Al hilo del escrito de Ana Azanza.- Mediterráneo
Fecha Monday, 03 June 2019
Tema 077. Numerarias auxiliares


Vaya por delante, una vez más, una frase del Martín Fierro: “Aquí no hay razón de más / más bien las puse de menos”, por si alguien piensa que Ana Azanza exagera, o que esto no era así, o que se ha pasado un pelo. Repito: “aquí no hay razón de más / más bien las puse de menos”.  

Dicho esto, como muy bien dice Ana, en el 92 se autorizó que numerarias y agregadas pudieran vestir pantalones, aunque se recomendó que fuera gradualmente, que no se cambiaran todas las faldas por pantalones, y que no fuese un cambio de hoy para mañana. Y fue en el 97 cuando se empezó a decir que no hacía falta que las auxiliares trataran a las numerarias de usted y las llamaran “señoritas”. Si se recomendó que la incorporación de los pantalones fuera gradual, el cambio de trato a las numerarias fue a ritmo de estalactita, de manera que no fue hasta muy entrada la primera década del 2000 cuando se hizo general y se consolidó.

También fue en esos años (finales de los 90, principio de los 2000) cuando empezaron las obras en los centros, para acondicionarlos a las necesidades de personas cada vez más mayores y, con dichas obras, desaparecieron los comedores de auxiliares y con ellos, a su vez, las vajillas y cuberterías diferenciadas. También por esa época dejaron de heredar ropa de las numerarias. A partir del 2005 o 2006, quizá un poco más tarde, las numerarias auxiliares pudieron tener móvil propio, quienes quisieron se sacaron el carnet de conducir, y empezaron a llevar una vida más parecida a las de las numerarias, trabajo aparte.

A día de hoy hay muchas numerarias auxiliares, más de las que nos imaginamos, desencantadas, decepcionadas y desilusionadas con lo que ha sido su vida. Y no pueden ni siquiera plantearse irse, porque no tienen ni un solo céntimo de euro a su nombre. No cobran, cobra la secretaria por ellas, ellas solo firman conforme han cobrado. Tampoco tienen a dónde ir, ni mucho menos posibilidad alguna de encontrar un trabajo fuera.

No contentas con esto, debido a la falta de vocaciones, tienen que seguir trabajando hasta los 70 y muy largos, los 80 en bastantes casos, a las órdenes de una numeraria relativamente joven. Si tienen suerte, la numeraria será de las que darían la vida por las auxiliares, porque existen, y yo las he conocido. Si no tienen suerte, será de las que llega, dice buenos días, se va a hacer un recado, vuelve, reza el Ángelus, se va a Misa y se va a comer a su casa, dejando todo el trabajo a las numerarias auxiliares. Estos ejemplares existen a día de hoy, y no doy más detalles para que no pueda identificarse a nadie.

Se han conseguido algunas cosas: ya no se limpian las residencias los fines de semana y los festivos, se limpia el oratorio, los baños y las habitaciones, pero la limpieza general de la residencia se hace solo de lunes a viernes. Las cenas se dejan dispuestas y las calientan los numerarios, por turno. Si pensamos que hace nada las cenas se servían en comedor, y las auxiliares se quedaban a dormir en la administración de la residencia, reconoceremos que algo se ha adelantado.

Lejos estamos, sin embargo, de lo que debiera ser una mínima normalidad. En un mundo donde bastarse a sí mismo es básico, la administración hace inútiles, incapacita, a tíos hechos y derechos, capaces de meterse dos y tres horas de deporte seguidas entre pecho y espalda. ¿Qué pasaría si cada fin de semana, por turnos, dos residentes fueran al mercado, compraran y cocinaran para la residencia? El primer fin de semana igual no saldría bien, pero aseguro yo a quien quiera oírme que, al tercer fin de semana, la residencia comería genial, y habría unos tíos a quienes no asustaría la logística de una casa. Y ahora, hay numerarios que no se atreven a irse porque, en sus palabras, “no sé hacer nada y se me hace muy cuesta arriba”.  

Y una no puede por menos de preguntarse si no es este uno más de los matices sectarios de la institución: incapacitar a las personas para que no puedan irse. “Somos libérrimos” decía escrivá. “Somos familia”, decía también. Y capaz que lo decía en serio, el muy menguado.

“Las cosas que aquí se ven / ni los diablos las pensaron” - Martín Fierro. 

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