¿Lo bueno del espíritu? Para Jose Carlos.- Fulcro
Fecha Tuesday, 03 August 2004
Tema 090. Espiritualidad y ascética


¿Lo bueno del espíritu?

Estimado José Carlos:

En tu correo del 26-julio-2004 imaginas que todos fuimos cautivados por un ideal cuando nos hicimos del opus dei y esa suposición no me parece muy acertada. Mi caso desde luego no fue ese, y aunque pueda ser poco significativo voy a intentar contestar algunas de tus preguntas por si te sirve de algo. Pocas dudas tengo de que en tu caso y en el de otros la espiritualidad de esta organización entendida, no solo como el pequeño conjunto de propuestas que la componen (santificación del trabajo, santificación en el trabajo, santificación de los demás con el trabajo, etc.) sino como el sinnúmero de normas, costumbres, criterios e indicaciones, estilo, parafernalia e ideario que le acompaña, pudo ser y sigue siendo una forma de vida muy atractiva en la que como dices, muchos elementos forman parte de la tradición cristiana secular que la Iglesia ratifica (y yo además añado, que incluso recomienda). Cabe señalar, no obstante, que esa ratificación de múltiples cosas no implica que uno se dedique a hacerlas todas, del mismo modo que sería exagerado empeñarse en practicar cada una de las devociones más o menos recomendables, por buenas que sean. Por algo la Iglesia solo impone un mínimo para los fieles corrientes y para sus sacerdotes, y estos mínimos se rebasan ampliamente en las ordenes religiosas, en los institutos de vida consagrada y en la única prelatura personal existente hasta la fecha.

Digo, que generalizar es un poco arriesgado porque, al menos en mi propio caso, ni antes ni después, ni mientras fui del opus, esos elementos a los que me parece que te refieres, en general nunca me agradaron; al contrario, desde los recuerdos más remotos de mi infancia hasta la actualidad puedo afirmar que siempre me ha aburrido la misa, las oraciones vocales en general y el rosario en particular, etc., etc., y toda relación con el clero me suele provocar empacho. Por tanto, la formidable cantidad de prácticas religiosas del opus, aunque las cumplí relativamente bien, las sobrellevé muy mal, y mucho peor el asunto de los criterios, costumbres y charlas fraternas; o sea, que la praxis me sentó fatal, y sin embargo eso no impidió mi fuerte adicción hacia ella.

Si me hubiera dejado llevar por mis sentimientos más primarios estaría hoy día muy alejado del cristianismo y de todo lo religioso. Aunque lo comprendí bastante bien, a mi no me cautivó en absoluto un ideal cuando me hice del opus, y aunque mi caso pueda ser extremo imagino que a otros les puede haber pasado algo parecido. Yo no caí en una red tejida con sentimientos favorables hacia el opus sino en otra de pura racionalidad. Y percibir en mi tanta repulsión hacia las prácticas religiosas me condujo a fiarme solo de la razón, lo cual a mí me demuestra que las repulsiones o repugnancias y las creencias en modo alguno son incompatibles entre sí, y que el fanatismo se adueña de uno por la cabeza y no solo por el corazón. Así, acabé creyendo como el que más en que había sido elegido desde toda la eternidad y que solo el opus me podía salvar del infierno. También debo decir que, paradójicamente, estas repugnancias nunca han impedido que uno de mis intereses más apasionantes sea la religión y, por supuesto, el amor a Dios.

¿Que es posible irse del opus y seguir creyendo y practicando lo bueno de su espíritu? tal como te preguntas, José Carlos. Pues si, claro que si. Yo estuve varios años haciendo exactamente eso, por iniciativa propia y libertad real. Porque me marché, no porque dudara del opus, sino porque me era imposible mantener mi cordura con tanta práctica no tan religiosa y con tanto control sobre mi persona, que aborrezco intensamente. También sostuve durante mucho tiempo de manera casi dogmática muchas de las ideas aprendidas; incluso algunas me siguen pareciendo buenas, pero ya sin dogmatismo. De hecho, si no fuera por la peligrosidad del proselitismo agresivo, la sectarización que conlleva, las aspiraciones imperialistas y la coacción nada santa, cuyas consecuencias nefastas he podido comprobar en personas a las que quiero mucho y que removieron todas mis ideas precedentes, al opus lo tendría por una orden religiosa más, aunque camuflada para los laicos; y a pesar de ese contrasentido no se me ocurriría criticarle.

Escrivá comparaba a los cristianos con faroles apagados mientras que a sus seguidores los consideraba encendidos, y a mi eso me hacía pensar que la luz que les faltaba era el espíritu del opus dei, y que dentro o fuera de la institución era la única manera cabal de ser un buen cristiano corriente. Esta es una idea que desde hace algunos años rechazo totalmente, como también rechazo tanto énfasis en la santificación del trabajo y me quedo solo con la honradez en el mismo. Más aún, me va pareciendo evidente que cada cristiano corriente tiene que hacerse su propio camino como se le antoje, con libertad, responsabilidad, y naturalmente teniendo en cuenta las directrices de su Iglesia, que para los católicos es la Católica. Para muchos será necesario mucho rezo, mucho rito y quizá la integración en alguna organización, y para otros, entre los que me cuento, nada más que lo imprescindible. Los religiosos ya tienen lo suyo y me parece bien si les gusta.

Para finalizar, José Carlos, entiendo que si se modificaran algunas cosas que criticamos aquí del opus ya sería apto, tanto para tus aspiraciones religiosas como para las de otras personas, y yo no tendría nada que objetar sobre ello mereciendo todo mi respeto y admiración, salvo si se siguiera produciendo fanatismo y sectarismo, pero esto supondría un abandono, si quiera parcial, del pormenorizado diseño del fundador, que hacía hincapié (por no decir que presumía) de haber hecho una teología nueva y de que todos los elementos de su obra eran de inspiración divina. Tanta convicción llegó a tener sobre sus logros, que solo pasando por su corazón y por su cabeza sus seguidores podían llegar a Dios; vamos, algo así como el medianero de todas las gracias. A mi juicio, los dirigentes actuales de la fundación y los que puedan venir después están "teológicamente" incapacitados para poder alterar algún elemento que roce lo substancial; están atrapados en su propia trampa.

Con afecto

Fulcro







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