El Opus no es muy cristiano, confunde la fe con la piedad.- Ramana
Fecha Friday, 12 April 2019
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Muchas gracias Neo por tu comentario a mis breves reflexiones sobre la oración.

Me apetece profundizar en el tema dado que varios lectores de OpusLibros se han planteado cómo es la oración en el seno de la Obra escribariana y si tal método ascético redunda en beneficios espirituales para el que la practica...



En mi opinión y experiencia, tal tipo de oración, sea la que se practica individualmente, acaso con un libro de Crónica o Noticias en la mano, como la que te enjaretan unos sacerdotes bajo la luz del flexo, con más o menos gracia y preparación, son profundamente negativas por una sencilla razón: de oración, de meditación, de contemplación no tienen nada: a lo sumo se añaden a las múltiples horas de prédica externa (círculos, charlas, retiros, convivencias) que te atizan a lo largo de la semana, de los meses, de los años.

Como bien sabes, la oración nace del Silencio, en la práctica cristiana contemplativa existe una tradición muy antigua, ya desde los padres del desierto, los hesicastas (hesiquía, en griego, significa silencio, quietud) en que se practicaba esta milenaria actitud de silencio mental y apertura a lo sagrado que se remonta a milenios antes de nuestra era, tanto en Oriente (la Dhyana del Vedanta) como en Occidente. Entre los griegos lo ha estudiado Peter Kingsley, por ejemplo.

En el cristianismo primigenio se practicó siempre la famosa lectio, oratio, meditatio y contemplatio. Ni te cuento entre nuestros grandes místicos, en el español tenemos unos cuantos maravillosos, pero también los renano-flamencos del siglo XIV, como el gran Meister Eckhardt, cuyos sermones, o el libro Los frutos de la nada (ed. Siruela) deberían ser lectura y práctica obligada de cualquier cristiano con anhelos espirituales. Habría que preguntarse por qué la Iglesia católica desconfía tanto de sus místicos (piensa en Miguel de Molinos, por ejemplo) y cómo esa incapacidad o negligencia para trasmitir el camino y la práctica contemplativa ha hecho que muchos busquen esas técnicas en escuelas orientales, budistas e hinduistas, ¡y hasta sufíes! Por suerte hoy en día hay católicos como Pablo D´Ors y su Biografía del Silencio, o Jose A. Vázquez y su grupo Cristiania, que defienden la práctica de la contemplación como el único camino real de acceso a la dimensión trascendente. Pero son minoría y serán vistos con desconfianza, ya sabes el caso Tony de Melho, por ejemplo.

Creo que es solo cuestión de tiempo que la Iglesia se abra por completo a la más honda dimensión espiritual, de lo contrario se verá abocada a un voluntarismo pelagiano, cuyo principal promotor es, precisamente, nuestra secta preferida. En el Opus Escribae, por supuesto, la mística brilla por su ausencia. Desconfían del silencio creador en el que uno se abre al Espíritu Santo. Pero es que el Opus no es muy cristiano que digamos: confunde la fe con la piedad, y la oración contemplativa y adentrarse en el Silencio con un turbio darle vueltas a la mente que intenta ser cooptada por la Institución. De ahí esa suerte de robotización de sus miembros y ese pensamiento único hasta en las cosas más mundanas. Nunca verás a un oputarra hablar de Dios, hablará de moral, de política, de doctrina, porque su “dios” es ese pequeño mundo baturro, aristocrático, sectario, misógino, elitista, desconfiado que instituyó el fundador y al que se aferran mientras tengan dinero y poder. Y eso, dada la escasez de vocaciones, también se irá terminando. Gracias a Dios.

Volviendo al tema de la oración te cuento una anécdota, con permiso de Agustina, pues se sale del monotema Opus, para abrirse hacia la Iglesia y la espiritualidad. Estoy en un grupo de Meditación y de vez en cuando vamos a un monasterio a hacer retiros de Silencio. Nada que ver con los retiros de control mental que practica el Opus Dei. No hay en el grupo nada de confesional, ni de ninguna religión, se enseña a meditar y se pone en practica, eso es todo. En la práctica semanal o en los retiros de varios días son bienvenidos creyentes, agnósticos y mediopensionistas. Saliendo de uno de estos retiros, inundados por la paz monástica y la práctica del silencio, de vuelta a la ciudad, una amiga me hizo notar cuán mal lo ha tenido que hacer la iglesia para que “yo, que no soy creyente, sea la que venga aquí a poner en práctica las enseñanzas del santo que da nombre al monasterio. Y muy agradecida”. Al menos eso, en el Opus ni siquiera, pues su “santo” enseñó una religiosidad mental literalmente diabólica, es decir, dualista, disgregadora, alienante, basada en el voluntarismo pelagiano, en la acumulación de méritos (normas) y el culto fanático a Su personalidad, negando la vida espiritual, la unidad de vida y el amor al prójimo. Así les va. Y peor les irá. No voy a lamentarlo. Vale.

Ramana 







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