Hola Novaliolapena,

He leído tu artículo “Libertad en la Obra” y me ha brotado un bombazo de ira con buena leche, cómo decía mi querido Forges, que tengo que comentar.

Lo que cuentas es pura esclavitud, que se abolió en 1879 en España, pero nosotros con nuestro buen espíritu y afán de servicio a la iglesia no nos dimos cuenta.

No es que yo no lo haya vivido (llevo cuarenta y pico en esta "querida familia"), pero el tema que me trae es otro.

En el último círculo que estuve, la semana pasada, la ponente (la conozco desde los 12 años), nos lo dio con ardor guerrero. Comentó que la habían invitado a hablar de no sé qué en el centro de estudios, y se quedó de piedra porque solo había 22 numerarias, y ella cuando lo hizo ¡eran 122!

Se planteaba -así lo dijo- que si ahora que éramos mujeres maduras (una media de 65) y que en Casa podíamos hacer lo que "quisiéramos" teníamos que ponernos las pilas y volver a las 122.

Efectivamente, no sé cómo viven en Roma, pero soy testigo que actualmente el lema es "vive y deja vivir", eso sí con discreción. Se va a todo: bodas, petición de mano, bautizos, y demás sacramentos. Reuniones de todo tipo, por ejemplo esto qué es tan habitual en las empresas: hacer un fin de semana con todos los compañeras/os, que lo pasan bárbaro, y algunos beben hasta perder el conocimiento, pues hay que ir no vaya a ser que no salgas en la fotografía... ¿Que estás muy estresada/do pues con la tía, prima (póngase todo en masculino también) pero no al pueblo de al lado; si hay que cruzar el charco se cruza. Que lo que me gusta es el aerobic, el tenis o el golf, pues a por ello, tienes la oportunidad de conocer a gente influyente, pero eso sí, sin ser deficitaria porque a lo mejor no puedes ir al dentista porque no hay dinero aunque hayas sido una perfecta esclava toda tu vida.

Otro aspecto: la presencia en la vida de familia, que en bastantes casos es la no presencia durante días, pero siempre muy bien justificados y más si tienes la dicha de ser del consejo local. Los fines de semana no quedan en el centro más que las que ya no pueden salir por edad o enfermedad, es una soledad brutal.

Sí se pudiera hablar con libertad, a la ponente le aconsejaría que ese ardor guerrero se lo transmita a las 22 del Centro de Estudios y que sean ellas, sin llegar al grado de esclavitud que llegamos nosotros, quienes traigan un aire renovado y juvenil, con el deseo de seguir las enseñanzas del evangelio viviendo la caridad cristiana cómo Cristo nos enseña y sin el fariseísmo (es muy fuerte decir esto) en el que vive el Opus Dei.

Espe