Quién le ha visto y quién le ve.- JuanchoR
Fecha Friday, 28 June 2019
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Hoy desearía hablar abiertamente sobre un tema que he visto que se repite con cierta asiduidad tanto en los testimonios de algunos contertulios de esta web como en otros medios de comunicación. Se trata de la “relegación”. Me explico. A veces se habla de numerarios que en su momento tuvieron nombre o renombre dentro o fuera de la obra, y que luego fueron “relegados” o “desahuciados” por la misma. “Llegó a ser tal y cual para acabar como mero capellán de un colegio, limpiando mocos”, por ejemplo.

No pongo en duda ninguno de esos testimonios. Sin embargo, a mí personalmente hay cosas que me chirrían un poco. Explicaré cuáles y por qué...



Si hay una cosa que tengo clara desde el momento en que pedí la admisión, es que no vine a la obra a hacer carrera, igual que no vine para hacer estadísticas ni “proselitismo”, todo sea dicho de paso. También lo entendía, supongo (perdón si me equivoco) Raúl López cuando, con toda sencillez, trataba de resistirse –sin demasiado éxito- ante los puestos de responsabilidad que le imponían los superiores (DIRECTORES).

Personalmente, he tenido algunos puestos de mando, poca cosa quizá (depende de cómo se mire). La sensación al dejarlos ha sido similar al que le quitan una espina del talón. También he rechazado algún que otro cargo por no sentirme preparado. Sé que esto deja rayado a tus superiores (pero no a Dios, que es lo que importa), y que cada uno se lo toma de un modo distinto, y eso se hace notar en el trato posterior. Pero no trato ahora de hablar de mí.

Sí me gustaría citar el encuentro con un “histórico” que convivió con el mismísimo SJM y que había ocupado cargos importantes en diversos países. Fue después de una tertulia en un curso anual en Madrid; pude tener unos momentos informales con él junto a otros en el pasillo. En ese encuentro, la impresión que tuve fue la misma que la de hablar con un curica del último club-apeadero de cualquier localidad sin labor estable. Se le veía pleno y feliz, con una plenitud y felicidad madura y sedimentada con el paso de los años. Algunos podrían pensar que se trataba de un “relegado” después de los puestos que había ocupado. Para mí, en cambio, se trataba del modo en que, si Dios lo dispone, me gustaría envejecer en la obra.

A lo mejor, alguna de mis apreciaciones es errónea. Pero son apreciaciones espontáneas y personales, y no sabría sustituirlas por otras ajenas.

Alguna vez he oído a alguna persona, después de los años (ya sea un “ex” o un “in”), comentar con una mueca: “pues yo fui director de… pues yo llegué a ser esto o lo otro”. ¿Y?

Si a menudo, una de las cosas que se achaca a la obra –no sin razón- es cierto clasismo o el alarde de precedencia de determinados sujetos sobre otros, no me parece coherente sostener a la vez que “yo me entregué a Dios en la obra” (para luego darse cuenta con desilusión que no había tanto de “Dei” como le hubiera gustado) mientras que por otro lado se argumente que “fui relegado por los directores”. Ojo, ambas cosas pueden ser perfectamente ciertas, pero que sean usadas como argumento por una misma persona… no sé, no me parece del todo coherente. Posiblemente no sea sino el fruto de las contradicciones que vivieron dentro de la obra.

Y creo importante resaltar: no estoy diciendo que esas personas no se entregaran a Dios cuando pidieron la admisión, ni estoy diciendo que esto se contradiga con los sentimientos que puede provocar el tejemaneje que se traen algunos superiores al nombrar o desnombrar.

A lo que voy es a lo siguiente: a veces, hay cierto aire entre nosotros los n como si la calidad de nuestra vocación se midiera por el rasero de los cargos que uno ocupa. Lo cual, además, parecería tener cierta lógica: la vocación de n es, en mi opinión, algo demasiado peculiar, ya que aceptas vivir el celibato para dedicarte por completo a las labores de formación. Pero ¿acaso eso significa que dedicarse por completo a las tareas de formación sea lo mismo que ocupar puestos de mando?

Me parece una visión muy pobre. Porque ¿a quién, en su sano juicio, y después de todo lo que sabemos, se le ocurriría meterse a n para hacer carrera?

Pido perdón de antemano porque sé que mi visión es sesgada: pedí la admisión ya con la mayoría de edad cumplida, y aunque no hubiera tenido tiempo de ser ningún veterano en nada todavía (apenas rondaba los 20), lo que conocía de la Iglesia y de otras espiritualidades me llevaba a abominar de intentar convertirme en “alguien” dentro del opus. Por eso, todo este asunto me chirría… y me hace pensar que todavía hay gente dentro (de ordinario, “jóvenes entusiasmados”; pero otras veces, no tan jóvenes ni tan entusiasmados… -sé por qué lo digo-) que están apostando por lo que yo considero “caballo perdedor”.

¿Cuál es la solución que la obra podría poner a esto, según mi parecer? Pues lo que tantas veces se ha expuesto en estas páginas: que para pedir la admisión, la gente llegue después de un proceso de maduración, ponderación y formación; que sepan dónde se meten y para qué. Por mucho que tú le digas a un adolescente –después de pintarle un cuadro fabuloso sobre el panorama que le espera, comparable a veces a la epopeya del Señor de los Anillos- que los cargos son cargas, etc., de poco sirve cuando está recibiendo tanta información concentrada y sin tiempo suficiente para digerirla.

Muchos han sido víctimas de este espejismo provocado más o menos intencionadamente por quienes eran responsables de su formación. No es de extrañar que algunos, incluso ya con una edad, al pasar a una vida más serena, se sientan relegados. “Qué hago yo lidiando con cuatro sn, con todo el respeto hacia ellos…”. Pues no, no me parece respetuoso con esos cuatro sn. En este sentido, me siento más cercano a la espiritualidad de Santa Teresa de Calcuta.

Con cariño,

JuanchoR







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=25852