Vidas impostadas.- JuanchoR
Fecha Monday, 17 June 2019
Tema 010. Testimonios


Puede que en algún momento este escrito se salga de lo que suele ser mi tono habitual, no sé. Pero es que estoy enfadado.

Estoy enfadado por algo muy concreto. Por un recuerdo. Un recuerdo de alguien muy concreto que me ha venido a la cabeza. No diré su nombre, lo que tenga que decirle a esa persona se lo diría personalmente si tuviera oportunidad, cosa que dudo. Pero quería compartir mi enfado porque es una situación que no es la primera vez que vivo u observo...



Cuando conocemos personalmente a alguien, y cuando hablamos con esa persona, sabemos contextualizar lo que dice. Eso nos pasa también con escritos de personas a las que no conocemos directamente pero cuya situación o experiencia nos hacen empatizar por vivir nosotros en una situación similar o pasar por experiencias muy parecidas. Esto último es lo que me ocurre al leer parte de los testimonios que aparecen en esta página, que tan provechosos me resultan.

Ahora vamos al otro lado. A las personas que conocemos cara a cara y de las que sabemos contextualizar lo que dicen. Cuando hablan… o cuando escriben.

Coincidí hace ya unos años en el centro con un “hermano”. Un numerario de éxito profesional y que a menudo se jactaba en las tertulias contando mil anécdotas de lo bien que se llevaba con la gente en su trabajo, de cómo era querido por todos. De cómo él sabía tratar a la gente “ad extra”. Y lo hacía en un tono como si todos los demás que estuviésemos allí fuéramos marcianos que no teníamos contacto con el mundo exterior y tuviésemos que aprender de él (algunos coincidiréis en que ese es el caso de muchos numerarios, pero aunque alguno había en el centro, no era el caso de la mayoría, que en términos generales, era gente con sentido común; a día de hoy, unos siguen, algunos se fueron).

A mí, personalmente, sus intervenciones me resultaban aburridas, además de un poco peculiares (siendo como soy una persona de mundo). Pero bueno, hay que vivir la caridad con todos, incluso con los numerarios peculiares, qué más da, no le iba a reprochar que fuera como era al menos en este punto. Me daba un poco la impresión de que el marciano era él, y que parecía estar contando sus descubrimientos de neófito como si los demás hubieran de aprender, como el que vende miel al colmenero.

Lo gracioso es que este numerario nos trataba a algunos con un desdén enorme. Cuando le saludabas, ni siquiera te devolvía el saludo, y eso si no te miraba por encima del hombro como si fueras un ser inferior.

No tenía contacto con la labor de San Rafael ni con los clubs, y parecía molestarle sobremanera que otros estuviésemos dedicándonos a ese terreno. Recuerdo un detalle de cuando le conocí. Me presenté, le di la mano y el no pudo evitar tenderme la suya como quien te ofrece una pescadilla resbaladiza. Le hice un par de comentarios sobre el interés que despertaba en mí su profesión y me miró de arriba abajo. Decidí que la conversación había terminado.

A veces le oí hablar despectivamente sobre los que nos dedicábamos a realizar actividades con gente joven. Llegué al convencimiento de que, no sé por qué razón, tenía tirria a este tipo de labor. Bueno, posiblemente la razón era, como muchos han expuesto en estas páginas, que él era de los que opinaban que el Opus Dei originariamente estaba pensado para hacer la labor con gente adulta (aquél “no habrá colegios en la Obra”). Pero lo que más me fastidiaba (y me sigue fastidiando cuando surgen actitudes de este tipo) es que, sin conocerte de nada, y sin saber qué es lo que realmente haces, haya gente que te juzgue y te sitúe en su lista negra particular.

Abro un paréntesis.

Ya he hablado en algunos escritos anteriores sobre lo que yo considero que debe ser la labor con jóvenes, y que nada de proselitismo, y que el verdadero apostolado es el de “contagio”, y que los jóvenes, en caso de querer decidir sobre un camino espiritual, deben pasar por un periodo de discernimiento de la vocación, hasta alcanzar la madurez y el conocimiento necesario para tomar una decisión.

Pero, sobre todo, y eso deseo remarcarlo ahora, yo no he trabajado con jóvenes para que piten, sino para acompañarles en el camino de su maduración a cada uno según su personalidad, para hacerles ver que en esta vida estamos llamados a ser felices a pesar de y contando con las dificultades, para ayudarles a resolver problemas personales cuando pedían esa ayuda, para que descubrieran los entresijos de la verdadera libertad… puede haber gente que trabaja con “pitables”, y así clasifican en una u otra lista a los chicos según arquetipos.

Ese no ha sido nunca mi caso. Descubres la riqueza inmensa de la diversidad humana. Aquél tan cumplidor y que hasta ayudaba a misa, te contaba que era ateo. El que a algunos parecía frívolo y con menos vida interior que un insecto palo, era en realidad un océano de solidaridad, empatía y con una sensibilidad alucinante para las cosas relacionadas con Dios. El chico en “mal plan” que no ayudaba en el centro o “sólo venía a lo que le convenía” tenía un problemón familiar que estaba viviendo con una visión sobrenatural que más quisieran muchos numerarios. El pitable número uno del centro era en realidad, en el ámbito de sus amistades, un Casanova ligón al que le gustaba quedar bien con todos para arrimar el ascua a su sardina. Y todo esto te lo contaban porque había confianza, confianza verdadera que no se veía traicionada.

Todo esto se les escapa a los que miden según los extraños raseros de “indicadores objetivos” de cara a rellenar cuadrículas con miras a hacer estadísticas para la dele. A mí, lo que me ha importado siempre, por encima de todo, es la amistad: sólo de ahí pueden salir cosas buenas, no importa en qué dirección. Y luego, cada uno que elija su camino o que no elija ninguno.

Cierro paréntesis.

Pues bien, ese numerario en concreto, era el perfecto ejemplo de la anti-fraternidad, ese arquetipo que a menudo sale en estas páginas: frío, distante, prepotente. Daba la impresión de que muchos de los que convivíamos con él éramos seres inferiores. De que solo él tenía la verdad sobre lo que era el Opus Dei. Y a partir de ahí, poco podías hacer. A menudo pensaba yo que gente como esa es la que hacía que el Opus Dei tuviera una imagen tan negra como la que tiene en muchos ámbitos.

Alguna corrección fraterna que me hizo estaba cargada de rencor y enfado, y versaba sobre cosas que a él le molestaban (no sé en qué términos la habría consultado al director -que era una persona bastante normalita y hoy padre de familia- pero parecía que una vez consultado lo que fuera, tenía carta blanca para echarte una bronca.

En fin, era, al menos externamente, una de esas personas en razón de las cuales, según dice la expresión del monje, “lo más difícil del convento es lidiar con los de adentro”.

¿Por qué he decidido escribir hoy en concreto sobre esta persona? Pues muy sencillo, y espero que muchos lo entendáis. Hoy, leyendo un artículo, me he acordado de él. En su momento, cuando ya no estaba yo en ese centro, tuve noticia de que esa persona abandonó. Alguna vez me lo encontré por la calle y le saludé, pero miró a otro lado. Yo pensé: “a lo mejor es que estaba viviendo dentro un infierno y ahora ya no quiere tener absolutamente nada que ver con todo lo relacionado con la Obra”. Aún así, me molestó sobremanera. Porque, al igual que muchas veces dentro no ven a la persona sino a lo que se supone que representa, estaba pasando exactamente lo mismo pero en la dirección opuesta.

Soy enemigo acérrimo de todo lo que sea el prejuicio despersonalizador, ya sea desde dentro como desde fuera del Opus Dei. Me congratulo de haber estado en más de una boda de un amigo y ex (amigo cuando estaba dentro y amigo cuando está fuera). Algunos se preguntarán cómo me las he arreglado. En mi caso personal, tampoco es que haya tenido que librar duras batallas en este sentido, y si alguien alguna vez me dijo que “no convenía”, consejo era; en mi fuero interno sería yo después el que decidiera lo que convenía o no. Y lo que vino después… tampoco me preocupó demasiado.

Pero sigamos. Una vez fuera de la obra, según me fui enterando por personas con las que ambos teníamos trato, esa persona se dedicó a despotricar sin pudores de lo que había sido su experiencia, y generalizando de lo que se supone que éramos TODOS los que estábamos dentro y que habíamos coincidido con él. Entraba a criticar cualquier tema desde una erudición fingida… En fin, un día leí un artículo que publicó y aluciné. Aluciné, no por lo que decía, sino por QUIÉN lo decía.

Yo no cuestiono su experiencia personal, porque solo él y Dios sabrían lo que había pasado por dentro. Y añado, además, que cada uno es libre de decir lo que quiera, faltaría más. Pero… para mí… ¡no es válido su testimonio! No lo es porque, cuando estaba dentro, miraba con desdén a todo cuanto le rodeaba, nos hizo pasar por malas experiencias a los que convivíamos con él, encarnó la cara más negra del opus… y ¿ahora qué? No hacía otra cosa que seguir en su línea, solo que desde fuera.

Yo le diría: si tu vida dentro fue estéril, si tanto daño te “empeñaste” en hacer a los que te rodeaban, ¿no estarás ahora criticando justo aquello que TÚ fuiste, el fantasma de tu doble vida? De lo que me daba la impresión era de que, tanto dentro, como fuera, no hizo otra cosa que pelearse consigo mismo… y pobre al que le pillara cerca de esa lucha.

Repito, no trato de juzgar. Pero en este caso particular, lo que sí exijo… es que tampoco le juzguen a uno por lo que parece que representa, porque pertenezca a esta u otra institución, etc. Por sus frutos los conoceréis, sí: y a menudo, y en términos generales, algunos frutos de la obra no han sido precisamente buenos. Pero de los frutos de la labor de cada uno, de los frutos de mi labor personal… esos que solo quedan entre los interesados y Dios… esos que no están anotados en ningún lugar… ¿quién sabe de ellos? ¿Quién es nadie para jugar a las adivinanzas, juzgar, generalizar?

Al igual que hay personas que para mí tienen una ascendencia moral cierta para hablar de la obra (podría citar a tantos: Pinsapo, No_valio_la_pena, etc., etc.), hay otras que, por mucho que hayan estado dentro o sigan dentro, nada tienen que aportarme. Porque viven o vivieron una vida impostada. Y –salvo en los casos de tantas personas que entraron con su mejor voluntad, y además, jóvenes, y fueron llevados por caminos que no eligieron deliberadamente– cada uno es responsable de las decisiones que toma. ¡¡No hagan cargar ahora a otro con el muerto de su hipocresía!!  ¡Sean consecuentes, y libérense de sus propios demonios sin proyectarlos en otros!

Me gustaría aclarar, por si no ha quedado claro, que no es una crítica contra los “ex” críticos, ni una crítica general que pueda aplicarse a esta web o a los escritos que en ella aparecen. Empecé diciendo que se trataba de un caso concreto. Otros como ese he conocido. Creo que el mensaje queda claro, ¿no?

Con cariño,

JuanchoR







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