Cómo llegué a leer Tras el Umbral.- Simplicio
Fecha Friday, 21 October 2016
Tema 010. Testimonios


 

A propósito de María del Carmen Tapia (3)

Cómo llegué a leer "Tras el Umbral"

 

Antes de conocer Opuslibros yo era un ex-numerario "en buen plan" (en terminología opusdeística). Estaba convencido de que yo fui el único culpable de haber abandonado la Obra; y después de dieciocho años terribles dentro del Opus Dei y de una salida traumática, llevaba otros tantos años de profunda depresión, pero siempre plenamente convencido de la excelsa santidad de San Josemaría, de que en el Opus Dei todo era voluntad divina.

 

En esta situación me tropecé con Opuslibros por pura casualidad. La primera vez reaccioné como si hubiera accedido a una página inmoral y la cerré inmediatamente; había sido "formado" para rechazar como gravemente peligroso para mi salvación eterna cualquier texto crítico con la Iglesia o con el Opus Dei...



Pero llegó un momento en que pudo más mi natural instinto de querer saber "lo que piensa el enemigo". En efecto, en cualquier otra materia, social, científica, política… habitualmente me resulta grato e interesante leer los argumentos de quien está en las antípodas de mis convicciones, aunque solo sea para entender por qué sostiene esas ideas, que en principio me resultan tan extrañas. Muchas veces esto me reafirma en mis convicciones, otras me aporta algo nuevo o un punto de vista interesante.

 

Empecé leyendo algunos testimonios breves y lo que enseguida me impactó fue la gran similitud con las experiencias vividas por mí. De repente, me di cuenta de que no era una persona tan rara. Ni yo era el único que había dejado el Opus Dei (realmente pensaba que toda la historia solo habían abandonado una docena o poco más), ni resultaba tan inusual que me costase seguir tantísimas normas y criterios, que ahora se me revelaban absurdos. Y sobre todo empecé a comprobar que los directores ocultaban mucho (por ejemplo, los documentos internos) y en ocasiones mentían.

 

Así que enseguida decidí a leer algo de mayor enjundia y escogí el libro de María del Carmen Tapia "Tras el Umbral".

Por supuesto mi cambio de actitud era todavía incipiente, así es que abordé la lectura con mucha prevención. Yo continuaba creyendo en el origen divino del Opus Dei y en la santidad de su fundador, simplemente que ahora admitía que tanto el uno como el otro podían tener sus fallos. Por otra parte, en su día había sido advertido respecto a "una mala mujer" que había escrito un libro lleno de calumnias contra la Obra; no recordaba su nombre y pensaba tal vez podían haberse referido a María del Carmen Tapia, por lo que me armé de cautela.

 

Como he dicho, estaba acostumbrado a leer disputas políticas e ideológicas, llenas de alegatos fulminantes, contundentes y maximalistas, con una acumulación reiterativa de argumentos a favor de la propia posición y sin la menor concesión al contario. Así que en principio era esto lo que esperaba de un libro "lleno de calumnias" contra el Opus Dei. Pero me encontré con algo muy diferente. "Tras el Umbral" es un texto ponderado y sobrio, que aunque narra episodios desgarradores lo hace con una cierta contención, y está lleno de matices.

 

Iniciada la lectura, empecé a darme cuenta que María del Carmen Tapia no era el demonio que me había temido. Pero al mismo tiempo no consideraba posible que los directores del Opus Dei y mucho menos San Josemaría actuasen con malicia.

De modo que supuse que tal vez podía haberse producido algún tipo de malentendido recíproco, con buena fe por ambas partes; y que donde María del Carmen Tapia veía persecución y control tan solo hubiera solicitud por parte del Opus Dei (o tal vez exceso de celo) y donde el Opus Dei veía rebeldía en María del Carmen tan solo hubiera libertad de espíritu (o tal vez un criterio equivocado).

Hay un episodio en el libro que puede ilustrar esto (página 317). Cuenta María del Carmen que tenía novio y que dudaba en pedir la admisión en el Opus Dei. Cuando se decide le envía un telegrama a su confesor (Paniker) comunicándoselo con el siguiente tenor: "lo he ofrecido todo por las misiones aunque queriéndole más que nunca". Evidentemente se refería a su novio, pero el director de la casa donde vivía Paniker creyó que María del Carmen "se declaraba" a su confesor.

 

De este modo iba yo prosiguiendo la lectura, haciendo un esfuerzo, un tanto automático, por ir interpretando los hechos de manera que fueran compatibles tanto con una actuación irreprochable por parte de la Obra como con la buena fe de María del Carmen Tapia. En cada episodio yo pensaba que tal vez María del Carmen podía ser involuntariamente subjetiva olvidando algunas circunstancias que cambiaban el aspecto de la cuestión, y que tal vez el Opus Dei por su parte malinterpretaba algo inocente pero que se prestaba a una cierta ambigüedad, tal vez…

Pero a medida que avanzaba la lectura las discrepancias iban creciendo en intensidad. Mi situación mental era semejante a la situación física de quien se encuentra en un puerto con un pie en una barca y el otro la barca contigua, las cuales se van separando lenta e imperceptiblemente; y transcurrido suficientemente tiempo, hacen precaria la posición del sujeto que no tiene más remedio que decidirse por un punto de apoyo o por el otro, so pena de caer en la inconsistencia de las aguas. Así que mientras iba leyendo aumentaban progresivamente mis esfuerzos mentales por imaginar "una situación real" que hiciera compatible el relato de María del Carmen con la buena fe de los directores del Opus Dei y especialmente de Escrivá.

Jiménez piensa que "el meollo de la historia radica en el capítulo «Roma II, retorno a lo desconocido»", que es el capítulo VIII del libro. Y es verdad que entonces la dificultad de cohonestar la buena fe de ambas partes sube de grado, pues empieza con un engaño para conseguir que María del Carmen acuda a Roma, sigue con su secuestro salpicado de múltiples atropellos, hasta llegar a aquel exabrupto de Escrivá: "¡¡¡PUTA!!! ¡¡¡PUERCA!!!" (página 351), donde aun más que la falta de caridad llama la atención la falta de educación.

Con todo, y aunque pueda parezca increíble, mi juicio permanecía en suspenso y yo me encontraba perplejo y sin decidirme. Tal vez Escrivá había hablado a gritos y muy alterado, pero esas palabras soeces las habría dicho otra persona asistente a la reunión. Tal vez María del Carmen Tapia había dicho o hecho, sin darse cuenta, algo tan grave, que hubiera ofuscado momentáneamente a Escrivá. Tal vez…

 

Sin embargo, para mí lo definitivo, donde ya fue imposible sostener aquel equilibrio inestable fue el capítulo X del libro (páginas 360 y ss.). El hecho de que los directores del Opus Dei le retuvieran su documentación personal (documento de ciudadanía y permiso de conducir de Venezuela, entre otros) fue para mí más contundente, desde el punto de vista intelectual, que todo lo demás (que sin duda tiene mucha más fuerza emocional).

Me sublevó completamente la frase de don Francisco Vives "Siento de veras, en cambio, tener que decirle que las cosas relacionadas con la estancia de su hija en Venezuela no puedo enviárselas, porque no me lo permite mi conciencia" (el subrayado es mío). Aquí se revela una persona fanática, convencida de que el fin justifica los medios.

La retención de la documentación personal, no solo es inmoral, sino que además es un delito. La mayoría seguramente pensará que fue mucho peor el secuestro y las múltiples vejaciones que sufrió María del Carmen que no la retención de su documentación. Al fin y al cabo siempre le sería posible renovar dichos documentos como si se hubieran perdido. Cabría argumentar ¿tú que prefieres, que te secuestren durante meses o que te roben el documento de identidad y el permiso de conducir?. Pero no es el daño causado lo que me indignaba, sino lo retorcido de la mentalidad de quien actúa de esta manera, justificando sin ningún reparo su delito y su pecado en "mi conciencia".

A esto se añade otro aspecto de la cuestión también resulta definitivo. Teóricamente, cabía la posibilidad (aunque remota) de que María del Carmen hubiera expuesto los hechos con error, o exageradamente, o incluso de que hubiese mentido; en este caso el silencio del Opus Dei era inevitable, pues un desmentido nos hubiera llevado a un callejón sin salida; sería una palabra contra otra. Pero aquí tenemos una carta escrita por un director en nombre de Escrivá; si fuera falsa, el Opus Dei podría negarla sin problemas y la otra parte no podría oponer nada. Pero la Obra no tiene más remedio que callar, porque el padre de María del Carmen tiene el original de la carta, firmado por don Francisco Vives (Sacerdote Secretario Central). La conclusión era inapelable: ¡la carta es verdadera! y por extensión todo lo que dice el libro resulta digno de credibilidad.

 

La lectura del libro "Tras el Umbral" supuso para mí un antes y un después. Me di cuenta no solo de que los directores podían llegar a mentir en alguna ocasión, sino de que lo hacían sistemáticamente. También me di cuenta de que se consideraban por encima del bien y del mal, no solo por encima de las leyes civiles (y luego presumen de secularidad) sino también por encima de la ley de Dios, de modo que amparándose en "su conciencia" se creen con derecho a mentir, a calumniar y a faltar a las mínimas exigencias de la justicia y de la caridad, privando de todos sus derechos a cualquiera que consideren un estorbo para la institución.

 

simplicio

 

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