Causas diversas.- Ana Azanza
Fecha Monday, 24 February 2020
Tema 010. Testimonios


Hola amigos:

 

En efecto, como reconoce un participante de la página los temas por los que la humanidad ha de luchar son millones y es preciso elegir. Sin ir más lejos, me encantaría haber fundado una protectora “Gatos de Jaén” la hubiera llamado, me preocupan estos animales abandonados y en ocasiones maltratados. ¡Son tan agradecidos! Con una vez que les lleves un plato de pienso, una latita de paté ya te dan todo su cariño...



Gracias a Dios tengo una vecina que lo hace de maravilla y otras mujeres gatófilas en mi entorno que se ocupan de nuestros felinos urbanos favoritos. De haberme dedicado a rescatar perros y gatos callejeros hubiera sido menos arriesgado, más barato, y no hubiera pisado tantas veces los juzgados como he hecho por un sí y por un no, sin haber asesinado, ni agredido, ni haberme quedado con un céntimo que no haya ganado honradamente. Sólo he intentado expresarme con libertad y dar testimonio de lo que me hicieron cuando era una cría, del engaño en que viví muchos años y de las circunstancias en que fue posible.

 

Así que la vida misma nos va poniendo frente a nuestras propias responsabilidades y nos hace seleccionar las causas por las que comprometerse en favor de un mundo más justo.

 

Me atraen las ONGs que luchan por difundir la necesidad del compromiso un medio ambiente más sano, por el rescate de diversas especies en vías de extinción. Está la causa de la justicia social, como los bancos de alimentos, aunque me han dicho que los llevan supernumes y cooperadores. En esta ciudad tienen la sede al lado de la policía municipal, no he ido a cerciorarme de si el bulo sobre la vinculación opusina es verdadero, pero si es así, tampoco me iba a meter ahí. Otra necesidad humana: ayuda humanitaria a los inmigrantes y refugiados de guerras diversas. Y qué decir del apoyo a periodistas y blogueros, twiteros perseguidos, encarcelados, torturados por gobiernos autoritarios.

 

En todo eso y mucho más podríamos estar. Y admiro a la gente que se dedica y acoge desinteresadamente a personas que no son de su sangre o se van a países más desfavorecidos que el nuestro para echar una mano. Gentes que entienden como a mí me parece que si somos seres humanos no estamos en este mundo para consumir meramente, pasarlo bien y hasta luego. Sino que tenemos un compromiso con el resto de nuestros congéneres primero, con el planeta que nos da la vida y con las demás especies que lo habitan. Que hay que hacer algo, poner un grano de arena por la justicia, la igualdad, la convivencia entre todos los que somos diferentes. Que el mundo es rico en su humanidad diferente, y que hay que procurar una vida digna del ser humano para cuantos más mejor.

 

Sin embargo en los 7mil millones somos un grano de arena y no se puede abarcar ni un 1% de todo lo que hay que hacer. Y pienso que es la vida misma, los acontecimientos biográficos, no el ángel san Gabriel ni la virgen María, los que nos van poniendo a cada uno frente a nuestros retos existenciales.

 

Gentes que puedan dedicarse a lo que más me gusta, los animales, hay muchas y lo hacen. Gentes que hayan pasado por el opus y tengan ganas de dar la cara públicamente como aviso a navegantes, no hay tantas la verdad, para que nos vamos a engañar.

 

Opino que una familia creyente católica tiene derecho a educar a sus hijos en la fe. No he tenido hijos pero de haberlos tenido la fe habría sido una cuestión fundamental en la educación familiar, como hicieron mis padres conmigo. Les habría imitado. Aunque hubiera intentado transmitir una fe un poco más ilustrada e informada que la que yo “mamé” en mi casa. Separando el trigo de la paja. Bien consciente de que en un país como España  la fe es una cuestión a menudo y sobre todo en ciertas clases sociales y ciudades, más sociológica que de convicción. Eso fue lo que mis padres no me enseñaron, no tenían porqué saberlo todo y fue un fallo.

 

Pienso que en un entorno así, donde la religión es a menudo carta de presentación más que cuestión vital, es altamente peligroso ser creyente  “convencida”. Te la juegan sucio mil y una veces.

 

Tengo la certeza de que si me hubiera quedado en los aledaños opusinos, incluso pamploneses o cerca de los que llevan mi ADN, hace años que habría una lápida con mi nombre en el cementerio de San Eufrasio. Si otros pensaban poner “engendró hijos e hijas” en su tumba, a mí me valdría con que me hubieran puesto: Ana Azanza, “la matamos a disgustos”. Quiero decir que los sinsabores fuera del Opus por el hecho de meramente sobrevivir y llegar al día de hoy sin pisar un psi ni tomar una medicación, han sido muchos, numerosos, abundantes. Las falsas amistades, difamaciones, chascarrillos y comentarios de gente ociosa me hicieron daño. Y con todo eso a la espalda, ¡hala!, tira p’alante.

 

Por lo tanto si todavía no estoy debajo de una lápida, ni metida en un nicho ni me han incinerado ni quitado de en medio mediante disgustos judiciales y dinerarios incitadores de la desesperación… digo yo que tendré que usar la vida que me quede no tanto para salvar perros y gatos, toda mi admiración para quienes lo hacen, como para dar cuenta de lo vivido. Y si puede ser que otra madre y otra hija escarmienten en cabeza ajena, me doy por satisfecha, pues hoy entiendo mejor que lo más grande para unos padres son sus hijos. Y que te los quiten de adolescentes para volverlos tarumba, alejarlos de ti además de arruinarte es una gracia.

 

Cuando salí del opus en mi ingenuidad creía que la Iglesia católica “no sabía”. Que los obispos, los curas “No sabían”. Hoy sé que tienen tanto miedo al opus como los laicos, y que mejor “No tocar, peligro de muerte”.

 

Por lo tanto, si hubiera 1000 ex numerarias españolas saliendo en los medios, narrando sus disgustos y contando la verdad, a lo mejor me apuntaba a Amnistía Internacional y me comprometía por la liberación de Julian Assange. Que me parece un “bocazas” útil a la humanidad y que se están ensañando con él.

 

Pero resulta que cuando alguien quiere hacer un reportaje sobre el Opus no somos ni 4 las dispuestas a salir, siendo que esto de la numerariez fue masiva enfermedad de los y las adolescentes españolas en los tiempos de Felipe González en el gobierno y aún después.

 

Así que sin revelaciones que Dios no tiene porqué darme, la propia evolución de los acontecimientos me lleva a donde estoy hoy. Pienso que tengo una responsabilidad, que otros la tuvieron antes que yo y se sacudieron las pulgas. No me parece justo. Hay que mirar la realidad de frente y apechugar con lo que venga.

 

Aunque ya sé que no es la actitud más corriente, por eso mismo es la más necesaria. Por España, que dirían los del partido de extrema. Por una España sin sectarismos ni bocas tapadas, ni miedos. Por darle un giro a este pánico pavor generalizado al Opus que va a terminar de aniquilarnos.

 

Ana Azanza







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