Recuerdos de Cursos de Retiro.- Buena Madeira
Fecha Monday, 17 September 2018
Tema 010. Testimonios


Acabo de encontrar “El” archivador olvidado. Contiene restos de mi historia. Entre otras cosas, he encontrado mis disciplinas (casi nuevas). El cilicio está en paradero desconocido: es una pena, porque me era más familiar y querido, por su cotidianidad. También está la carpeta amarilla, con hojas ajadas de la “Agenda”.

Repaso notas de los Cursos de Retiro de los Ochenta e intento recomponer las Meditaciones y sus escuetos títulos: Meditación Introductoria (¿era el aperitivo de la Primera Cena o era tras el postre de la Primera Cena?, no recuerdo), Pecado (y eso entre el Primer Desayuno y la Primera Comida: no encajaba, por la gula de esas horas), Penitencia (ahí es donde todos nos afanábamos por vaciar los ceniceros y lograr así la medalla del día por la obra buena realizada), Vocación (a saco, Paco), Novísimos (Infierno, Cielo; ¡qué voy a contar!), Última Cena (ahí entraba la caridad en abstracto, aunque no el amor en concreto), Oración en el huerto (como nuestro Padre), Resurrección (no meneallo lo del más aquí, porque para menear estará luego el más allá), Iglesia (la madre guapa y, en ese tiempo, Juan Pablo II, que era un entendido del "tema"). Nada acerca del Vaticano II ni de los temas candentes de actualidad política, social, eclesial o religiosa. Ninguna orientación moral que no fuese la de vivir el propio estado con entrega generosa. O, al menos, no lo recuerdo ni mis notas lo reflejan.

Mismas Meditaciones con los mismos Guiones, aunque las predicaran distintos sacerdotes. Cada Meditación tenía un contenido predecible, a base de repetirla cada año en un nuevo Curso; sólo cambiaba el lugar de la Casa y el sacerdote encargado de transmitir el Guión asignado. Casi siempre, sin inspiración, creatividad ni profesionalidad por parte del sacerdote y parece que sin intervención del Espíritu Santo que no interpelaba ni motivaba al predicador de turno. No sé si hoy habrán actualizado los temas, la pedagogía, el estilo y la transmisión de contenidos.

 

El reclamo gastronómico era importante a la hora de adaptar nuestras agendas y solicitar fechas disponibles en casas confortables, con vistas y comida excepcional: “¿Te acuerdas de la pierna de cordero en la comida del tercer día en el Curso de Retiro del 79?; ¿Y el postre de la cena del primer día del Retiro del 82?”; “Me han dicho que la mejor trucha a la navarra la hacen en Islabe; ¿Y hacen ajorriero?”. Si los ojeadores de la Guía Michelin hubieran hecho una ruta gastronómica por las Casas de Retiros del Opus Dei estoy seguro que habrían repartido bastantes Estrellas Michelin entre las administradoras de turno: qué mano tenían, es cierto. Aunque no habláramos de comida, como quien dice sin decir nos íbamos pasando la voz de los mejores pucheros opusinos, con chefs anónimas.

 

Reconozco que los entornos paradisíacos, las mansiones lujosas, los oratorios “de casa”, los horarios relajados y las comidas de marqués medieval contribuían a crear un ambiente de paz interior que nos alejaba de nuestros problemas cotidianos. Las meditaciones, rosarios, exposiciones con el Santísimo, normas en familia y la temida charla con el sacerdote eran el aderezo necesario a la buscada tranquilidad interior. Y salíamos pletóricos y con unos kilitos de más, que no se notaban demasiado porque nos habíamos mortificado en la comida retrasando la ingesta de agua y entonces no teníamos tripitas de sexagenarios sedentarios.

 

En mi evolución personal, hoy no querría nada de eso para mí, porque me parece una paz artificial e irreal creada sobre una conciencia anestesiada, con prédicas ideologizadas, en un contexto ficticio y desde una religiosidad desencarnada. Por no querer, no quiero ni siquiera esa leche frita que antes me parecía inolvidable. ¿Y no ha quedado nada espiritual de esa decena larga de Retiros anuales del Opus Dei a los que asistí? Entre pucheros anda Dios, así que estoy seguro que sí. Dejando atrás los pucheros, que son vanidad de vanidades, y quedándonos con el Dios simple y sencillo, buscado y encontrado en el despojo de los oropeles mundanos que muchas veces descubrimos en la Iglesia y en las instituciones de la Iglesia.

 

Parece que la Iglesia católica deberá desprenderse de gran parte de sus posesiones mundanas para hacer frente a las denuncias de pederastia. ¡Por fin, Dios escribe recto! ¿Llegará el día en que el Opus Dei deberá o querrá desprenderse de sus posesiones propias y a nombre de terceros para hacer frente a las denuncias de abusos de conciencia o para encontrarse con el Dios real y las personas reales, principalmente con las descartadas de la sociedad, como pide el Papa Francisco? Quizás eso no sea el final, sino un nuevo principio, sin pucheros de marqueses ni jerarquías estamentarias, sino con la multiplicación evangélica y utópica de los panes y los peces.

 

Hoy mismo, en el Vaticano, los pobres, los sin techo y los refugiados han repartido crucifijos entre los asistentes al Ángelus. ¿No se avergonzarían los miembros del Opus Dei al llevar a esos pobres, sin techo y refugiados a sus Casas de Retiro para "evangelizarlos" o, como decíamos hace años, para hacer proselitismo con ellos y que esos pobres, sin techo y refugiados viesen el interior de esas mansiones? ¿Qué les diríamos; acaso les diríamos que allí está Dios? ¿Qué nos responderían?

 

Buena Madeira









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