Una historia más (VI).- Lupe
Fecha Monday, 26 February 2018
Tema 078. Supernumerarios_as


Una historia más (VI)

Lupe, 26/02/2018

 

No pude tapar el sol con la mano (y conste que lo intenté)

¿Qué te sucede? Es que hace ya varias semanas que te encuentro rara. Aunque me digas que estás bien yo te siento cambiada. ¿Estás enferma? Con estas palabras, o similares, se dirigió a mí Eduardo una noche. Era viernes y me había invitado a salir. Había estado toda la semana de viaje y quería que cenáramos juntos fuera y platicáramos. Le dije que no, no tenía ganas. Me sentía cansada y sin apetito. Solo quería dormir. Me preguntó si estaba embarazada y le dije que no. ¡Qué bueno! respondió…



Si bien Eduardo seguía perteneciendo a la Iglesia ya se había separado totalmente de la Obra. Llevábamos algo más de 15 años casados y a esta altura mi plan de vida ya le fastidiaba bastante. Habíamos empezado a discutir mucho por este tema. Él me reclamaba que pasaba mucho tiempo ocupada en las labores del Opus Dei y descuidaba nuestro matrimonio. Ya casi no salíamos, no teníamos actividades en común y cuando yo tenía algo de tiempo lo ocupaba con los niños. Además, me dijo, tengo la sensación de que ya ni siquiera te gusta dormir conmigo. Por supuesto lo negué, pero la realidad es que tenía razón. Mi cansancio crónico sumado al miedo de quedar nuevamente embarazada generaba que rechace todo tipo de acercamiento de su parte. Evidentemente estábamos en problemas. 

Ya anteriormente Eduardo me había propuesto que usáramos algún método anticonceptivo, pero yo me opuse terminantemente. Luego de este episodio, con el resto de cordura que me quedaba, me propuse tomar medidas para evitar un nuevo embarazo. Tenía la impresión de que si no actuaba inmediatamente terminaría cayendo enferma. Llegó un punto en el que me angustiaba cada noche antes de irme a dormir, tanto el miedo que tenía de quedar encinta. Intuía que un nuevo embarazo terminaría por separarnos completamente. Así las cosas, y previa consulta con la numeraria que llevaba mi charla, decidimos (ojo al verbo, la decisión fue consensuada… ¡¡¡con la numeraria!!!) que los días que ovulaba no tendríamos intimidad, siendo este el único método anticonceptivo que acepta la Iglesia. Las supernumerarias en general acatamos la consigna. A regañadientes Eduardo aceptó.

En el fondo de mi corazón yo tampoco quería tener más hijos. Por un lado estaba cansada de los embarazos y sentía muchas ganas de recuperar mi cuerpo; quería bailar, tomar tequila de vez en cuando, dormir una noche entera; y ya no quería sufrir nunca más los dolores de parto. Por el otro lado, deseaba dedicar más tiempo a mis hijos que me necesitaban. Ellos también sufrían mi ausencia y empezaron a tener problemas en la escuela. Todos merecíamos un descanso y así fue como empecé a calcular mi ciclo biológico de ovulación. 

Quien lo hizo (o hace) sabe que es un tostón. Por un lado hay que ser muy regular para poder planificar un encuentro y por el otro lado entre los días del período, el día de ovulación, el día anterior y el posterior y por las dudas un poquito más, al final los encuentros se reducen a poco más de una semana al mes. Una puede intimar con su pareja esa semana al mes, todos los días, y luego a espantar al marido a como dé lugar.

Yo me había comprado en la farmacia unos test para medir la ovulación. Eran unas cintas pequeñas, blancas, que tenían un reactivo químico en una de sus extremidades. Todas las mañanas había que hacer el test y si la cinta tomaba color una estaba ovulando, si quedaba blanca ese día no había peligro. La cinta se ponía rosa el primer día, más colorada el segundo y rosa nuevamente el tercero. A veces salía rosa más días y yo me desesperaba por la falta de certeza. Más allá de todo, a mí igual me quedaba una intranquilidad latente de que pudiera fallar el método con lo cual el acto sexual perdió desde ese momento bastante encanto (o casi todo). 

Este tema no es menor. Mi matrimonio entró formalmente en crisis el mismísimo día en que ese maldito test de ovulación entró en mi vida. Ese método para evitar un embarazo –disculpen la expresión- es una mierda. Uno no puede forzar un encuentro íntimo valiéndose de unos reactivos químicos. ¡Es de locos! Dormir con mi marido, no cuando tenemos ganas sino cuando la cinta se pone blanca. Yo era aún joven, amaba a mi marido y me gustaba tener intimidad con él. ¿Por qué me dejé llevar por semejante insensatez?

 

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