado por las tarifas eléctricas, etc.), sino porque estar jubilado permite una mayor disponibilidad para la vida social y familiar, que por supuesto tiene prioridad. Una de las cosas que hemos hecho últimamente es ir a Roma a la ordenación sacerdotal de un sobrino numerario, de la que os voy a contar algo. Por otra parte, aunque no he publicado, sí he leído, y con atención, lo relativo al nuevo frente de problemas que el propio Opus se ha buscado (se viene buscando desde siempre) de esas 43 chicas extraordinarias argentinas que han tenido el coraje de plantarle cara a esa injusticia y a ese trato degradante que como numerarias auxiliares han padecido desde hace tanto tiempo. También he leído en OpusLibros alguna colaboración de quien no sabe cómo hacer para tener un trato normal con familiares suyos del Opus totalmente fanáticos y cegados por el fanatismo. Algo diré también sobre esto. Es más, voy a empezar por ahí, y lo voy a relacionar con los días pasados en Roma...



De una forma no explícita, sino tácita, y no sé desde qué momento exacto, entre mí y la familia de mi hermano, en la que el matrimonio y 5 de sus 7 hijos son miembros del Opus, hemos llegado a una entente según la cual, ellos yo creo que saben perfectamente mi postura crítica respecto al Opus y a sus modos rancios de entender el cristianismo. Yo por mi parte, igual que ellos, tengo muy claro que los distintos modos de pensar no pueden empañar nuestro mutuo cariño. Cuando estoy con ellos no hablamos del Opus para nada. Ellos no saben que yo sé muchísimo más del Opus que ellos, pues en los 42 años que estuve dentro no conozco ni un solo numerario que estudiara y leyera con pasión todo lo publicado y lo no publicado sobre el Opus que caía en mis manos o que pusiera tanto empeño en el estudio de la teología, lo cual era una pasión para mí desde antes de pitar y lo sigue siendo cinco años después de abandonar felizmente esa secta. Tampoco saben que los que realmente conocemos el Opus somos los que, después de estar dentro un puñado de años, lo conocemos ahora desde fuera con la riqueza de conocimiento que da el hecho de que, cuando saben que te has ido, muchos amigos, entre ellos no pocos sacerdotes o religiosos, te cuentan con mayor sinceridad y detalle su posición crítica, que callan cuando tienen delante a alguien del Opus, porque fuera de esa secta, la gente los ve como lo que son, unos cristianos cegados por el fanatismo.

Pero me da igual que me tomen por un amnésico al que se le han olvidado todas las tonterías que se predican de puertas para adentro del Opus. Valoro más el cariño mutuo de mi hermano, de mi cuñada, de mis sobrinos, y entre nosotros hay una especie de acuerdo tácito de no crear barreras. Al fin y al cabo, creo que eso es la caridad. Este modo de proceder lo aprendí de José Luis Martín Descalzo en uno de sus artículos de domingo de hace muchos años, en el que narraba una cena diplomática del cardenal Roncalli, futuro Juan XXIII en la que, a mala leche, le pusieron junto a un comensal que era comunista y muy anticristiano. El hecho es que durante la cena se hicieron tan amigos que se fueron los últimos y no había manera de que dejaran de charlar amigablemente. Cuando por fin se despedían, Roncalli le dijo al comunista: "Qué bien lo hemos pasado. Bueno, al fin y al cabo entre usted y yo lo único que nos separa son las ideas".

Con esta breve introducción quiero decir que los días de la ordenación y de la primera misa solemne de mi sobrino lo hemos pasado de pegada. Han sido tres días inolvidables, felices. Sobre todo porque he visto que mi sobrino y la familia de mi hermano y sobre todo mi mujer han sido felices, y su felicidad es la mía. Es cierto que yo hubiera preferido que mi sobrino, de hacerse sacerdote, se hubiera hecho sacerdote incardinándose en alguna otra parte de la Iglesia en donde ser sacerdote no equivalga a ser esclavo de su ordinario, ya que en la prelatura personal de la Santa Cruz, el prelado tiene potestad absoluta sobre el fuero interno y externo de los miembros de la prelatura, es decir, de los sacerdotes y diáconos incardinados en ella. O lo que es lo mismo, que los sacerdotes del Opus son literalmente esclavos del prelado, algo insólito en la Iglesia, aunque menos insólito todavía que, a estas alturas el Papa no haya dado un puñetazo en la mesa y haya mandado a tomar por culo una norma así (léanse los Estatutos), contraria a los más elementales Derechos Humanos y a la dignidad de la persona, en donde la Iglesia debería ir por delante.

"La verdad os hará libres". La verdadera libertad no se apoya en la voluntad, sino en el conocimiento. Mi sobrino es feliz siendo sacerdote y probablemente quizá no ha visto o no conoce el alcance que contra su dignidad como hijo de Dios tiene una incardinación así. Probablemente lo mismo les puede pasar a los otros 26 numerarios que se acaban de ordenar. No seré yo quien le abra los ojos. No quiero ser profeta de desgracias y menos con mi familia. Si mi sobrino, con el conocimiento que tenga de su nueva situación, es feliz, yo también lo soy con él. Por encima de todo está el cariño de la familia. Si algún día se le abren los ojos y pide ayuda, ahí estaré yo. Mientras tanto, confiaré en el Corazón de Jesús, en su providencia. Al fin y al cabo, Dios nos cuida a todos mucho mejor que nosotros. Mi mayor arma contra su esclavitud será siempre algo muy sencillo: Quererle y que sepa que le quiero.

Pongo un ejemplo: No es lo mismo casarse con un chico normal que con uno que se sabe que es un maltratador. Quien se casa con un maltratador puede estar muy enamorada y puede ser que ese enamoramiento le lleve a no ver que su futuro esposo es un maltratador. Pero también es cierto que tiene más papeletas de que su matrimonio sea un infierno. A los hechos me remito: Antonio Petit, Antonio Ruiz Retegui, Juan José Martí Martinez, Antonio Esquivias, Ramón Rosal, Borja Armada, Danilo Eterovic y una larguísima relación de sacerdotes numerarios que han sufrido (y sufren) como consecuencia de presiones intolerables sobre su sacerdocio amparadas en esa norma injusta contenida en los Estatutos de la prelatura personal de la Santa Cruz y Opus Dei, norma hecha por un maltratador, san Josemaría Escrivá (hay suficientes testimonios en los libros silenciados de OpusLibros; me remito, como botón de muestra, a los casos de Miguel Fisac o Carmen Tapia) y que a estas alturas todavía sigue vigente.

El ambiente de los días 22 y 23 de mayo pasado fue muy alegre y festivo en San Eugenio. También lo fue en su día de igual alegría en la ordenación de los sacerdotes que acabo de mencionar. Luego vendrá el tío Paco con la rebaja. La gente que no conoce apenas nada de la historia del Opus Dei se queda impresionada de la cantidad de ordenandos, veintisiete, lo cual da una apariencia de pujanza. No saben que es la promoción menos numerosa desde que se empezaron a ordenar promociones más o menos numerosas hace unas cinco décadas. Recuerdo una de ellas que tuvo 65 ordenandos. Tampoco saben que la anterior promoción a esta fue de 29, y la anterior de 31. Ignoran también que desde hace años los nuevos ordenandos no cubren las bajas producidas en el último año y que en el año pasado José Pedro Manglano no fue ni mucho menos la única baja. Hubo muchos que se fueron y bastantes que murieron de vejez (porque los curas numerarios son cada vez de una edad media mayor). Según una fuente que no diré, el año pasado la prelatura de la Santa Cruz perdió en torno a 60 curas. Van pá bajo, y ellos lo saben.

La gente que no conoce un poco a fondo el Opus ignora también este detalle: El arzobispo que les ordenó fue Georg Gänswein, secretario particular de Benedicto XVI, antiguo profesor de la universidad de la Santa Croce (del Opus) y miembro de la sociedad sacerdotal de la Santa Cruz, es decir, que Gänswein es también del Opus, aunque por ser arzobispo no depende jurídicamente de Ocariz (faltaría más, pues Ocáriz no es obispo, sino un simple cura, aunque vista el fajín de general que visten los monseñores y todos esos moscones que merodean en la curia del Vaticano) sino directamente del Papa. Otro dato: El arzobispo que les ordenó de diáconos en noviembre también es del Opus, aunque anteriormente había sido numerario. Me refiero a Juan Ignacio Arrieta, secretario de la sagrada congregación para la interpretación de los Textos Legislativos de la Iglesia, un tipo simpático que llevaba una buena carriera, pues era el número dos de dicha congregación cuando esta estaba presidida por el cardenal Julián Herranz, cordobés de Baena, una tierra con muy buen aceite de oliva. Pero mira por dónde que cuando se jubila el cardenal Herranz, estaba ya este Papa, que no es muy amigo de carrierismos eclesiásticos y en vez de ascender al número dos a la presidencia de dicha congregación, nombra para ese cargo al número tres, Francesco Coccopalmerio, chafándole la carriera al bueno de Arrieta.

Si echamos una ojeada a las anteriores ordenaciones, vemos que varios de los obispos ordenantes son del Opus o muy vinculados al Opus. ¿Qué nos dice esto? Me explico.

Antes de que el Papa Juan Pablo II ordenara obispo a Álvaro del Portillo y casi seguido a Javier Echevarría, quien presidía el Opus Dei no podía ordenar sacerdotes del Opus Dei (me refiero a Josemaría Escrivá y Álvaro del Portillo antes de ser obispo) porque no era obispo. Tenía que escribir las cartas dimisorias para que algún obispo, a petición suya, ordenara a los miembros del Opus Dei. La gente más joven del Opus no ha conocido esto pero yo sí. Aquella situación era una ocasión de llevar a cabo política eclesiástica y de estrechar lazos con las altas jerarquías de la Iglesia: cardenales y arzobispos bien posicionados. Era una buena ocasión para el Opus y también para esos arzobispos, pues para ellos era un timbre de honor ordenar sacerdotes a una organización de la Iglesia que entonces tenía tanto prestigio y pujanza.

Luego vinieron los tiempos en los que Álvaro del Portillo o Javier Echevarría ordenaban a sus propios sacerdotes. Pero...

Desde que fue nombrado Ocáriz prelado, este no ha sido consagrado obispo (ni creo que vaya a ser consagrado en el futuro), por lo que ha habido que volver de nuevo a las cartas dimisorias y a pedir a algún obispo que ordene a los numerarios.

Sin embargo, la situación de la Iglesia ha cambiado. Hay decenas de miles de exmiembros que nos hemos ido, unos cuantos de ellos sacerdotes, cada vez hay menos obispos del Opus, cada vez hay más obispos que acogen con los brazos abiertos a los sacerdotes del Opus que se quieren excardinar de la prelatura, cada vez el Opus tiene menos presencia en la vida de la Iglesia y menos poder económico y mediático, cada vez es más conocido por todo el mundo el poco o nulo respeto del Opus por la libertad de conciencia de las personas, el invierno eclesial de Juan Pablo II parece que ha dado paso a una nueva primavera de la Iglesia en la que están teniendo nueva fuerza esos documentos del Concilio Vaticano II que llevan cincuenta años arrumbados esperando a que se pongan en práctica, cada vez se ve con menos recelo en círculos eclesiásticos a los teólogos del concilio tales como Ratzinger, Rahner, Küng, Barth, Teiard de Chardin, Häring, Pikaza, José María Castillo, Marciano Vidal, Walter Kasper, y un largo etcétera.

Conclusión: Ahora mismo es difícil encontrar un obispo que se quiera significar ordenando a miembros del Opus, salvo que sea alguien del ala conservadora, en cuyo caso, el propio Opus quizá lo rehúya, al reportarle menos beneficios mediáticos que perjuicios, pues si bien es cierto que en el Opus no están a gusto con el Papa actual, no les conviene significarse demasiado pues su situación jurídica es poco más que delicada y son conscientes de que la política eclesiástica vinculada a las cartas dimisorias la deben llevar a cabo con la máxima prudencia pues no está el horno para bollos.

Otro detalle: En la homilía de la ordenación diaconal, llevada a cabo en un sábado, Arrieta mencionó que le había dado una gran alegría cuando el martes anterior (es decir, cuatro días antes), Ocáriz le había pedido que ordenara a la promoción de mi sobrino, y que con mucho gusto había aceptado. ¿Qué quiere decir esto? Muy sencillo: Que Arrieta era el plan B, y que el plan A falló, esto es, que hubo que echar mano de alguien "de la casa" porque otros posibles ordenantes quizá excusaron amablemente su negativa, quizá amparándose en el Covid, ya que por esos días de noviembre del año pasado estaban muriendo diariamente en Italia entre 600 y 700 personas; incluso una decena aproximada de los ordenandos estuvo con Covid hasta dos días antes de la ordenación diaconal.

Si la situación del Opus hubiera tenido la pujanza de los tiempos gloriosos, habría habido obispos que se hubieran dado de tortas por ser quienes ordenaran a esta promoción.

Otro detalle: Tanto en esta promoción como en las anteriores, el 45% de los ordenandos son españoles. O sea, que aunque el Opus sea internacional, a la hora de la verdad, de donde echan mano es de la "gallina de los huevos de oro", como decía Florencio Sánchez Bella. Pero la gallina va produciendo cada vez menos huevos, o lo que es lo mismo, que ahora mismo están viviendo de las rentas, es decir, de los que pitaron entre el 2000 y el 2010. En España, en los años setenta pitaban aproximadamente en torno a unos 1.000 numerarios al año. Ahora no llegan a 80. Entre los años 2010 y el actual el número de pitajes de numerarios en España ha decrecido en caída libre. Se acaban las reservas. Y en el resto del mundo también van espabilando. Negro futuro, muy negro. Ocáriz lo sabe.

A pesar de esto, el día 22, la alegría fue desbordante. En el presbiterio estaba la gente importante: Creo que había un cardenal y quizá algún que otro obispo. Y por supuesto, Ocáriz, que asistió en un discreto segundo plano, con una breve intervención al final de la misa en la que casi duerme a las ovejas, o sea, a nosotros, que éramos las ovejas aunque estábamos en el gallinero. Cuando desfilaron de salida los nuevos sacerdotes, todos aplaudimos. A mí me recordó aquella famosa anécdota de los Beatles en aquella memorable velada del 4 de diciembre de 1963 en el Royal Command Perfornance en la que los Beatles actuaron por primera vez ante la nobleza y la alta sociedad británica. Al comenzar la actuación, John Lennon cogió el micrófono y dijo lo siguiente: "Los que ocupen el gallinero, tengan la bondad de aplaudir; el resto pueden hacer sonar sus joyas". Pues eso es precisamente lo que hicimos quienes estábamos en el gallinero, aplaudir.

La verdad es que creo que, una vez más, me he enrollado. Dejo lo de las 43 chicas argentinas para otro día, pues mi admiración por ellas merece una colaboración aparte.

Un abrazo a todos.

Antonio Moya Somolinos







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