Amistad y Olé.- Jota
Fecha Friday, 16 October 2020
Tema 040. Después de marcharse


Hace unos días, casualmente, pasé por delante de un centro cultural que frecuenté asiduamente durante muchos años. Un centro para chavales muy grande situado en uno de los entonces barrios periféricos de mi ciudad. Me costó reconocerlo, diseño moderno, amplios ventanales y acero inoxidable por doquier. Nada que ver con la antigua estética. Me pregunté si se habrían deshecho de aquellos horrendos y casposos muebles de estilo castellano, de los reposteros y de la cerámica turolense.

Seguí caminando pero no conseguí evitar recordar tantos años entre aquellas paredes...

Recordé nombres, situaciones, momentos alegres y otros no tanto. Todavía, después de más de treinta años, recordaba hasta el segundo apellido de más de cuarenta personas de las que por allí pululaban. Me puse un poco tonto al recordar como apreciaba a la mayoría de esa gente, y es que por aquella época todavía me creía yo a pies juntillas aquello de la amistad y aquello de la familia. ¿Cuántos quedarían? ¿Alguno me echó de menos? ¿Por qué nadie en ningún momento intentó siquiera ponerse en contacto conmigo para tomar una cerveza y charlar un rato? ¿Pero, no éramos familia? ¿No había nada más que el simple hecho de coincidir en un sitio para unas cosas determinadas?

Me vino a la cabeza algo que se leía en el catecismo de la obra y que al llegar a casa localicé y ahora transcribo literalmente:

85.- ¿Cómo se han de comportar los fieles del Opus Dei con los que no siguen adelante en su vocación?
Los fieles del Opus Dei procurarán que no se alejen de Dios, ni del calor de la Obra, los que no siguen adelante en su vocación.
Si se ha de evitar que nadie que se acerque a la Obra se separe de su labor apostólica, con mayor razón se intentará que no se alejen quienes, con rectitud de intención y deseo de servir a Dios, pidieron la admisión.


Vaya, una vez más parece que lo que se predica no se cumple. No es que me preocupe demasiado pero no deja de ser curioso que, después de tantos años y cerradas ya ciertas heridas, nadie absolutamente nadie se haya preocupado no ya de la salud de mi cuerpo si no de la de mi maltrecha alma. Alguno puede preguntar ¿tú lo hiciste? ¿intentaste quedar con algún desertor? ¿llamaste al menos a alguno para mantener el contacto? La respuesta es sí, con poco éxito pero si lo hice.

Es tremendamente paradójico que los esfuerzos de los miembros de la prelatura se concentren en limpiar los mocos de los chiquillos y se olviden tan rápidamente de los que en su momento fueron –o al menos debieron ser– sus hermanos en Cristo Jesús.

Hemos oído innumerables veces que la obra es una familia que ata con lazos más fuertes que los de la sangre. Con tanta insistencia se decía que hasta nos lo llegamos a creer. La obra tenía apariencia de familia en las tertulias, en los días de fiesta, en los momentos felices e intrascendentes. Hermanos, hermanas, padre, abuelos, tíos… De todo. Horas de “cilicio” por aquel hermano que está flojo, por el que más lo necesite, por aquel que tiene un examen…

Nos contaban aquello de la tuerca y la contratuerca para que asumiésemos que de nuestra fidelidad dependía la de nuestros hermanos. Todo ello aderezado con una máxima lapidaria del fundador:
¡Qué dolor, si un hijo de Dios se atreve a reclamar la voluntad, que había entregado al servicio de esta Obra donde reina la Cruz salvadora!

Yo por lo menos no quería ser partícipe de tamaña atrocidad, que alguien reclamase su libertad me parecía terrible!!!

El opusdei miente sistemáticamente. A veces son mentirotas grandes y otras veces son verdades a medias, mentiras piadosas que también son mentiras. En cualquiera de los casos se falta a la verdad. Tanto se miente y se engaña que me da la sensación de que ya no se dan cuenta. Eso sí, todo siempre “propter regnum caelorum”.

Se habla hasta la saciedad y el hastío del apostolado de “amistad y de confidencia” ¿Alguien se lo cree?  El apostólico miembro de la obra se acerca a los demás cuando ve que puede conseguir algo, y por supuesto la confidencia solo existe en sentido unívoco y nunca fluye desde el apostólico miembro hacia el amigo. Es difícil que exista una verdadera amistad si la confidencia no es mutua. Hasta yo lo sé y no soy demasiado listo.

El apostolado en el opusdei está instrumentalizado y manipulado. También la amistad. La amistad solo se concibe si sirve para conseguir una presunta vocación. Basta recordar que en el opusdei están prohibidas y perseguidas las amistades particulares. Parece que cuando alguien pasa a la categoría de “hermano” dejar de pertenecer a la categoría de “amigo”. ¿Hay algo más noble que una verdadera y sana amistad? Al parecer a la institución de produce pavor que exista amistad entre hermanos. ¿De dónde viene tanto miedo? ¿Temen quizá algún contubernio judeo-masónico?

Aún así se empeñan en predicar ese apostolado como si entroncase con el auténtico espíritu del fundador aunque todos sabemos que es residual y que para conseguir vocaciones solamente queda el reducto de los colegios y de los clubs de chiquillos. Pocas vocaciones de numerarios y de agregados. Los hijos de supernumerarios son prácticamente la única vía para conseguir vocaciones.

En todo esto iba pensando mientras regresaba a mi casa y al mismo tiempo me invadieron sentimientos de tristeza y de alegría. De tristeza por tanta mentira, por tanto falso cariño, por una vocación de pacotilla, por una juventud truculenta y por tanta gente buena que lo pasó y lo pasa mal. Lo de los sentimientos de alegría lo podéis imaginar: Menos mal que me fui.

Fijaos, solamente queríamos ser santos !!!

Olé.
Jota.





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