Manglano y Opus Dei: un final previsible.- Jiménez
Fecha Friday, 12 June 2020
Tema 060. Libertad, coacción, control


“No tratéis ¡nunca! de captar un grupo. Las vocaciones han de venir una a una, deshaciendo -en su caso- aquel grupito con prudencia de serpiente..., si Dios lo quiere. No hacerlo así, comer mucho de una vez, produciría una indigestión que hay que evitar”.

Esta disposición de Escrivá, plasmada en su Instrucción sobre el modo de hacer Proselitismo (fechada, se dice, en abril de 1934) me ha venido golpeando la mente estos días tras conocer la existencia de un grupo confesional de jóvenes de ambos sexos llamado Hakuna, fundado y liderado por un cura numerario, José Pedro Manglano. Y consentido por la Obra.

Perdón, perdón. ¿Me repite? Creo que no entendí bien. ¿Qué el Opus Dei aprueba que uno de sus sacerdotes numerarios funde un grupo religioso mixto de jóvenes y que se dedique casi en exclusiva a esta iniciativa?

Evidentemente, la cosa no podía durar. O se acababa el grupo, o se acababa el cura (dentro de la Obra, quiero decir). Lo que me sorprende es que haya durado 7 años. Iniciativas personales las justas, por el carril predeterminado y supervisadas por los directores. Y ante la duda, hachazo.

Era un recién pitado, hará unos 40 años, y no tuve mejor ocurrencia que comenzar a participar simultáneamente en un grupo parroquial. El sacerdote de esta iglesia, amigo de la familia, me había pedido colaboración y pensé que nada malo hacía acudiendo a esas reuniones. Además, me decía, podía ser una excelente ocasión para el apostolado. Error. Tal como se enteraron en el centro de la Obra, se me prohibió taxativamente continuar en esa actividad parroquial, con el peregrino argumento de que no querían “que fuera a trabajar al centro (del Opus Dei) y a divertirme a la parroquia, o viceversa”. La razón, como se ve, era una estupidez, pero desde entonces me quedó claro el concepto de que la Obra quería a sus miembros en exclusiva y bajo su control.

Casos de sacerdotes de la Obra que han descollado por sus iniciativas y a los que el pescuezo les ha volado hay varios. Estos días pasados, junto al de Manglano, se han sacado a colación otros casos de similar factura en diferentes países. También el de Raimon Panikkar, que comenzó a ser célebre y prestigioso, cosa muy mal vista por el fundador y que acabó expulsado.

Otro caso no comentado es el de un famoso libro de Jesús Urteaga, cura numerario (hasta el final de sus días, todo hay que decirlo) y televisivo en la España de los años 60, cuyos obras hicieron furor. Cuando yo aterricé en la Obra un volumen suyo, “El valor divino de lo humano”, era de lectura obligada para todo incauto que se acercaba a la labor de San Rafael. Pero, sin explicación mediante, la difusión interna del libro fue apagándose en unos pocos años hasta el punto de que cuando me fui había quedado prácticamente en el rincón del olvido.

Y yo, que soy muy malpensado, me he maliciado siempre que el libro de Urteaga pudo morir “de éxito”, pues el primer mandamiento de la Obra es: nadie brilla nunca, jamás, never, más que nuestro santo fundador (el de la disolución de los grupitos). Y justo, justito el declive de “El valor divino de lo humano” coincidió con los años de surgimiento como hongos de las “obras póstumas” de Escrivá que, curiosamente, ha visto publicados más títulos suyos después de muerto que en vida (claro, que a lo mejor no se trata precisamente de un milagro). Y no convenía exponerse a que la obrita de Urteaga pudiera ensombrecer a los flamantes “Surco”, “Forja” y demás.

No, el caso de Manglano dentro de la Obra era inviable. Estos días gusto imaginar cómo desde Roma las autoridades opusinas habrán craneado en los últimos años la forma de arrancarse ese “grano”, sopesando milimétricamente las influencias que “Josepe” disfruta en el Arzobispado (y quizá en el Vaticano) para que su expulsión de la Obra no se volviera contra ellos. Y la verdad, el líder de Hakuna puede estar satisfecho: un simple y amable comunicado y con alabanzas hacia su labor. En otra época o en otra circunstancia el ruido de la patada se habría escuchado hasta en el Polo Norte.

Saludos.

Jiménez









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