Mi percepción del asunto sexual.- Raquel
Fecha Monday, 09 August 2004
Tema 075. Afectividad, amistad, sexualidad


Eso del pecado original, la homosexualidad, la pureza, el amor... el SEXO!

Se ha tocado el tema sexual en la obra y, ya que estoy inspirada y tengo tiempo para escribir, participo de nuevo con todos mis respetos para aportar mi percepción del asunto.

En mi opinión, vivir una sexualidad sana y plena no implica en ningún caso ser únicamente heterosexual, tener una única pareja dentro de un único e indisoluble matrimonio eclesiástico y enfocar el acto sexual a la procreación y continuidad de la especie, siguiendo los dictados de unas personas que se permiten sentar cátedra sobre algo cuya práctica desconocen.

Considero que el sexo, LIBREMENTE CONSENTIDO Y ELEGIDO es bueno per se: mejora la salud, el humor (no en vano la sabiduría popular granadina cuando habla de una persona cascarrabias dice que tiene "mala follá"), la autoestima... y puede ser tanto la máxima expresión de amor entre dos personas como también y simplemente un juego pasional entre dos desconocidos o un movimiento ascendente-descendente de la propia mano sobre el pene o clítoris.

Algunas verdades ineludibles: 1.- El orgasmo es una de las sensaciones más placenteras que puede tener el ser humano (si no la más placentera); 2.- El instinto sexual está presente en todas las personas en un grado mayor o menor desde temprana edad y es absolutamente inherente a la vida (de hecho es causa de ella); 3.- El contacto físico amoroso (de todo tipo) con otras personas es fundamental para nuestra supervivencia (en la infancia) y para nuestra felicidad/salud mental (no solo en la infancia, también siendo adultos).

Otra verdad ineludible es que podemos vivir nuestra adolescencia y madurez renunciando conscientemente al sexo (aunque nos cueste) e incluso a todos los demás contactos físicos amorosos (aunque vaya en detrimento de nuestra felicidad/salud mental).

Mantener a una persona sexualmente hambrienta de continuo mezclando el instinto natural con los artificiales y dolorosos remordimientos, tentaciones, etc, etc, etc... es un buen instrumento de manipulación.

Si eso nos pasa nos sentimos regularmente culpables, sucios, bajos... con el consiguiente menoscabo de nuestra seguridad y autoestima que, a fin de cuentas, es una forma de enfermedad mental e infelicidad. Es mucho más fácil mantener “controlada” a una persona que se siente mal, sucia y culpable que a otra que se siente segura y bien consigo misma. ¡Cuánto tiempo, energía y salud malgastadas en mantener la pureza!. En todas esas horas en las que nos hemos defendido con uñas y dientes de nuestros propios instintos no teníamos vitalidad ni seguridad suficiente para cuestionarnos nada más allá que la necesidad de guardar las distancias con el resto de las personas.

Y no sólo hemos luchado contra el sexo, hemos evitado cualquier ocasión de contacto visual, físico, verbal... con casi todo nuestro entorno, confundiendo el culo con las témporas y pensando que una actitud sencilla con nosotros y los demás en nuestras propias vidas eran ocasión de pecado seguro. Hemos mandado casi toda nuestra afectividad natural al garete, con un esfuerzo y una voluntad ímproba en cada minuto de nuestras vidas pensando que eso era bueno para nosotros y cegándonos en las carencias cada día un poco más. Al final estábamos en medio del mundo, sí, pero más perdidos que un pingüino en un garaje y habiéndonos creado una burbuja de acero a nuestro alrededor que no nos permitía ningún contacto con la realidad del mismo.

Es muy difícil, con tanto árbol tapando el sol en cada momento de nuestra vida (“no mirarle a los ojos”, “inventarse una excusa para subir por las escaleras en vez de en el ascensor”, “evitar tocar con la rodilla a mi cuñado sentado a mi lado en la mesa familiar”....) tener la energía y claridad de criterio suficiente para ver el sol de la causa de nuestra infelicidad, que no es la falta de pureza, si no más bien la represión en tantos y tantos aspectos de nuestra vida cotidiana en pro de una “sobrenaturalidad” mal entendida y una castidad enfermiza.

Volviendo al sexo en sí, por lógica, me parece que estas personas que renuncian al sexo (por la razón que sea, incluida la religión), e incluso a todo contacto físico afectivo natural (como suele suceder dentro de la obra y en menor medida también dentro de otras instituciones de la Iglesia) no solo no tienen el conocimiento suficiente sobre el tema como para dictar normas de conducta sexual o vital en función del sexo; sino que además en cierto modo tienen una actitud mental y sentimental enferma hacia el mismo que incluso desaconseja seguir sus dictados.

Nadie en su sano juicio haría caso a una joven anoréxica que considera que hace un favor al oyente cuando le aconseja que se alimente con una hoja de lechuga al día sin aliñar y se mate a ejercicio para conseguir mantenerse puro, ¿no creeis? Es un ejemplo extremo en comparación (nadie se muere por inhibir el instinto sexual, ya lo hemos dicho) pero a mí me parece que tiene sus similitudes.

Bueno, con respecto a la homosexualidad y siguiendo el mismo criterio, no sé qué decir, me falta información. ¿No habrá entre las participantes de este foro una lesbiana que, como Edu (5/6/04), valientemente comparta con nosotros su experiencia en este sentido?

Releyendo lo escrito, no creo haber dicho nada que sea ofensivo, pero si mis palabras han herido alguna susceptibilidad, lo siento mucho. Estaría encantada en que me lo dijerais para disculparme y explicarme si fuera necesario. No pretendo herir a nadie.

Otra vez muchos besos a todos,

Raquel.







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