¿Qué les digo a mis sobrinos?.- María MR
Fecha Friday, 27 July 2018
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


Hasta ahora no os había contado mi mayor dolor de cabeza cuando era una adscrita de 17 años y me iba acercando al día de mi cumpleaños: no tenía muy claro si tendría que irme de casa a medio curso o podría terminar el bachillerato en mi casa. Nadie del centro me contaba nada y yo tampoco preguntaba. Lo que sí que comentaba era que todavía no les había dicho a mis padres que era “de casa”, y aquí sí que se me decía que no pasaba nada, que ya lo diría. Mientras, yo iba atesorando fotos de toda la familia en la agenda para cuando llegara el momento.

Otra cosa que me horrorizaba era saber que mis sobrinos, cuando fueran mayores, no me conocerían. Pensar que tenía que despegarme de aquellos risueños rechonchos que me querían tanto me partía el alma.

 

Al final evité que la Obra se llevara a mis sobrinos cuando éramos jóvenes, porque yo me fui. Pero ahora se me los lleva igualmente porque ya van empezando a pitar. No es que ni ellos ni sus padres me hayan dicho nada, pero hay cosas que no hace falta que nadie nos cuente. Yo ya sabía que uno de ellos estaba en el curso anual antes que nadie. Luego algún otro comentario te acaba de confirmar la teoría.

 

En el fondo, ya hace tiempo que voy haciendo mi quiniela. “A éste que le van mal los estudios le van a hacer pitar de agregado, a ésta que está tan loca y es tan desobediente se esperaran para hacerla super, a ésta otra pues puede ser lo uno o lo otro…”. En otra ocasión os dije que esperaría a que tuvieran 18 para hablar libremente con ellos, pero he ido recordando cómo era yo en su época y veo que más vale no hacerlo.

 

Cuando yo entré tenía a casi todas mis relaciones de amistad relacionadas con la Obra. Confiaba ciegamente en la opinión de las que creía mis amigas maduras, las numerarias, y ya no digamos de la opinión del sacerdote. ¿Qué habría pensado yo si me viene una tía mía a decirme cuatro cosas en contra del que es mi mundo? Pues que se equivoca, y correría a contárselo a mis amigas las maduras, y ellas me darían su versión. Y me acabaría alejando de esa tía mía.

 

Así que cuando me cuentan con mucha ilusión sus planes de verano yo también pongo cara de emoción y digo que yo hice eso mismo. Quiero que vean que yo también viví lo mismo que ellos, así que si algún día les pasa algo quizás se les ocurra ir a pedir la opinión de alguien que pasó por lo mismo. Y a mí, que me vean mil veces más feliz que a nadie (sin mentir, sin exagerar ni forzar una falsa felicidad), creyente, casada y lejos de la Obra.

 

En fin, mucho rezar, mucho cruzar los dedos para que descubran el pastel y se larguen, pero voy preparando poco a poco una pequeña ayudita: unas cuantas frases de película para que se les queden gravadas y les salgan en el momento que lo necesiten.

 

- Si alguna vez necesitas algo, cualquier cosa, lo que sea, tendrás las puertas de mi casa abiertas. Acuérdate, eh, aunque ya seamos viejitos y tengamos casi 70 años!

 

- El mayor regalo que nos ha dado Dios es nuestra conciencia. Si no seríamos todos iguales y no tendríamos libertad.

 

- En todos los actos de tu vida, piensa siempre ¿Qué haría Jesús?

 

Espero poder meterlas sin calzador en algunos momentos en que estemos juntos. ¡Ya he dicho alguna de ellas! ¿Se os ocurre alguna frase lapidaria más que no sea sospechosa para aumentar mi repertorio?

 

María MR









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