Querido CidCampeador: Al hilo de lo que cuentas el pasado 31 de julio te cuento una anécdota que he leído hace unos meses en un libro. En una ocasión, en pleno apogeo de éxito del Opus Dei y en pleno derrumbe de los seminarios y no pocos noviciados de religiosos (no sé exactamente el año, pero bien pudo ser en 1972, el año de la historia del Opus Dei en que pitaron más numerarios), una persona le preguntó al padre Arrupe su opinión sobre el Opus Dei.

Con mucha caridad y mucha prudencia el entonces prepósito general de los jesuitas le dijo que al ver a Escrivá y al Opus Dei “veo claramente lo que hemos sido y lo que no debemos volver a ser”.

Lo digo por lo de los premostratenses que mencionas.

Ellos, que en las charlas de formación no hacen más que mencionar la “humildad colectiva” nunca se han aplicado el cuento y siempre han mirado por encima del hombro a todo el mundo, incluido al Papa (concretamente a Pablo VI y Juan XXIII), siempre han tenido una enorme soberbia colectiva que ahora les está pasando factura. Siempre se burlaron de quienes, con sabiduría y experiencia, les dijeron que habían llegado con 100 años de antelación, etc.

Los jesuitas (y otras instituciones religiosas) han recibido muchos palos, que les ha servido para purificarse, para abandonar la soberbia colectiva, para abandonar el amor al dinero, a los honores, etc. Porque para servir a Jesucristo hay que ir de otro modo.

Yo creo que la deriva del Opus Dei merece apuestas: Hay dos posibilidades: O les dan un correctivo (el Papa, se entiende) o desaparecen ellos solitos, sin necesidad de que nadie les ayude.

Hagan juego, señores.

Antonio Moya Somolinos.