He sido numerario por más de 20 años.

En la fase final de mi permanencia en la Obra, llegué a pensar que mi vida había pasado sin pena ni gloria. Estaba llegando a los 40, no tenía familia ni amigos verdaderos y mi desarrollo profesional estaba frenado y tendía a la mediocridad por culpa del Opus. Nunca dejaré de dar gracias a Dios por haberme dado las fuerzas para salir corriendo de allí.

De vez en cuando, me cruzo por la calle, o en otros lugares públicos, con algunos de los pocos que han quedado de mi época en la institución. El espectáculo es penoso: hombres mayores, con mirada perdida y aire ausente, casi con seguridad producto de los psicofármacos que consumen para perseverar.

Hace unos días me encontré con FM, un sacerdote de unos 60 años, famoso en mi época por su fanatismo, no sólo en relación al Opus Dei, sino también en relación a un equipo de fútbol y a un partido político. Me dio pena verle: aparentaba mucho mayor y había perdido todo el pelo. Trató de esquivarme con su vista, pero como se trataba de un espacio pequeño no pudo hacerlo. Un saludo rápido, ninguna pregunta sobre mi vida actual y alejarse a paso ligero fue su reacción ante tan molesto encuentro. Yo sin embargo, voy siempre con la frente en alto y no tengo problemas de saludar a nadie y detenerme unos minutos para preguntarle por su vida.

Desde que escribí mi carta de dimisión he ido reconstruyendo mi vida. Un matrimonio feliz y hermosos hijos que corretean en mi casa son un regalo precioso que Dios me dio.Mi vida profesional no ha hecho más que mejorar y me permite mantener a mi familia dignamente.

Quiero dar un mensaje de esperanza: Nunca es demasiado tarde para retomar las riendas de nuestra propia vida. Quién me iba a decir a mí hace una década que todo iba a cambiar tanto para bien!!

Muchas gracias amigos de Opuslibros.

Maimonides