¡Menuda polémica!.- Josef Knecht
Fecha Monday, 17 December 2018
Tema 100. Aspectos sociológicos


No me imaginaba que mi último envío (10.12.2018) iba a causar tanto revuelo; no era mi intención. Al menos, ha servido para avivar la mente y los recuerdos de varios de vosotros y para arrojar luces sobre el caso que nos ocupa. Agradezco vuestro interés.

 

Sin afán de polemizar y sin sentirme molesto ante tantas y tan bien fundadas desavenencias conmigo, solo pido que no se saquen de contexto los razonamientos de mi anterior escrito. También soy sabedor de que en el Opus ha habido numerarios que cometieron acciones pederastas (en realidad solo sé de un caso, del que me habló varias veces alguien que no era del Opus, y los hechos delictivos sucedieron hace muchos años fuera de la casa en que vivía el numerario); es decir, no ignoro que gente del Opus pueda cometer ese tipo de delitos. Mi perplejidad ante la sentencia del Caso Gaztelueta no se fundamenta en esa razón, sino tan solo en un detalle aparentemente secundario, pero que, en realidad, es prioritario: el lugar en que, según la sentencia condenatoria, los delitos se cometieron, pues sé por experiencia que un numerario no se comporta igual cuando está “dentro” que cuando está “fuera” de la institución.

 

Dicho de manera positiva, si las mismas acciones obscenas que refiere la sentencia del Caso Gaztelueta hubieran acaecido en otro sitio (en una excursión a la montaña o en la casa particular del alumno agredido, etc.), mi reacción ante la decisión judicial hubiera sido de aceptación sin reparos. Cuando un numerario sale unas horas o unos días de su “gavia” y toma conciencia de que los férreos controles se han relajado o incluso han desaparecido, entonces, si quiere, puede dar rienda suelta a su pulsión sexual, de la misma manera que, si quiere, puede continuar viviendo la castidad: en ambos casos se trata de una opción libre; no niego la libertad de nadie.

 

Sin ir más lejos, las obscenidades que, según Orange (14.12.2018), cometía un numerario cuando estaba en el Centro de Estudios, sucedieron casi todas fuera de la sede del Centro (excepto las masturbaciones y el curioseo, hecho en soledad, de las numerarias auxiliares); Orange describe, pues, una situación idéntica a la que pinté en mi anterior escrito y así aporta un testimonio que corrobora el mío. Y es que la experiencia de nuestra vida en el Opus nos enseñó a Orange y a mí que, cuando los numerarios salían de la “gavia”, su comportamiento dejaba de ser acartonado y se esponjaba. Así éramos en mi época, y pienso que este aspecto de la vida de los numerarios –aspecto sectario: un comportamiento “dentro”, diferente del de “fuera”– seguirá igual a día de hoy. Esta y solo esta es la razón de ser de mi perplejidad ante la sentencia judicial del caso que nos ocupa. En mi opinión, los jueces habrían tenido que ponderar mejor este importante detalle del lugar de los hechos: las personas individuales somos iguales en cuanto a miserias –¡de acuerdo!, amigos–, pero las instituciones no lo son; cuando se juzga algo o alguien vinculado al Opus, no se han de pasar por alto las peculiaridades de su sectarismo.

 

Pez (14.12.2018) hace bien recordando que, aunque un numerario no dispone de llave ni de cerrojo para su habitación, los demás residentes del Centro entran educadamente en ella llamando antes a la puerta. Pero mis reflexiones trascienden el nivel material del hecho en sí, para adentrarse en la psicología. Alguien que no ejerce pleno control del espacio de su propia intimidad, por mucho que lo traten con buenas formas, no puede comportarse en su casa ni en una Obra Corporativa “como Pedro por su casa” (por citar un dicho popular), sino que se ve psicológicamente limitado a dar saltitos como un pájaro en su jaula o a dar infinitas vueltas como un pez en una pecera (esta es una alusión cordial al mote “Pez”). Insisto: el modus vivendi et operandi de los numerarios marca mucho su psicología y su actuación (pseudo)ética.

 

La sentencia del Caso Gaztelueta muestra que unos especialistas analizaron los daños psicológicos padecidos por el adolescente agredido. Yo me pregunto: ¿por qué no se analizó también la psicología del supuesto agresor? Porque todos los letrados partían de la base de que tanto el colegio Gaztelueta como el profesor eran “normales” y no merecía la pena perder el tiempo analizando la psicología de alguien normal, que ya es conocida. Para mí, esta ha sido una grave carencia en la instrucción del proceso judicial: puesto que la Obra de Escrivá es una institución de rasgos sectarios, debería haberse analizado también la psicología del acusado, para profundizar en las peculiaridades de su mente, marcada por el sectarismo del Opus, y las de su comportamiento; los numerarios no actúan igual “dentro” que “fuera” de su “gavia”: ¡así de claro!

 

En conclusión, lo que me chirría de la sentencia del Caso Gaztelueta no son los actos sexuales narrados en ella, sino el hecho de que el profesor, según se desprende leyéndola, campeaba en el colegio Gaztelueta y en su despacho “como Pedro por su casa” haciendo lo que le daba la gana, lo cual es algo que jamás de los jamases conseguí hacer en mis años de numerario ni tampoco vi que otros numerarios lo lograran: todos estábamos psicológicamente enjaulados, controlados y controlándonos unos a otros a todas horas. Este detalle, más significativo de lo que a primera vista pueda parecer, quita veracidad al relato de la sentencia judicial.

 

Por cierto, hace unos años escribí en este foro algunos breves artículos sobre este aspecto sectario del Opus, consistente en comportarse de manera distinta cuando un numerario actúa “dentro” o “fuera” de la institución. Le di el nombre de “psicología de tipo Jano”, en alusión al personaje mitológico de doble cara. Véanse mis escritos La doble vara de medir en el Opus Dei (1.09.2014) y Sorprendente respuesta de Rafael Larreina a Carmen Charo (8.09.2014).

 

Termino deseando a todos y todas una feliz Navidad y que ninguno de nosotros viva ya más enjaulado.

 

Josef Knecht

 

P.S.: Pez (14.12.2018) me pregunta por el origen de mi mote. Es el nombre del personaje principal de la novela El juego de los abalorios del escritor alemán-suizo Hermann Hesse (1877-1962), que recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1946. Aunque esa novela tiene algunas páginas un tanto pesadas de leer, es muy recomendable para un ex miembro de la Obra de Escrivá.

 

Pez hace también una buena digresión sobre cómo eran admitidos en el Opus aquellos candidatos a numerario que confesaban tener una orientación homosexual y cómo seguían siendo tratados dentro del Opus después de su admisión. Es un tema interesante que merecería un tratamiento a parte.









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