Un gran maestro, Emilio Carrillo, en su libro Consciencia (Gaia, 2017), libro que me atrevo a recomendarte, seas IN o OUT, explica que los grandes “señores de este mundo” (el Satán que tentó a Jesús ofreciéndole el poder a cambio de adorarle) viven en esa vesania acaparadora, eternamente insatisfactoria, en ese anhelo no ya de dinero, sino de poder por el poder, porque su mente egoica y densa les impide ver y comprender el Amor. Es tanto su miedo, tanto su desquicie, que hacen daño a los demás en un afán infinito y absurdo de “hacerse como dioses”, muchas veces so capa o pretexto de bondad; acaso en alguno, imagino que hasta creyendo que la practican.

Pues bien, dice Carrillo, en lugar de odiarlos o enfrentarnos a ellos, lo que hay que hacer es comprender su inmenso vacío y compadecernos de ellos trasmitiéndoles todo nuestro amor. Son entidades muy densas que están obsesionadas por el mando, el control y el dominio, que desconfían de la vida y que, en puridad, desean sustituir a Dios (Amor) por ese Superyo endiosado (el poder).

Como astutos príncipes de las tinieblas pueden aparecer ante los demás, seductoramente, como algo bueno, loable. Cultivan el más grande de los fariseísmos, el que miente creyendo su propia mentira. Y como el fin justifica todos los medios, no se paran en barras con tal de conseguir sus propósitos al coste humano que sea: la persona es un mero instrumento al servicio de la Institución sacrosanta, que como es tal, nunca se equivoca, ni obra mal, ni tiene tacha alguna. El error es siempre individual, cometido por gente floja, estulta o directamente desviada que ha puesto por delante su interés al de la Obra. Se les puede echar a un lado sin pestañear.

La maquinaria es tan voraz que, al igual que los agujeros negros, comienza a devorar todo lo que tiene al lado porque, fin en sí misma, ya solo se alimenta para seguir alimentándose. Ha creado tal maraña de intereses que (sobre) vive devanada en su propia necesidad de tapar los enredos que ha creado para conseguir sus propósitos. Salvo los más cercanos al núcleo denso del poder, la mayoría de sus miembros son buena gente que ya no piensa, que ha perdido toda ilusión de discernimiento y rema o hace como que rema al son perpetuo y gélido del tambor. Para ellos todo nuestro amor, y para los mandamases poseídos, más aún.

Si pudiera pedirles un favor, una caridad, como se decía antiguamente, sería esta: dejen de empastillar a sus mesnadas. Les están haciendo un daño en el cuerpo, irreparable, pero sobre todo en su alma. No usen la droga legal como medicina de la “fidelidad” para solo elaborar unas estadísticas que maquillen el fracaso. Déjenlos en paz.

Señores de OpusLibros, que noten nuestro amor. Y a las Pilares, mucha Felicidad en el reciente día de su patrona.

ramana