Otra vez sobre la sexualidad en la Iglesia.- Epi
Fecha Friday, 20 August 2004
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


Otra vez sobre la sexualidad en la Iglesia:

Me ha gustado la última carta de José Carlos, por su tono ponderado y porque esos argumentos no biologicistas no los había visto expuestos antes con tanta claridad. Sin embargo, sigo discrepando. Defiendo que la homosexualidad es en sí algo ajeno a la moral no por condescender con los tiempos, sino porque me parece lo más lógico.

Afirma José Carlos que para la especie humana la homosexualidad es un callejón sin salida. También lo es el celibato. Pero, en fin, como él mismo dice, para dilucidar la moralidad o inmoralidad de la homosexualidad, hay que centrarse en los actos individuales de la voluntad, porque no creo que Dios nos juzgue desde el punto de vista de la supervivencia de la especie. Afortunadamente, Dios no es Darwin, aunque Darwin descubriese cómo proyectó Dios la vida animal.

Por supuesto, estoy de acuerdo con José Carlos en que la biología no nos determina del todo: el violador nunca podrá poner como excusa su biología, pues por muy animal que uno sea, la voluntad puede contener sus instintos. Pero los actos biológicos que la voluntad debe dominar son los que hacen un daño efectivo a las personas, y la homosexualidad, sin promiscuidad ni violencia, no produce daño a nadie, sino todo lo contrario. Todos los actos que respecto al prójimo condena Jesús son los que efectivamente producen un daño a los demás o a uno mismo: envidia, gula, mentira, robo, soberbia, lujuria... todo eso no nos hace felices, nos convierte en malas personas, nos hace ver a los demás como instrumentos a nuestro servicio... Ya no sé explicar si tales actos son injustos porque producen un daño o si producen un daño porque son injustos. El caso es que el mal se identifica con lo dañino para las almas de los hijos de Dios.

Ahora bien, ¿qué daño produce a uno mismo y a los demás los actos sexuales voluntarios y amorosos entre adultos sean del sexo que sean? Sólo producen más amor y felicidad.

Es cierto, como muy bien explica José Carlos, que el hombre y la mujer se complementan y que el amor es una donación y una participación en la obra creadora de Dios, pero ¿qué salida les ofrecemos a los que ese tipo de amor les resulte inviable? ¿condenarlos a un celibato sin vocación? La experiencia demuestra que los homosexuales son más felices encontrando una pareja que renunciando al amor sólo porque el amor que a ellos les gusta no está abierto a la vida ni fue ordenado por Dios en el Génesis.

Cuando Cristo le dijo a la prostituta: "Vete y no peques más", ¿por qué consideraba pecaminosos los actos de la prostituta? Sólo se me ocurren dos respuestas: por la promiscuidad y porque convertía en objeto de comercio lo que sólo se debe hacer por amor. Que yo sepa, una pareja homosexual no convierte el amor en objeto de comercio ni tiene que ser promiscua.

Lo que ocurre en el fondo es que el sexo sigue pareciéndole a la Iglesia algo más bien guarrete que sólo se redime porque engendra hijos para Dios. Y como en la homosexualidad no se engendra nada, el amor homosexual se queda sólo en guarrete.

Pero nada de lo que salió de las manos de Dios es guarrete: Dios nos dio el sexo para engendrar y pasarlo bien, pero los que no deseen engendrar, ¿por qué tienen que renunciar a pasarlo bien? Si la Iglesia opina que practicar el sexo sólo para pasarlo bien o para la donación mutua es pecaminoso, es porque piensa, como un biólogo, que el gustito del sexo es sólo un engaño de Natura para que nos metamos sin querer en la penosa tarea de la crianza, con lo cual el placer diseñado por Dios lo ve sólo como un instrumento y no como un fin. ¿No habíamos quedado en que según la Iglesia son dos las finalidades del sexo: el amor y la procreación?

Supongamos que la Iglesia afirma que ambos fines son igualmente legítimos, pero inseparables. De acuerdo, pero entonces, ¿por qué es pecado mortal practicar el sexo sólo para disfrutar y no es pecado mortal por ejemplo tomarte unas copas cuando no tienes necesidad de comer ni de beber? ¿Por qué es mortal todo pecado de entrepierna?

El sexo da mucho gusto a los míseros mortales y sin él no se puede ser feliz, a no ser que tengas vocación de célibe, pero dado que esa vocación, como atestiguamos tantos ex, no se prodiga ni es fácil de sacar adelante, es lógico que los homosexuales cristianos, se decanten por compartir la donación de lo delicioso con personas de su mismo sexo. Se renuncia a demasiadas cosas buenas si uno, por no cometer un pecado que a nadie daña, renuncia al amor, tenga el prefijo que tenga. Yo podría llegar a entender que un psicólogo o sociólogo tenga argumentos contra la homosexualidad, pero no un teólogo. Los argumentos que da la iglesia contra la práctica de la homosexualidad parecen sacados de la biología y de la psicología (que si la naturaleza, que si una personalidad completa...), pero no del espíritu del cristianimo (amar al prójimo como a uno mismo).

Otro argumento que se da a favor de la voluntaria abstinencia de los homosexuales cristianos es que de no practicar el sexo no se muere nadie. Sí, pero si a mí me dijera el médico que puedo vivir cien años más sano que una pera y ágil y fuerte pero a condición de que no practique el sexo, yo prefiero morirme mañana mismo practicándolo.

Por último, quiero decir que he leído los textos de la Iglesia católica acerca del matrimonio y reconozco que son de los textos más hermosos y poéticos que he leído al respecto: frente a la trivialización que se hace hoy del sexo como algo meramente lúdico y fisiológico, la sexualidad para los católicos es un don de Dios, un regalo, es la versión corporal de amar al prójimo, es participar en la obra creadora, es un casi un acto sagrado que Dios bendice... Todo es muy bello, pero para que el sexo sea todo eso, hay que cargarlo de una moralidad y un sentido que lo lastra, lo priva de espontaneidad y convierte en pecado cualquier cosa que se salga de los altos fines de donación mutua y de procreación que Dios le asigna. Y eso, para el día a día, es muy fastidioso. Conozco a una mujer de treinta y seis años de las Comunidades neocatecumenales (que en estos asuntos son tan estrictas como en la Obra, aunque no llegan al extremo de aconsejarte que te acuestes en pijama con tu mujer) que tiene once hijos y espera el duodécimo. Nos contaba esta buena mujer que ellos no se pasan el día haciéndolo, como la gente tontamente piensa, y que cuando ve a su marido con intenciones, se echa a temblar. ¿Creéis que esa mujer puede disfrutar del sexo con su marido? Cuando una pareja, para gozar mutuamente del otro, se arriesga a tener un duodécimo hijo, no disfrutan mutuamente del otro. Para colmo no pueden usar anticonceptivos, ni siquiera el preservativo, ni hacer otros jugueteos que no sean los estrictamente coitales. Una concepción tan elevada y moral del sexo desemboca en un infierno.

En fin, que el concepto católico del sexo es muy bello y elevado, pero como todo tiene sus ventajas e inconvenientes, es también muy fastidioso y difícil de llevar a cabo. Y además, por más que uno analice la cuestión, descubre que disfrutar del sexo sin fines procreativos no produce ningún daño a nadie, sino un gran placer, una gran tranquilidad de espíritu y una gran felicidad. El único inconveniente es que según la Iglesia es pecado.

Saludos
EPI







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