No se va de mi memoria (II).- Dax
Fecha Monday, 11 June 2018
Tema 010. Testimonios


Aquellas Jornadas Técnicas supusieron un antes y un después en mi vida. Desde entonces, la idea de la "vocación" se convirtió en obsesiva y recurrente, en un laberinto. Una trampa que solo admitía como salida la entrega obligatoria a un camino que, en mi caso, me generaba más rechazo que atracción. Es en esos términos como, al menos no hace tanto, se proponía a los adolescentes la vocación al Opus Dei. Ver ayer, en la Feria del libro de Madrid, el libro de Jorge Miras "Fidelidad a Dios", me mueve a pensar que las cosas no han cambiado en estos cuatro años, desde que me fui. [Nota al margen: ¿Por qué no exhibía Rialp en su puesto de la Feria ningún libro de Escrivá? Misterios del AOP]...  



A partir de aquel momento comencé a ir con más frecuencia por el centro, al menos los sábados que había retiro mensual, que iba seguido de plan de cena fría y película o celebraciones de cumpleaños. Realmente increíbles aquellos shows, nos lo pasábamos en grande, que también hay que decirlo. En los retiros mensuales podía acudir a las meditaciones de Don J.P. Como ya dije, Don J.P. era un gran retórico, un excelente predicador. Su voz sonora iluminaba aquel oratorio en el que no se vislumbraban más que su rostro y el sagrario. Sus meditaciones, más que poéticas, eran verdaderos ejercicios de teología, sostenidos por un amplio conocimiento y una piedad sincera. Lo cual no quita para que, de vez en cuando, el veneno institucional le supurase por la lengua, y en medio de una prédica de altura literaria y espiritual, soltase:

 - Cuando tengas tentaciones de pureza en la cama, coge el crucifijo. Clávatelo en la carne, apriétalo, así. Hazte daño.

O, refiriendo un pecado, pero no un pecador:

- Padre, me acuso de haberme levantado de puntillas, cuando mis padres estaban dormidos. Haber silenciado el televisor. Haber buscado canal erótico, y haber tenido tres caídas de masturbación. ¡Hay que ser malo!

O aquella otra, para remover conciencias:

- Si tienes dudas de vocación, ponte en manos de los directores, porque tú no sabes nada. Vete a ellos y diles: vosotros sois los que sabéis de esto. Decidme: ¿qué tengo que hacer?

Frases incrustadas en mi memoria hasta que la muerte nos separe. Habíamos sintonizado bien, y me gustaba bastante hablar con él.

- Mira - me decía - a mí me gusta más así, la confesión dialogada. Tú me cuentas tranquilamente, y yo al final te me pongo la estola y te doy la absolución de todo lo que hayas contado. ¿Te parece?

Claro que me parecía. Aún hoy me resisto a creer que él pudiese contar a los directores las cosas que yo le contaba a puerta cerrada. Aún hoy, a pesar de tantos testimonios en contra, de lo sospechoso de su propuesta, prefiero creer que guardaba mi intimidad. Intimidad que, tras pasar algunos años dentro, se había visto infestada por un miedo atroz a todo lo que oliera a sexo. Tanto es así que llegué a empezar a cuidar la vista con imágenes de la Virgen. Hoy lo miro y me parece aberrante, pero por entonces estaba indefenso, lleno de temor. Recuerdo el día que, avergonzado, se lo conté.

- Don J.P., tengo tentaciones de pureza con las imágenes de la Virgen.

- No te preocupes, es normal. Lo siguiente serán las tentaciones con los niños del club, como les pasa a algunos. Te lo digo para que lo sepas y no te asustes. El diablo trabaja así. Además, es que, vamos a ver, hay algunos chavales guapetes que les pones un pañuelo en la cabeza y pasan de Manolo a Manolita, ¿no te parece?

Aquella respuesta quebró algo dentro de mí. Aún hoy, al recordarla, se me llenan los ojos de lágrimas, y el estómago se me da la vuelta. Casi todos los demás recuerdos que tengo de Don J.P. son buenos, salvo cuando me achuchaba para que pitase. A veces con las razones más variopintas.

- Mira, me han regalado hoy una pluma nueva. Me gustarías que la estrenases hoy escribiendo la carta al Padre.

- Hmmmm.... Creo que no, hoy no.

Le sigo teniendo mucho cariño. Al revés de como suele interpretar la Obra, pienso que él es un hombre esencialmente bueno, y un buen sacerdote, con teología de calidad (recuerdo el libro de von Baltahsar que tenía en su cuarto). Creo de veras que sus errores, más que personales, fueron el resultado de las obligadas cesiones a un espíritu institucional que él nunca acabó de digerir, y que, tal vez, se encuentren en el origen de su enfermedad mental. Cuando la enfermedad avanzó tanto que no pudo seguir desempeñando la labor que tenía, lo mandaron con su familia de sangre. Recuerdo mi repulsa al enterarme.

-"No, es que Don J.P. ya no es apto para hacer vida en familia".

Tal vez me lo dijo P.F., aquel director que me vio pitar. Aquel que me dijo que, para él, alguien que dejaba la Obra era como un divorciado que abandonaba a su familia. Qué escándalo ver cómo esta vez era la Obra la que abandonaba a alguien, como si en vez de divorciarse de él, mandase al cónyuge enfermo a casa de sus padres, porque se ha vuelto insoportable. "Qué deleznable doble rasero", pensé cuando barrieron de en medio a Don J.P.. Quizá me faltan elementos de juicio. Pero se me antojó horroroso. Ojalá me equivoque.

Dax

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