Creo que se abre un interesante debate sobre la validez temporal, la actualidad o antigüedad, de la doctrina de la Iglesia Católica. Distintas sensibilidades podrán apostar por visiones encontradas si de lo que se trata es de defender el mensaje de Cristo y su Redención universal, pero nos jugamos demasiado como para acusar imprudentemente al Espíritu Santo de haber cometido errores. Eso estaría más en línea de la doctrina escribariana, incluso de facciones más integristas afectadas o no por la misma... 

Yo defiendo que no tiene sentido demonizar de manera indiscriminada la modernidad desde supuestos culturales que han entrado en crisis y que es posible una aclimatación sensata del cristianismo a la cultura moderna en aquello que esta tiene de trasversal. Es una actitud receptiva y crítica, tan alejada de la beatería moderna como de la cruzada antimoderna.

La aclimatación del cristianismo a la cultura moderna no es fácil, pero es posible. Eso si, requiere coraje intelectual, instinto cristiano de lo esencial y una renovación que va más allá del lenguaje para centrarse en el pensamiento. 

No hay otro camino que defender un cristianismo más amable, lúcido, dialogante, con una receptividad crítica. La modernidad es un proceso histórico-cultural diverso, con algún ramal negativo, pero que tiene otros tesoros y considera la secularización, en tanto que pérdida de peso de la institución religiosa en general, favoreciendo la personalización de la fe.

A eso se oponen afortunadamente pocos, quizás afincados en una cómoda ortodoxia. Y lo que no se mueve al final se muere. Creo que Francisco se ha limitado a denunciarlo y bienvenida sea su valentía.

supOmal