Y ahora, qué ¿lo que vaya saliendo?.- Gervasio
Fecha Monday, 24 July 2017
Tema 070. Costumbres y Praxis


Y ahora, qué ¿lo que vaya saliendo?

Gervasio, 24/07/2017

 

Con el fallecimiento de Javier Echevarría y la elección de un nuevo presidente- padre-prelado del Opus Dei, que todo eso es don Fernando Ocáriz, se abre una nueva etapa dentro de esta institución. Por nueva etapa entiendo un nuevo momento histórico en el que ya no cabe apelar a “estamos en los comienzos” o “estamos en unas circunstancias excepcionales”. Ya se ha acabado “el comenzar”. La llamada solución jurídica definitiva —buena o mala— se ha adoptado tiempo ha. Estamos constituidos en prelatura personal. Gracias a Dios Nuestro Señor sean dadas. Se ha conseguido aquella famosa y dichosa “intención especial”, que arrastrábamos desde 1962, con una travesía de veinte años por el desierto, hasta llegar a la tierra prometida de la prelatura personal, que hoy día es agua pasada que no mueve molino. La expansión geográfica de la institución también se puede considerar completada o casi completa. El nuevo prelado ha dicho que ha dejado de ser una prioridad “fundar” en nuevos países. Y ahora, qué, What next?...



Quedan bastantes aspectos institucionales por rematar, distintos del de constituirse en prelatura personal. Los programas de acción para su resolución pueden agruparse en dos categorías: corrección de cosas que no marchan bien —es decir, que se llevan a cabo defectuosamente— y fijación de los fines institucionales. Dentro del primer grupo cabe señalar cosas como la dirección espiritual, el reclutamiento e incorporación de menores de edad, la perpetuación en los cargos de los dirigentes, el exceso de burocracia y reglamentación y todo lo demás que se quiera añadir. Dentro del segundo grupo cabe preguntarse: a qué nos vamos a dedicar ¿A organizar partidos de fútbol de niños comprendidos entre los cuatro y los nueve años? ¿A captar estudiantes universitarios? ¿A promover más colegios de segunda enseñanza? ¿A influir en la moda femenina, para que las mujeres con sus puntiagudos tacones no estropeen la sala de estar de Molinoviejo? ¿Tendremos que canonizar a más gente, a don Javier, por ejemplo, o más bien a Montserrat Grases? En suma, ¿En qué va a consistir “nuestra labor”? ¿En lo que nos vaya saliendo al paso? ¿Cuáles son las peculiares obras pastorales o misionales en favor de varias regiones o de diversos grupos sociales — como dice el canon 294— que el Opus Dei va a promover y en las que los laicos pueden cooperar orgánicamente mediante convenciones? ¿Tendremos que cooperar con obras pastorales y/o misionales? ¿Cuáles?

Decía don Florencio Sánchez Bella, consiliario que fue de España durante años, que no importaban demasiado las defecciones, pues en el ínterin, a pesar de los abandonos, “la labor” se iba haciendo. La labor nunca consistió en otra cosa que en hacer proselitismo (Cfr. Gervasio La cadena del proselitismo de 30-III-2007). Y en cierto modo tenía razón, porque durante sus sucesivos mandatos, eran más los que entraban que los que salían. Había crecimiento. Lo malo es lo que sucedió posteriormente, a saber, que “la labor” disminuyó; es decir, que la tendencia a salir se tornó alarmantemente más acusada que la tendencia a entrar. Y encima, envejecimiento de la población.

El papa Francisco recientemente descalificó con palabras duras la idea de “proselitismo”. Ante tamaña descalificación, que les da en toda la línea de flotación, las autoridades del Opus Dei  adoptaron la actitud de mantenella y no enmendalla, como ya habían hecho ante la exigencia de una dirección espiritual separada de la cadena de mando. Si nos dicen que no se puede imponer como director espiritual a un superior, responderemos que nuestros superiores locales no lo son. Son coleguillas. Y con tal aserto el asunto se dio por arreglado, zanjado y resuelto.

Frente a la descalificación de las actitudes proselitistas se defendieron redactando una nota basada en consideraciones de carácter semántico. En buena semántica tal descalificación, al parecer, no va con ellos. Verdad que $anjosemaría —tal era el tenor de la nota— escribió en 1934 una Instrucción sobre el modo de hacer proselitismo y dedicó en el libro “Camino” un capítulo dedicado al proselitismo, distinto del dedicado a apostolado. Verdad que muchos otros documentos internos utilizan la palabra proselitismo encomiásticamente. En el punto 763 de Camino leemos: Proselitismo.—Es la señal cierta del celo verdadero.  La nota pretendía hacernos creer que en épocas pasadas “proselitismo” significaba “apostolado”. Ni ellos mismos se lo creen. Sólo tratan de capear el temporal y de salvar la cara. Lo verdad es que cara no les falta.

Todos sabemos que en el Opus Dei siempre se distinguió entre apostolado y proselitismo, como cosas bien distintas. ¡Vaya si se distinguía! Teníamos que traer cada año una o dos vocaciones. Nada de hacer apostolado con una o dos personas. El fundador recordaba una y otra vez esta obligación proselitista en todos los tonos posibles y con ligeras variantes en cuanto al número de vocaciones que anualmente cada individuo había de aportar. A veces decía uno, otras dos, y en ocasiones tres. Le oí exigir hasta cinco. Esto último lo dijo sólo una vez, que yo recuerde.

            En una tertulia que “nos daba” un Superior Mayor —entonces se llamaban así— de la Comisión Regional de España, el Superior nos insistía en que, como había dicho el Padre —entonces no se decía el Padre como algo distinto de nuestro padre—, teníamos que traer cada año una vocación. Se alzó la osada mano de uno de los destinatarios de la tertulia que lo interrumpió y corrigió:

            —Últimamente ya no habla de una sino de dos vocaciones al año.

Él lo acababa de oír con sus propios oídos de boca del mismísimo Padre unas fechas atrás, pues el Padre andaba de gira por España. Le iban a decir a él —¡a él!—, testigo presencial y auricular de lo manifestado por el Padre, que había dicho una y no dos. El corregido, dada la juventud e ingenuidad de quien le enmendaba la plana —posiblemente primo de la Inocente Obdulia—, ni rechistó. Además, aminorar el número de vocaciones que cada uno debe aportar por año, podría interpretarse como falta de celo proselitista por su parte.

Se nos obligaba la víspera de la festividad de San José —el 18 de marzo— a confeccionar una lista de pitables. Por pitables  se entiende personas que dan esperanzas de pedir su ingreso en el Opus Dei. Cada uno de nosotros teníamos que aportar a la lista el nombre de dos pitables —ni uno más ni uno menos— y comprometernos a lograr que efectivamente pitasen; es decir, se hiciesen del Opus Dei. No cabía excusarse, alegando: de momento no tengo a alguien que pueda poner en esa lista; o bien, sólo cuento con uno. Había que poner dos. No se admitía ni se admite poner en la anual “lista de San José” a personas con las que simplemente se vaya hacer apostolado, por ejemplo, hacer que frecuenten los sacramentos, que aprendan a rezar, que se confiesen, que participen en actividades parroquiales o cosas así. Por eso, previamente a la confección de la lista, se discutía, si bien muy someramente, las cualidades del candidato. No sería admitido en la lista alguien que hubiese sido seminarista, porque ser ex seminarista constituye un impedimento para ser admitido dentro del Opus Dei.

Quien se ha llevado la palma por estar adornado con la señal cierta del celo verdadero fue don Javier Echevarría y Rodríguez. Tenía que ser muy santo, porque en un determinado momento exigió 500 (quinientas) vocaciones por año. Y amenazó al consiliario de España, Herrando, con descabezarlo (sic), si no lo conseguía. Como no se conoce el número de “fieles” de la prelatura de cada región, nunca se supo bien a cuántos tocábamos por barba. Yo calculo que nos tocaba 1,63 pitajes por barba. Bien es verdad que se trata de un porcentaje conjetural, realizado a ojo de buen cubero. Lo reconozco.

Desde tiempo atrás, además de a cada individuo, se había comenzado a pedir un determinado número de vocaciones por año a colectivos: a esta región, a esta delegación, a cada consejo local, a cada colegio mayor, a cada centro de estudios, etc. A cada colectivo se le asignaba un determinado número no ya de pitables, como en la llamada “lista de San José”, sino de pitados. Pitados no pitables. La cosa iba en serio. Otro que se había llevado la palma en cuestión de proselitismo, antes de San Javier Echevarría —si no lo es ya lo será pronto—, fue el director de un Colegio Mayor al que le pitaron el 95% de los residentes. ¡Qué espíritu de proselitismo el suyo! Lo ascendieron en el escalafón interno hasta ocupar un puesto en Roma. En su hoja de servicios consta un “proselitín de oro” indiscutible, que es el no va más en tema de celo verdadero.

La presión proselitista —tanto colectiva como individual— condujo a que se acabase pidiendo al Padre —a la sazón nuestro mismísimo santo fundador— que dejase pitar a los alumnos de Gaztelueta antes de que hubiesen terminado sus estudios allí y de haber comenzado los estudios universitarios. Concedido el permiso un poco a regañadientes —el fundador se hizo de rogar—, se comenzaron a montar por doquier  —ya en vida de $anjosemaría— otros muchos colegios de segunda enseñanza. También muchos clubs de niños. ¡Qué cantera! En fin, que se acabó descubriendo un Mediterráneo que muchos religiosos y religiosas ya habían descubierto y practicado sobre todo a finales del siglo XIX y principios del XX. ¿De dónde extraían principalmente las vocaciones para su institución? De los colegios. Muchas de esas instituciones habían nacido con otra finalidad, pero un montón de ellas acabaron en lo mismo: promoviendo y regentando colegios. $anjosemaría lo criticaba. La paja en el ojo ajeno.

Tanto en los estatutos de 1950 como los de 1982, en el primer número de su primer capítulo, se indica que el Opus Dei se dedica primordialmente a “los intelectuales”. En Auto-proclamarse jerarquía de la Iglesia y sus consecuencias (2-I-2017) narraba yo cómo, al regresar a la ciudad donde pité, me encontré con que el único piso para universitarios existente se había cerrado y puesto a la venta. Al día de hoy las “labores” en esa ciudad consisten en un colegio de segunda enseñanza, situado en las afueras, y dos clubs para gente menuda. Uno de ellos se dedica —entre otras cosas, supongo— a promover partidos de fútbol para niños de cuatro a nueve años, según se lee en su propaganda. En el citado artículo había escrito: actividades para niños, a partir de los nueve años. Pues, no. Lo dije mal: se trata de niños de cuatro a nueve años. ¡Toma intelectuales! Es que a los intelectuales hay que tratarlos y formarlos desde pequeños. Antes de que hagan la primera comunión, que si no se llega tarde.

A mi modo de ver todo este cambio de “la labor” se ha producido como consecuencia de la presión proselitista. Es más fácil captar niños en colegios y clubs, que estudiantes en la Universidad. ¿Es esa la finalidad del Opus Dei? No, pero ¿cómo van, si no es así, a llegar hasta los 500 (quinientos)? Por otra parte, con el tiempo, esos chicos acabarán en la Universidad. Estarán presentes en la Universidad. Viene a ser lo mismo ¿no? Pues, no. No viene a ser lo mismo. Es muy distinto proteger y tutelar en la Universidad a un numerarito pitado en un colegio del Opus, de las malas lecturas, de la perniciosa filosofía no escolástica (para Carlos Cardona a partir de Descartes todo es error) y de la literatura de vanguardia; eso es muy distinto de captar para el Opus Dei a quienes cultivan filosofía no escolástica, leen libros incluidos en el índice de libros prohibidos, se recrean con fruición con la literatura que está de moda, etc. Esa es la diferencia.

Me parece haber leído en OpusLibros que fue el propio papa Francisco quien indicó a las autoridades del Opus que se atuviesen a los fines propuestos en sus estatutos, que establecen que lo suyo es principalmente la labor con intelectuales. ¿Qué otra cosa podría decirles? A $anjosemaría yo le oía lo mismo, a propósito del “aggiornamento” que los religiosos y religiosas debían llevar a cabo por exigencias del segundo concilio vaticano. Que se atengan y repristinen lo establecido por su fundador o fundadora, decía. 

El título IV del Código de Derecho canónico, relativo a las prelaturas personales habla de peculiares obras pastorales en favor de diversos grupos sociales. El Opus tiene el suyo: el de los intelectuales. Pues, eso. Ocuparse en lo que vaya saliendo —en cualquier cosa— con tal de conseguir adeptos, no me parece que esté ni medio bien.

Gervasio 







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