Nadie vivía en el club, salvo los fines de semana cuando “desembarcaban” desde Pamplona. El oratorio pequeño, pero muy digno. Los sábados se ponían flores frescas. El “encargado de turno” se acercaba a la floristería a recoger unas flores (no muchas). Un día el numerario en cuestión volvió desencajado “No nos dan flores hasta que paguemos lo que debemos”. Como no había recursos “inmediatos” la solución fue sencilla, el director dio una orden:

¡Bajad a los jardines y cortad flores! Pero que sean rosas, no traigáis de otro tipo.

Como ladrones al acecho, rapiñamos las que pudimos, pasando vergüenza por hacer lo que no debíamos. Este fue el primer “conflicto” con mis padres por culpa de la Obra. Me tuvieron que repetir varias veces:

¡Eso no se hace!

Solo sucedió una vez el ir a cortar flores a la plaza. Cuando comenté mi malestar con el cura y con mi director me dijeron ambos que eso no era robar y que no había que prestar tanta atención a esos pequeños detalles.

¿¿No habíamos quedado en que lo importante eran los pequeños detalles?? Pero una cosa es predicar y otra dar ejemplo .

Pouis