¿La naturaleza como modelo para la ética?.- Epi
Fecha Monday, 09 August 2004
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


En réplica a la última carta de José A. Botella quisiera dar mi opinión, quizá un poco heterodoxa, pero creo que más humana.

La homosexualidad, tal como se trata en la Iglesia, y por tanto en la Obra, creo que está mal enfocada. Para empezar se la considera un acto antinatural. ¿Desde cuándo la naturaleza es un modelo para la ética? La ética es una creación o una dimensión humana que nada tiene que ver con la naturaleza. La naturaleza es cruel y ajena a nuestra moral: no hay más que observar el comportamiento de los bichos y nuestros instintos. Si la naturaleza fuese un criterio para la moral, serían pecado el celibato voluntario, las mortificaciones, la monogamia, las huelgas de hambre, curar la muy natural apendicitis, impedir que los ciegos de nacimiento vivan como desgraciados y muchas otras cosas nobles y bellas que nos distinguen de los animales. Siempre me ha hecho reír el argumento biologicista que se me daba en la Obra para justificar lo antinatural que era la homosexualidad: el aparato reproductor masculino y el femenino están hechos el uno para el otro y lo que se salga de ahí es pecado. ¿Quién ha dicho que sólo podemos usar nuestros miembros para su función biológica? En ese caso, usar los pies, por ejemplo, para fumar sería un doble pecado contra natura porque Dios hizo los pies para andar y los pulmones para respirar aire puro. ¿Acaso no tenemos inteligencia para usarlos como nos venga en gana? Que los animales no sean homosexuales no significa que sea pecado que los hombres lo sean: tampoco los animales andan de pie ni copulan cara a cara ni se afeitan.

En cuanto al argumento según el cual Cristo no tocó el tema de la homosexualidad porque consideraba evidente que era pecaminosa, tampoco estoy de acuerdo. El silencio de Cristo sobre el asunto se puede interpretar legítimamente de otra manera: la homosexualidad era práctica habitual en la sociedad grecorromana de entonces y sorprende por tanto el silencio de Cristo sobre un asunto que, por ejemplo, a san Pablo, como buen judío, le escandalizaba tanto. Así que si no dudó en condenar el adulterio y la prostitución y sin embargo guardó silencio sobre la homosexualidad, sería tal vez porque no era en sí pecaminosa. Yo colijo del mensaje de Cristo que él no condenaba tanto actos concretos como las intenciones, él alababa más la limpieza de corazón que la de la reputación. Así que deduzco de todo eso que lo que Cristo rechazaba en el adulterio era el engaño o el deseo efectivo de poner cuernos, no el hecho sano de desear a otras mujeres u hombres; y también rechazaba la promiscuidad, donde las personas se convierten en objetos de placer y no en personas. Por tanto, sin promiscuidad, sin violencia y sin engaño, no hay nada malo en la homosexualidad como no lo hay en la heterosexualidad. Lo importante es amar y hacer lo que uno quiera, en vez de estar preocupado por si tal acto es natural o no. En todo caso, si la homosexualidad es antinatural, hay que recordar que todo lo que el hombre hace es muy antinatural. Por eso somos hombres.

Ya sé que este discursito se sale quizá un poco de los objetivos de la página, pero yo también he sufrido en la Obra argumentos de ese tipo y con ellos he hecho sufrir a otras personas y quisiera deshacer mis entuertos ahora que estoy a tiempo.

EPI







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