Creer ciegamente en algo o en alguien es vivir de prestado en parte, un existir condicionado, a veces instrumentalizado, es como "estar" sin "ser" completamente. Cuando la fe sobrenatural está intervenida o delegada en una institución, llegaría incluso a ser un acto de cobardía proporcional, un acto de comodidad y de profundo egoísmo, atenuado probablemente por la necesidad de respuesta a la inseguridad innata del ser humano.
Ceder terreno de la propia libertad es venderse una parte de sí mismo para comprar seguridad, y Dios no debería querer eso. Él nos quiere enteros, mucho menos entregados a unos voluntarismos mercantilizados disfrazados de vocación como es el caso del Opus Dei.
Y quienes venden estas seguridades en nombre de Dios –sin duda uno de los mejores negocios de este mundo- es evidente que antes que el bien de la persona buscan en realidad el suyo propio por encima del de los demás.
Romerito