El Opus visto en Alemania y visto en España.- Josef Knecht
Fecha Wednesday, 13 July 2016
Tema 115. Aspectos históricos


Estoy de acuerdo con el planteamiento de Agustina (8.07.2016): en nuestros debates sobre el Opus no debemos irnos por las ramas explayándonos en temas que, si bien están en parte relacionados con la Obra de Escrivá, son más bien divagaciones que nos alejan del objetivo central de esta página web y que nos pueden llevar a desenfocar los hechos incurriendo en el sofisma del totum revolutum.

 

Ahora bien, una cosa me ha parecido muy positiva del reciente debate sobre el franquismo y el Opus, que se ha zanjado. Me refiero a haber caído en la cuenta de la impunidad –y a veces casi benevolencia– con que la sociedad española reacciona ante determinados casos de corrupción política y, en general, ante determinadas situaciones inmorales o injustas. Este aspecto contrasta de lleno con el comportamiento de la sociedad alemana, que no tolera ni perdona el más mínimo caso de corrupción...



Me llamó mucho la atención que en 2011 el ministro de Defensa del gobierno presidido por la señora Angela Merkel, Karl-Theodor zu Guttemberg, presentara su dimisión por haberse denunciado que había plagiado, sin citar la fuente, el 20% de las 475 páginas de su tesis doctoral; curiosamente, la historia se repitió en 2015 porque la ministra alemana de Educación, Annette Chavan, también tuvo que dimitir de su cargo por haberse descubierto otro supuesto plagio en la redacción de su tesis doctoral. Aquí se ve un comportamiento ético de los alemanes que es inimaginable en la España de hoy.

 

Tal vez este aspecto de la mentalidad germánica, tan estricta, nos ayude a comprender que, en la República Federal Alemana, la Obra de Escrivá no haya recibido ni de lejos el trato condescendiente que le dispensa la sociedad española desde los años cuarenta del siglo pasado. Después de que el III Reich nacional-socialista fuera derrotado en la Segunda Guerra Mundial, la República Federal Alemana, nacida en 1949, llevó a cabo un proceso de “desnazificación” política y cultural, la cual no sólo produjo los efectos propios de la pretendida “desnazificación” (Alemania depuró a fondo su pasado reciente y adoptó o adaptó para sí el estilo de vida estadounidense), sino que también instaló en la ética social del país una sensibilidad muy crítica ante los casos de corrupción política o de inmoralidad social. En cambio, en España, por razones cuya explicación excede el objetivo concreto de esta página web, aún está pendiente el aprendizaje de no tolerar a los corruptos.

 

Centrándome en el Opus Dei en Alemania, quisiera recordar y comentar brevemente algunos acontecimientos acaecidos allí en los años 80 del siglo pasado. Como es sabido, en esos años se desató una fuerte campaña periodística de desprestigio del Opus en el país germano. El detonante fue la publicación de un libro autobiográfico escrito por un joven ex numerario que se desvinculó del Opus, después de sólo cinco años de militancia, al terminar su período de formación en el Centro de Estudios y que, acto seguido, ingresó en el seminario sacerdotal de la diócesis de Colonia. Mientras estudiaba en la Facultad de Teología Católica de la Universidad de Bonn, Klaus Steigleder compuso y publicó un libro-bomba: Das Opus Dei, eine Innenansicht (Zürich 1983; München 1996), que se podría traducir El Opus Dei, una mirada por dentro. En atención a su condición de seminarista, es plausible suponer que para la redacción del libro debió de contar con la autorización del rector y superiores del seminario; es más, teniendo en cuenta el manejo preciso de los conceptos teológicos y canónicos en su obra, también se puede suponer que debió de contar con el asesoramiento técnico de algún profesor de teología o de derecho canónico en la fase de elaboración. El libro es serio y no puede ser descalificado de panfletario.

 

El caso es que ese libro, que años más tarde se traduciría al italiano (L’Opus Dei vista dall’interno, Torino 1986), causó un impacto tremendo en la sociedad alemana, hasta el punto de que la onda expansiva de la explosión se sentiría simultáneamente o tiempo después en los países vecinos: Austria, Suiza, Holanda, Bélgica. A partir de su publicación en 1983 se movilizaron muchos periodistas de distintas cadenas de televisión, de emisoras de radio, de periódicos y revistas, que durante más de un año emitieron documentales y debates o escribieron artículos y entrevistas denunciando las actividades proselitistas del Opus con menores de edad y otras prácticas erróneas de la vida interna del Opus: los abusos de la dirección espiritual, una teología integrista unida a una praxis reacia a aplicar algunos aspectos del concilio Vaticano II, actitudes sectarias, vinculaciones del período fundacional del Opus con el régimen franquista, aspecto éste que una sociedad “desnazificada” no podía digerir. También se movilizaron numerosas parroquias católicas: mediante tertulias o debates los parroquianos desaprobaban los testimonios que Steigleder y otros ex miembros del Opus sacaban a relucir ante la sociedad. Todos los trapos sucios del Opus se airearon, a lo que se añadieron exageraciones y falsedades calumniosas (algo de totum revolutum se dio en aquella campaña periodística, pues no todos los periodistas informaban con el mismo rigor con que Steigleder había escrito su libro), como fue la delirante acusación de que el Opus promovía la compraventa de armas en países o regiones que combatían el comunismo.

 

Mientras tanto, se dio la coincidencia cronológica de que el 23 de febrero de 1983 el gobierno español presidido por el señor Felipe González expropió el grupo empresarial Rumasa, propiedad de José María Ruiz-Mateos, conocido supernumerario de la Obra de Escrivá. El señor Ruiz-Mateos, intentando escaquearse de la justicia española, se marchó al extranjero; cuando su avión procedente de Miami aterrizó en el aeropuerto alemán de Frankfurt el 25 de abril de 1984, Ruiz-Mateos fue detenido y pasó una breve temporada en una cárcel alemana hasta que pagó una fianza millonaria con la que obtuvo la libertad provisional en julio de ese mismo año. La sonora estancia de este supernumerario escrivariano en Alemania fue la guinda en aquellas circunstancias, porque como vivo testimonio bajado del cielo ratificó que las denuncias contra el Opus tenían un fundamento más que evidente.

 

En fin, fue una debacle para el Opus en Alemania y en otros países de Europa Central. Incluso los obispos católicos alemanes tomaron cartas en el asunto y exigieron a las autoridades de la recién erigida prelatura personal que dejaran de practicar proselitismo con menores de edad, de manera que los directores del Opus tuvieron que cerrar todos los clubes juveniles del país. La así llamada labor de San Rafael, es decir, la labor de los escrivarianos con adolescentes y jóvenes, prácticamente desapareció, salvo con estudiantes de la residencia universitaria Schweidt en Colonia, en la que residían en gran mayoría extranjeros provenientes de África, América o Asia y muy pocos alemanes. El único obispo que apoyó al Opus en medio del cataclismo –y que probablemente impidió in extremis que el Opus tuviera que abandonar Alemania– fue el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el cardenal y arzobispo de Colonia Joseph Höffner, a quien los curas del Opus siempre habían tratado con esmero, y ese “trato” dio entonces su fruto. No sé si fue por iniciativa del cardenal Höffner o por otro motivo más personal por el que Klaus Steigleder no accedió finalmente al sacerdocio.

 

A partir de entonces, el Opus en Alemania ocupa un lugar irrelevante en la sociedad civil y en la vida eclesial, y apenas ha levantado cabeza. Despliega su reducida labor con pies de plomo para que las suspicacias levantadas por aquella campaña periodística no le vuelvan a salpicar y para intentar conseguir buena imagen en la opinión pública. Lo tiene muy arduo, la verdad.

 

He recordado estos hechos para mostrar de manera patente que la impunidad con que la sociedad española tolera los desmanes de la Obra de Escrivá no se da ni en grado mínimo en una sociedad como la alemana. ¿Alguien se imagina que un seminarista español de más o menos 23 años escriba un libro de memorias sobre su corta experiencia vital en el Opus Dei? ¿Qué editorial española se atrevería a publicarlo en 1983 y en la actualidad? ¿Cómo sería recibido un libro de esas características por los medios de comunicación de nuestro país? En España un éxito editorial y social como el del joven Steigleder sería ciencia ficción; de hecho, su libro ni siquiera fue traducido al castellano por ninguna editorial, mientras que el libro de María del Carmen Tapia se tradujo al alemán, Hinter der Schwelle. Ein Leben im Opus Dei, en varas ediciones y formatos. A su vez, libros de memorias como los que han publicado en los últimos años Isabel de Armas, Ana Azanza, Ramón Rosal, Antonio Esquivias y otros ex miembros del Opus, que son personas mucho más expertas que un veinteañero, no han tenido en nuestro país las decisivas repercusiones que desencadenó el libro de Klaus Steigleder en Alemania desde 1983. Aquí es imposible destronar el Opus (por cierto, tampoco fue posible destronar del todo a Ruiz-Mateos): así es España, un país que desde los años 40 del siglo XX da plena cobertura y estable seguridad a la Obra de Escrivá.

 

El cardenal y arzobispo de Westminster (Londres) Basil Hume no toleró en su diócesis el proselitismo del Opus entre menores de edad por aquellas mismas fechas (diciembre de 1981) y tomó la decisión de prohibirlo a partir de lo que las familias católicas de Inglaterra le informaban, con independencia de la campaña periodística de Alemania, que empezó dos años más tarde. Es digno de resaltar que ningún obispo español haya tomado nunca medidas de gobierno de este tipo.

 

En resumen, del reciente debate mantenido –y zanjado– en esta página web sobre el franquismo y el Opus en su período fundacional me quedo con esta sola idea: que en España nos falta la valentía para afrontar el problema del Opus con la claridad y contundencia con que se lo ha juzgado en otros países de nuestro entorno cultural. Yo mismo soy algo cobarde por ocultarme detrás de un pseudónimo, sabedor de que una repercusión exitosa de mis opiniones y experiencia, que es superior a la del amigo Steigleder, es impensable a día de hoy en mi país, y también soy consciente de que, si diera a conocer mi verdadero nombre, mi suerte se torcería fatalmente. Los españoles deberíamos aprender de los alemanes a exigir la debida transparencia a nuestros políticos y eclesiásticos, sabiendo que este empeño requiere largo tiempo y profunda maduración a raíz de nuestras peculiares circunstancias históricas, y, por supuesto, como bien aconsejan Rescatado (8.07.2016) y JaraySedal (6.07.2016), deberíamos hacerlo con rigor, sin incurrir en actitudes maniqueas ni en el sofisma caótico del totum revolutum. La página web Opuslibros apunta en la dirección correcta.

 

Josef Knecht







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