Los sanfermines en la Obra.- Pouis
Fecha Monday, 02 July 2018
Tema 070. Costumbres y Praxis


Hay cosas en la Obra que nos sorprendieron a muchos. Una de ellas es la asistencia a espectáculos. Algo tan natural como ir al cine, partidos deportivos o a los toros está vetado para los miembros… aunque hay excepciones.

En mi primer curso anual en la Torre (ya os conté algo en el post anterior), con 14 años, una de las primeras actividades que hicimos fue acudir a un encierro de San Fermín. Alguien comentó en esta misma página que algún numerario se había escapado para verlos. En nuestro caso fue algo plenamente programado por el Consejo Local. Nos levantamos a las 4,30 de la mañana, a las 5,00 oración y luego misa y a las 6,00 estábamos en los autobuses camino del encierro. ¡Los cien asistentes! En aquellos años (principios de los 70), aunque había gente, no era tan masiva la asistencia como hoy en día. Ocupamos casi toda la barandilla que hay en la Subida de Santo Domingo (donde salen los toros). Un enclave genial para ver las primeras y más peligrosas carreras. El comienzo del encierre fue a las 8,00, como siempre.

Algún año después, ya viviendo en Torre 2, aprovechando el cumpleaños de un numerario (hoy sacerdote), el secretario (también sacerdote hoy) nos invitó a comer el 6 de Julio en un restaurante en pleno Casco Viejo de Pamplona. Para quien no lo sepa, “las torres” de Belagua carecen no solo de administración, ni siquiera tienen comedores propios y acudíamos a los servicios de restauración a los comedores universitarios. Antes fuimos a “tomar unos vinos” y, al coincidir con el “chupinazo” (inicio de las fiestas de San Fermín) nos quedamos en la plaza del ayuntamiento para verlo. Hoy en día veo impensable que un miembro de la dirección te lleve a ver el espectáculo con tanto gentío.

Estos hechos de “normalidad” chocan con el hecho que nos sucedió unos meses antes. La Universidad de Navarra había organizado un congreso. No recuerdo si era de Teología o una reunión de Amigos de la Universidad. Uno de los actos ludico-festivos era una corrida de toros. Había interés en que el aforo de la plaza fuese limitado y escogido. Nos repartieron entradas en el Colegio Mayor (y supongo que en todos los centros de Pamplona) para que invitásemos a quienes podían “dar buen tono” a la fiesta. Lo sorprendente es que nosotros, los numerarios no podíamos ir. Yo llevé a varios de mis compañeros de clase y a todos ellos les sorprendió que no los acompañase.

Cada fin de semana había cine en el Salón de actos de las Fases, en Belagua. Con frecuencia había conciertos (de clásica o de jazz). A estos espectáculos “privados” abiertos a invitados no había problema para asistir. Pero los públicos no. ¡Qué malo debí ser en la Obra!, nunca me quedaron claros los motivos.

Pouis









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