Frases míticas y sus consecuencias.- Daniel
Fecha Friday, 20 August 2004
Tema 040. Después de marcharse


Frases míticas y sus consecuencias

He encontrado una carta firmada por un Pablo nuevo para mí, y datada el 19.01.2004.

Me ha hecho reir un montón, y me ha recordado la cantidad de veces que yo también he oído esas expresiones (ver su carta).

Alguna vez, ya fuera, haciendo bromas con un hermano que también es ex, repetíamos ironizando, frases de ese tipo.

Lo lamentable es que este hermano, probablemente al marchar yo de casa y de la ciudad, en vez de seguir creciendo, volvió a caer; no es que volviera a pitar, (¿conocéis algún caso?) sino que el ambiente que creaba (y crea) mi madre... y con la complicidad (por agotamiento) de mi padre... le hicieron retroceder hasta el punto de ponerse peor que cuando estaba dentro.

Ya comenté en una carta publicada, (“¿Cómo vivir ahora?”, 25.07.2004.) que actualmente está en tratamiento con un psiquiatra de buen espíritu, que le cobra una cantidad que hace vivir la “virtud” pobreza... al cliente, mientras lo mantiene drogado. (El precio de las pastillitas… también es para comprender los misterios profundos de las virtudes cristianas)

Ya he hablado alguna vez con mi hermano, cómo no.

¡Hay que joderse!, el muy pavo sabe que tiene que dar un salto, pero no quiere, a pesar de que sabe lo que va a ganar, pero hay otra razón que lo mantiene... pero de esto no quiero hablar ahora. (De todas formas, implícitamente, ya está revelada esta información en unas líneas más arriba).

Acudió al psiquiatra, ¡voluntariamente, y elegido por él…!, porque no podía levantarse por las mañanas ni hacer las cosas normales de cada día, como lavarse, cocinar, vestirse...

Lo más sorprendente es el diagnóstico que le ha dado el sacerdote de la bata blanca. Es tan retorcido, que ni yo me acuerdo, y sobre todo, es mentira, y no porque lo diga yo, sino porque el mismo enfermo sabe que no tiene esa cosa rara que le ha dicho el falso hechicero, sino que tiene tristeza de no vivir…

Ahora está desquiciado, y en sus gestos se nota una euforia contenida, un llanto que nunca sale, que no arranca de raíz, y una ira profunda profundísima que lo está corroyendo, pero él de eso último no tiene, él es bueno (¿éramos buenecicos en el opus dei?, ¿es sano esa negación de ciertas emociones naturales… que además las necesitamos para sobrevivir, física y emocionalmente?).

Ha vuelto a hacer casi todo lo que hacía cuando era farola encendida, solo que ahora viviendo más en sociedad, se tiene que reprimir más que antes, porque tiene más estimulación sensorial que antes, de todo tipo... (¡uf, vaya sufrimiento, ¿no Satur, Epi?)

.... y se comporta como si todas esas frases míticas de la carta mencionada las tuviera perfectamente integradas, y se las aplica a sí mismo de forma increíblemente tenaz.

Estas expresiones, quizás debería conocerlas y vivirlas Álvaro Tomás del Portillo, y preguntarse después si son un vicio de la institución, formado con el tiempo, o si son uno de los pilares, enfermizos, de la gran estructura, pues se repiten en todas las partes del mundo, y sin lagunas temporales.

Daniel







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