Estos días he leído que la esposa de José María Ruiz Mateos puede acabar desahuciada. Es el último episodio de desgracias familiares y económicas cuyo origen se remonta a la época de la expropiación forzosa de Rumasa por el gobierno de Felipe González, en 1986.

Según la prensa de la época, Ruiz Mateos manifestó haber transferido más de 1000 millones de las antiguas pesetas a un Banco de Suiza a nombre de dos directores del Opus Dei. Esta institución pidió que se retractara y, al no hacerlo, acabó expulsándolo de sus filas. Con posterioridad, en el año 2012, los hijos de la familia Ruiz Mateos afirmaron haber donado 17 millones de euros durante los años en los que intentaron levantar la Nueva Rumasa a diversas instituciones eclesiales, entre ellas al Opus Dei, y solicitaron, sin conseguirlo, la devolución de 5 millones. Todo en Caja B. Actualmente los seis hijos varones de José María Ruiz Mateos (fallecido en 2015) están en prisión. La prensa actual indica que podría seguir existiendo un patrimonio oculto no localizado.

En wikipedia está la biografía desactualizada de Teresa Rivero, en la que se indica que es miembro del Opus Dei, supernumeraria. Sic transit gloria mundi.

No juzgo aquí la moralidad de esa familia ni de sus negocios. Pero, ¿realmente una institución “maternal” que ha recibido directa o indirectamente donaciones tan cuantiosas de esa familia durante 50 años va a dejarla en la estacada sin ayudarla económicamente en los momentos límites del desahucio? ¿Van a conformarse con hacerle puntualmente visitas de pobres -a coste 5 euros para comprarle unos bombones-, para conmover a niñas de 15 ó 16 años a que se integren como aspirantes en las filas del Opus Dei? ¿Qué hace el Opus Dei por sus miembros sin recursos económicos? Desde luego, en este caso, parece que no son agradecidos los que presumen de bien nacidos. Cosas peores se han visto, ciertamente, pero en los submundos de lo aberrante y de la degradación humana. 

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