Creencia, fe, espiritualidad…- Ramana
Fecha Monday, 10 June 2019
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Las opiniones de RESCATADO, siempre tan profundas y pertinentes, me llevan a reflexionar sobre algunos de los temas que plantea en su último escrito. Querría solo y antes, brevemente, hacerle notar una pequeña errata: confundir Judaísmo con Sionismo; y un error: que haya decidido calificarme de “panteísta”. Creo, admirado Rescatado, que para los panteístas todas las cosas son Dios. Desde la No-dualidad (ese “concepto” tan profundo y sutil que nos ha venido de Oriente y que tiene tanto que ver con lo que tu llamas Espíritu Santo) se suele decir, en cambio, que Dios es todas las cosas. Y no es lo mismo. En absoluto. Pero no hemos venido a esta página a discutir, y menos a elaborar sutilezas que para más de uno pueden sonar a bizantinismos.

Me interesa mucho en cambio tu división sobre los tipos de creencias, aciertas en que el ateísmo es una creencia (como ciertas modernas ideologías políticas, cohesionadas también, como las antiguas religiones, con santoral, praxis e iconos emocionales). Me gustaría reflexionar en estas líneas sobre cuál es la espiritualidad (la ideología, por mejor decir) subyacente en el Opus escribariano.

Para ello, y a la manera moderna (practicada por ejemplo entre los judíos y los budistas: “Buddha is what he does, not what he says”), me fijaré en lo que hacen, en cómo actúan, no en lo que dicen que hacen. Hechos, no palabras. Y estos son (aun a riesgo de generalizar) algunos hechos:

- Elitismo

- Pietismo

- Pelagianismo

- Doblez

- Alejamiento del mundo

- Aristocratismo trasnochado

 - Machismo

- Catolicismo preconciliar y eurocéntrico

- Confusión entre la doctrina social de la Iglesia y reaccionarismo político

- Intraclericalismo: confianza exclusiva en los propios sacerdotes y reticencias hacia los demás grupos eclesiásticos, amén de desconfianza y sentimiento de superioridad (infundado) con respecto a otras espiritualidades o religiones que, por regla general, desconocen y juzgan solo desde el más soberano prejuicio etnocéntrico

- Práctica obsesiva del proselitismo como fin en sí mismo y busca de un apostolado no de imantación (“por sus obras les conoceréis”), sino de indoctrinación

- Doblepensar: verdadero síntoma de la gran enfermedad de la Obra

- Obsesión por influir mentalmente desde arriba, en vez de convertir los corazones. Claro que, para eso, habría que empezar por los propios

- Voluntarismo

- Obsesión por el poder, la imagen y el culto al dinero, a veces travestido de esteticismo litúrgico desmedido que, a día de hoy, deja bastante que desear

- Culto a una peligrosa neurosis colectiva obsesionada por la apariencia y ajena, casi siempre, a la realidad de los hechos: este, creo, es el principal cáncer que devorará la Prelatura. El miembro medio se preocupa más por lo que “debería hacer” que por lo que en realidad hace. Ciego o hipócrita, hasta el punto de construir un personaje que justifique esa doble vida.

- Desconfianza absoluta en la libertad. Control férreo de las conciencias

- Dirigismo

- Confundir la fe con la piedad, y la espiritualidad con un normativismo mecánico y rayano en lo obsesivo Como puede verse, se trata de una ideología en la que la espiritualidad brilla por su ausencia. Por eso muchos que entran, que entramos, movidos por una sincera búsqueda espiritual, quizá en los primeros ardores de la adolescencia, acabamos frustrados, agotados, desvencijados por una praxis completamente ajena a nada ni remotamente parecido a un camino de crecimiento espiritual.

Querido Rescatado, en el Opus, el Espíritu Santo ni está ni se le espera: lo han sustituido por un compromiso mecánico de actividad pietista y un voluntarismo que, aunque eficaz a corto plazo, anula la personalidad y frustra el proceso de maduración de las personas. Y les recuerdo que el pecado contra el Espíritu santo es el único que no se perdona. El vuelo libre y creativo del espíritu ha sido fagocitado por un pelagianismo adocenado que, tristemente, conlleva frustración y mediocridad pues adolece de una clara desconfianza en la Gracia. El miedo a la libertad los atenaza y consume por momentos. Si esto no lo pueden ver, de nada les vale la famosa jaculatoria: ut videam…, porque no se trata de recitarla mecánicamente, sino de abrirse a la posibilidad siempre actual del vuelo libre y confiado del Paráclito. Vale.

Ramana









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