Primavera del 74 y llegó la mejor de las noticias ¡podíamos conocer al Padre! Ahí nos ves a una colección de adolescentes que por fin conoceríamos a “Aquel” tan famoso. Nos movilizaron a una colección de catorceañeros para ir a Pamplona. Íbamos a tener una tertulia en Aralar. Madrugón y a coger el autobús de línea. La idea era llegar al Centro de Estudios a primera hora, a la tertulia. Llegamos a las puertas de Aralar y ¡desilusión! El Padre no podía tener una tertulia con nosotros. ¿Los motivos?… el Padre está muy cansado,… el Padre tiene que marcharse… bla, bla bla…

Una multitud de chavales a la puerta del Colegio Mayor (no nos dejaron ni entrar), cantando y gritando palabras de cariño. Algunos se encaramaron al muro para intentar ver algo. No sé el tiempo que nos tuvieron, pero fue mucho. ¡Que sale, que sale! Más gritos, más emoción.

…Y salió, se subió al Mercedes granate y se marchó. Fue un fugaz minuto. Tal vez levantó la mano a modo de saludo (o de bendición) y desapareció. Tuve la misma sensación cuando años después llevaba a mi hijo a los partidos de futbol y al ver pasar a Cristiano Ronaldo o a Leo Messi cuando se bajaban del autobús y, si teníamos suerte, levantaban la mano como saludo. Mucho grito, pero ningún contacto.

Todos lo entendimos (¿?), la agenda del Padre estaba sobrecargada y tenía poco tiempo para nosotros, sus hijos más pequeños. El premio de consolación fue una película sobre una tertulia del Marqués en algún país.

Años después, durante un curso anual, nos pidieron que, en un papel en blanco y escrito con pluma estilográfica, escribiésemos lo que había supuesto para nosotros conocer al Padre… ¡Todo sea por canonizar un Santo!

Por la tarde, de vuelta a nuestras casas (las de verdad, las de nuestras familias de sangre) comentamos en el autobús la desilusión de la jornada… Fue el motivo de mi primera corrección fraterna “seria”, por falta de espíritu filial.

Mi reflexión fue y es muy sencilla… ¿Un padre de verdad no se pararía para saludar a sus hijos? O solo lo hacía delante de las cámaras.

Pouis