Ante el opusdeísmo fallido, primero el posopusdeísmo, es decir, dejarlo en su mundillo y abrirnos a cosas mejores; segundo: superarlo, un metaopusdeísmo: ir tan lejos en nuestros propósitos de entrega a Dios como cada quien quiera y pueda. Nuestro capital espiritual es la entrega inicial a esa obra -humana, obviamente- y la entrega durante nuestra mayor o menor estancia en ella -incluso con nuestras respectivas flaquezas-; y con ese capital emprender una nueva búsqueda personal de lo realmente importante: ¡Dios! Sin actos piadosos por "norma" y sí con actos de amor, de caridad real y todo cuanto hicimos en aquel pasado que podamos avalar; y evitar todo cuanto hemos experimentado que fue un fraude espiritual. Incluso por encima de ritos y particularidades de la Iglesia católica. ¡Encontrarlo: a Él! Y si la dificultad persiste, no cejar en las acciones personales para ello y sucumbir en la busca, si preciso fuera.
Ignacio Ricardo