Frankestein.- Hondo
Fecha Monday, 16 December 2019
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


En el colegio, Frankestein era buen estudiante pero no se le daba lo social: no era deportista, no era simpático... La verdad es que no tenía amigos, así que solía pegarse a mi lado.

Cuando pité (14 y medio) y me urgieron a invitar amigos al club, fue al que pude traer. Todo hay que decirlo: había más posibilidades que él aceptara una invitación a un curso de técnicas de estudio a que lo hiciera alguno de mis verdaderos amigos. Vamos, que era de los fáciles.

Fue al club, comenzaron a tratarlo y poco después, pitó.

La Obra le abrió un mundo nuevo. Se aprendió muy rápido las reglas (era bueno para eso) y cumplía todas las normas (otra de sus virtudes: ordenado y metódico).

Cuando mi amigo se transformó en mi hermano, comenzó a practicar su buen espíritu conmigo. La medida de la verdadera fraternidad, como ya sabéis, se demuestra en la corrección fraterna, así que literalmente me acribillaba: usque ad summun.

Era verlo venir y sentir retortijón en el estómago.

-Hondo, ¿tienes un minuto?

-…

-Ayer estuviste conversando con María Eulalia y os sonreíais. Tienes que guardar el corazón bajo siete cerrojos. Sería bueno que lo comentaras en la confidencia…

-Sí, bwana…

Cada vez que se me escapaba un taco, o algún profesor me llamaba la atención por hacer el ganso en clase o me rascaba un testículo, allí estaba Frankestein, el tábano de la santidad, el cilicio humano, el espía infiltrado, para notificarlo al director. Al día siguiente me caía la cof.

Frankestein pasaba mucho tiempo en el Club y pronto le dieron el encargo de distribuir entre los adscritos las fichas de arreglos. Eso le dio otro instrumento de tortura.

Todavía en alguna pesadilla lo veo venir, sonriendo como un psicópata con navaja que te sorprende en el callejón. Ya se sabía: o era una corrección o un arreglo que te haría pasar horas amargas.

Cuando el cura de la parroquia predica sobre la Buena Nueva para mí es sencillo de entender: es como encontrarte con Frankestein pero al revés.

La Obra también desnaturalizó la relación con mis padres (me volví un artista de la mentira) pero ese es otro tema. Sin embargo, a los pocos meses de pitar la entrega empezó a agobiarme y a veces me saltaba algún medio de formación. En esos casos, sonaba puntualmente la campanilla del teléfono. Yo no atendía pues me la veía venir. Alguna de mis hermanas me avisaba que el que llamaba era Frankestein.

“Que te esperamos para la tertulia…”

“¿Recuerdas que hoy tenemos retiro mensual?...

“Te paso con el director, que quiere hablar contigo…”

“¿Has ido a ver a los niños?”

Me gustaría decir que hoy Frankestein, ya en los sesenta como yo, ha dejado de ser lo que era. Pero no lo creo: la última vez que compartimos un círculo breve (él estaba de paso) hizo una enmendatio por "haberse distraído en la lectura espiritual" y a la salida del examen de conciencia me esperó, ya lo adivináis, para hacerme una corrección fraterna.

Fue nuestra última conversación.

Hondo









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