Carta del Padre sobre el proselitismo.- Ramana
Fecha Monday, 14 November 2016
Tema 070. Costumbres y Praxis


Queridísimos, ¡Qué Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

Entro una vez más en vuestros hogares y centros luminosos y alegres, en ese hermoso ámbito doméstico de vida familiar adobado por el tesón de nuestras hermanas auxiliares. Antes de entrar en el propósito de la carta, os anuncio que he dado orden a la Comisión y a la Asesoría, que a partir de ahora se unifican en un solo órgano llamado Comisaría, para que a partir del 1 de enero de 2017, todos mis hijos oblatos o agregados menores de sesenta años se incorporen a la categoría de numerarios auxiliares y pasen a coadyuvar en la administración de los centros de numerarios en aquellas tareas (fontanería, albañilería, chapuzas varias) indignas para un hijo mío con carrera, y al mismo tiempo onerosas para esas hijas mías sirvientas, en tanto que ya tienen suficiente tarea con planchar, zurcir, barrer, cocinar, bregar, bruñir…



Del mismo modo que ellas visten con dignidad y hasta santa coquetería su uniforme de criadas de casa bien, ellos recibirán un mono fácilmente identificable pues sin perder nuestra condición laical, se verá en él que portamos alma sacerdotal: se trata de un mono sin pantalones, con unos faldones asotanados, color azul cielo, un primor, ¡hijos míos! Esta recia y viril imagen del oblato auxiliar enfundado en su mono azul con faldas, ya la vio nuestro Padre, entre campanada y campanada, el 2 de octubre de 1928. De hecho, el diseño es obra de san Josemaría y aguardaba con fervor el momento propicio para implementar esta nueva categoría de miembro de la Prelatura, que confirma o ahonda en nuestra condición de cristianos corrientes en medio del mundo: hijos míos, la Obra no saca a nadie de su condición social, el que nace pobre y no es mujer, a partir de ahora también podrá santificarse en su trabajo de albañil o fontanero, colaborando así para que nuestros centros sean ese hogar luminoso y alegre en el deseamos vivir y morir como privilegiados hijos de nuestro Padre.

Pero el motivo de mi epístola de hoy es hablaros del proselitismo. Sabéis que, frente a la manera agresiva de cooptación de ciertas sectas evangélicas, en la Obra jamás hemos practicado el proselitismo: no es carisma fundacional. Sabemos que san Josemaría prefería hablar de evangelización y de dar ejemplo, no de “empujadles a entrar y una vez dentro cerrad las puertas para que no se vayan”.

Ejemplo de cristianos corrientes que aman su trabajo y se santifican en él: san Josemaría siempre mostro su malestar hacia esas instituciones, incluso católicas que, acaso con buena intención, se convierten en monstruosas maquinarias que usan todos sus recursos (materiales y humanos) para engrasar la propia maquinaria. Recordad aquel punto de Forja: “Triste condición la tuya si para poder llevar una pepita de oro a la colomba del sagrario necesitas cien para producirla”, en referencia a esas empresas, oeneges, etc., que tienen como misión recaudar dinero y el noventa por ciento de lo que recolectan se gasta en intendencia y en mantener la propia maquinaria. Lo del oro y la colomba me gusta especialmente, hijos míos, reparad en ello: qué santidad la de nuestro fundador, porque en vez de pensar, como hace la chusma de misioneros, en los pobres de África, nuestro Padre sabe que el centro del mundo es el sagrario y que para él va toda nuestra riqueza. Por tanto, hijos míos, no caigáis en la tentación del proselitismo, como hacen los masones y los protestantes (no gastéis oraciones en ellos, ¡les basta un minuto de silencio!), que solo buscan el medro material y el poder de la imagen, vosotras, vosotros, como siempre, dando ejemplo con vuestra vida austera y honrada, que os vean felices (¿sabéis que el Opus Dei es la única institución de la Iglesia en que tiene es sus estatutos la prohibición de usar pastillas antidepresivas?), alegres: el verdadero apostolado se basa en el ejemplo, cuando vean como vivís vuestro opusdeísmo y cómo os abrís a los demás, vuestras familias, compañeros de trabajo y vecinos os preguntarán cuál es el secreto de esa paz y ecuanimidad que emanáis. Gente que nunca miente, que si se va de retiro no dice: “me voy a la sierra con unos amigos”, que siempre habla de su experiencia interior y honda con Dios, y no de leyes o moral.

Hijos míos, solo si estamos orgullosos de nuestra sobrenatural vocación, de nuestra llamada a ser contemplativos en medio del mundo podremos darle la vuelta al mismo como un calcetín: que la gente sepa que sois libres, que nadie os impone normas, indicaciones, encomiendas, que vuestro único criterio de actuación es el de la recta conciencia. No dejéis, como hacen otros, que confundan la fe con la piedad, la piedad es una mera repetición de normas: ¡no somos autómatas!, nuestra fe está basada en la experiencia interior, el encuentro con Dios en el silencio del alama, del que nace un amor incondicional por todos los seres humanos: hijos míos, una última cosa, un miembro del Opus Dei jamás juzga, jamás se juzga, solo ama, “en eso verán que sois mis discípulos”. Os aseguro que si me obráis así, la gente se hará lenguas de la Obra y vendrá a nosotros sin tener que pedírselo: a la puerta, uno de mis hijos oblatos con sotana y destornillador, les franqueará el camino con una sonrisa verdadera: abramos nuestras casas de par en par, no tengamos secretos…, atraigamos a los demás con nuestra actitud y nuestro talante, no con consignas, cabildillos, listas, falsas sonrisas y medias verdades. La astucia y la programación, el secretismo y la manipulación de las conciencias son instrumentos de Satanás, puede que rindan fruto a corto plazo pero a la larga destruyen a quienes lo practican: el fin no justifica los medios, hijos míos.

A partir de ahora queda terminantemente prohibida la mentira y el doblepensar, no podéis decir una cosa y hacer otra sin daros cuenta de que actuáis así: acabaréis enfermando, y no quiero una Obra llena de hijos desquiciados y de hijas llorando por los pasillos de los centros porque intuyen, pero no pueden decírselo, que llevan una vida falsa en la que la acción va por un lado y la teoría por el contrario: almas rotas, almas muertas. Hijos míos, abrid los ojos al Dios verdadero que habita en el interior de cada uno y pedidle a él que nos ayude para ser el grano de mostaza, la sal del mundo, no su agua de borrajas. Si alguna vez tuvisteis la tentación del proselitismo, se abre una nueva era, la del amor incondicional por todos y la de la libertad. De esa manera traeremos la buena noticia (el evangelio) a este mundo sin quicio y errabundo.

Que el buen papa Francisco, que Lutero, cuyo quinto centenario de la Reforma celebraremos pronto, el Buda y Shiva os guarden.

Namaste Nota Bene de la redacción: parece ser que el último párrafo es una interpolación de un hacker, pero no podemos confirmarlo.

Ramana







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