Miedo a los directores (Cap.42 de 'El buen pastor').- Nachof
Fecha Monday, 16 August 2004
Tema 010. Testimonios



MIEDO A LOS DIRECTORES

Cap.42 de 'El buen pastor'
Enviado por Nachof el 16-8-04


Dentro de la obra se nos solía decir que una de las peores tentaciones que podíamos tener era la del miedo a los directores. La afirmación se basaba en frases del fundador y se nos aseguraba que en el opus todo tenía arreglo, cosa que, pasado el tiempo, no tenía ninguna base.

Desde que comencé a escribir en opuslibros.com, toda mi vida se ha revuelto. Me explico, he pensado una y otra vez en lo que he vivido durante los casi 34 años dentro de la obra y he llegado a la conclusión de que los directores no querían nuestro bien, sino sacarnos todo el partido posible en lo económico, dominar nuestra mente, separarnos de nuestras familias y cortar con los que fueron nuestros amigos desde la infancia y primeros estudios para sustituirlos por esa que se decía "nuestra familia", que de esto tenía poco, y de "los auténticos amigos", a los que se añadía el calificativo de "hermanos", que es totalmente falso. No hay más que ver que, una vez que te vas, miran para otra parte o para el cielo para no encontrarse contigo.

El otro día tuve una reunión con un grupo de "ahora realmente amigos", a los que invité a cenar. En un determinado momento, uno de ellos exclamó: "Esto es lo que hubiéramos hecho en la obra si nos hubiera tratado con el mismo cariño de los primeros momentos". Sin darnos cuenta, la conversación se había prolongado hasta la una y media de la mañana. Señal de que estábamos a gusto.

Cuando entras en la obra todo es muy agradable. Existe un ji jí y un ja ja. Percibes que estás en el sitio que había soñado desde que eras pequeño. Yo pité con 20 años recién cumplidos, cuando estudiaba la carrera de Derecho. ¡Qué bien se respiraba en la conversación con Martincho el director del centro de General Oráa, 5 por el que iba en 1965! Qué alegría que en la misma noche del 19 de marzo de ese mismo año se hiciera de la obra otro de mi curso, que ahora firma en esta web con el seudónimo de "Harto", señal de que también lo ha dejado. Volverle a encontrar ha sido una de las grandes satisfacciones en mi vida de estos últimos años. ¿Verdad que sí compañero?

Fue un espejismo. Esa satisfacción me duró poco. Pronto descubrí que la obra no era un camino de rosas, sino de muchos intereses, en los que los directores tenían una parte importante de protagonismo. No obstante, yo perseveré, pues había dado una palabra a Dios y no estaba dispuesto a que por mí se rompiera a la primeras de cambio.

En efecto, una serie de directores que tuve después de Martincho me desmostraron que muchos de ellos tenían poco corazón y lo justificaban invitándome a gobernarme más por la cabeza, cuando en realidad trataban de autojustificarse. Por cierto, durante mi estancia en el centro Vitrubio,3 en la temporada 1965-66 coincidí con Alberto Moncada, que era un residente más y aún no se había ido del entonces instituto secular, aunque al fundador no le gustaba esta denominación.

Los casos más clamorosos de ejemplo de "miedo a los directores" me ocurrieron, sobre todo, con Paco y Oscar, director y secretario del centro Recoletos, 5, el primero que tuve cuando pasé de numerario a oblato (hoy agregado) en el curso 1966-67. Aquella temporada tuve miedo de Paco y así lo comenté en la charla fraterna. Nos daba gritos como señal de autoridad. Se me argumentaba que él era así, pero yo argumentaba para mis adentros que el "miedo a los directores" tenía una base real.

No se me puede olvidar. Aquella temporada el que llevaba mi charla era Oscar, otro "personaje" a incluir en los de "miedo a los directores". En una convivencia anual de la obra en la residencia de ingenieros del pantano de la Fuensanta, entre las provincias españolas de Albacete y Murcia, se me ocurrió gastarle una broma junto con otros de los participantes en el curso. La respuesta fue insultarnos y decirnos que "éramos como novicias". No se me ha olvidado la frase. Claro, era el director y se lo podía permitir. Yo tragaba, pensando que iba a desaparecer del centro, como así sucedió. Con el paso de los años, he visto que mi "miedo al director" era cierto. Estando un verano de la década de los noventa para comenzar un curso anual en el Colegio Mayor Ayete de San Sebastián, no me había dado cuenta que estaba aquel Oscar como director. Por supuesto que el no saludó. Y cuando yo lo hice, no tuvo ni un detalle de cariño. Muy bien. Muy bien.

El tiempo que pasé dentro de la obra me hace recordar a uno de los máximos responsables de la obra en España durante las décadas de los años sesenta, setenta y ochenta. Tanto duró. No eran frecuentes las tertulias con este director, pero cuando venía te quedaba recuerdo para rato. No es una expresión metafórica, puesto que una de sus bromas especiales eran unos tortazos. Era una broma, pensabas para tus adentros. No podías ser susceptible. Lo malo de todo es que este "personaje" pocas sonrisas soltaba. Que Dios le perdone. Un ejemplo de "miedo al director".

Algunas veces yo era tan ingenuo que pensaba que los directores tenían una gracia especial para conocernos. Acertaban plenamente en los consejos que te daban, y, sin darte cuenta, hasta atribuías sus palabras a una ayuda del Espíritu Santo. Como que no hacían informes sobre tu vida, hecho sobre el que ahora me rebelo. No se paraban en utilizar toda clase de artes con tal de descubrir todas tus intimidades.

No tenían corazón. Lo demostraron los directores cuando una y otra vez yo les entregaba mensualmente casi todo mi sueldo (unos dos tercios) y ellos en cambio, cada vez que pedía un dinero para poder arreglar las cosas de la casa donde vivía, ellos me negaban cualquier cantidad, bueno no me negaban, siempre utilizaban cualquier pretexto para retrasar la petición, que al final no se cumplía. Mi interior se estaba convirtiendo en una caldera a punto de explotar ante tales hechos. Eso sí, ellos arreglaban y requetearreglaban su casa cada año, mientras no se nos concedía a los demás. Pasado el tiempo he visto que se basaban en el hecho de que mi familia gozaba de una situación de clase media. Por ello, decidí que no me volvían a engañar, como así ha sucedido, al haberme ido de la obra.

Existían meditaciones u charlas de los sacerdotes en las que se nos invitaba a los que entonces éramos de la obra a vivir la sinceridad salvaje y no ocultar nada. No se me olvidarán los paseos que, en algunas ocasiones, daba con los sacerdotes de los cursos anuales y éste me preguntaba con todo descaro por la sexualidad. Otro caso de "miedo a los directores". ¿Qué pretendían? En la obra dicen que el sexto mandamiento es el sexto, pero, una vez vivida la experiencia, he llegado a la conlusión de que para ellos sino es el primero, está muy cercano a ser el primero.

Continuará







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