Venga tabaco…- Ramón
Fecha Friday, 08 April 2016
Tema 100. Aspectos sociológicos


Hola,

La polémica sobre la adicción tabáquica en el Opus Dei (que no vicio) está muy bien: revela hasta qué punto un hecho trivial puede estar vestido de simbolismo oculto. Todo depende del lugar hermenéutico desde donde se mire.

Aunque no puedo negar la oportuna crítica que hace Supo, pues no soy psiquiatra o psicólogo, la verdad es que el razonamiento y evidencia de Josef Knecht me son bastante más próximos, aunque yo sólo puedo contar mi experiencia, muy similar en un colegio religioso, por los años 70-80.

En esa época, se sabía de sobra que el tabaco era malo. El problema era que nadie quería hacer nada, tanto por la presión mediática y publicitaria de las tabaqueras como porque nadie se atrevía por miedo a qué podría pasar. No olvidemos que los años 60-70 estuvieron llenos de transgresiones personales y negar una transgresión era poco menos que pecado en todos los órdenes (menos en el económico, me atrevo a decir): fumaban las mujeres, los jóvenes y los niños si me apuras. Se fumaba en cualquier lado y sin pedir permiso: antiguamente, cuando alguien iba a encender un cigarro o pipa se preguntaba si molestaba. Entonces la mala educación tomó carta de naturaleza y se fumaba a troche y moche, sin preguntar ni preocuparse si al vecino le sentaba mal el humo. Para más INRI, España estaba en plena ebullición y prohibir el tabaco podía resultar la guinda del pastel. Las mujeres fumaban para hacerse las iguales, los chavales para hacerse los mayores o para llevar la contraria a sus padres o la autoridad que velaba por su salud.

A lo que voy: yo iba a un colegio religioso, en el que se daban distintas paradojas hipócritas con respecto al tabaco. Por ejemplo, los alumnos no podían fumar en clase, pero los profesores sí e incluso había alguno que nos pedía que le trajéramos marcas de tabaco más baratas ("Bisonte") del estanco que hubiera cerca de casa. No se podía fumar en el patio, para no dar mala imagen a los pequeños, pero sí se podía fumar en los pasillos a partir de los 15 años. Como podéis imaginar, durante los recreos, las nubes de tabaco impedían ver a medio metro. Eran unas 100 personas fumando. Los chavales, ya digo, fumaban para hacerse los mayores, se gastaban en ello la paga. Claro que nadie obligaba a fumar. Pero la presión social era tal que los no fumadores éramos una isla - más bien islote - de raritos. Todo estaba a favor del tabaco: la semi prohibición y semi permiso, el esperar a llegar a 3º de BUP... Por no hablar de que el tabaco y el alcohol barato - y por tanto accesibles- son armas sociales de las dictaduras. Siempre se decía que por eso en España el tabaco y el alcohol eran más baratos que en Europa.

Añado que ningún religioso tiene prohibido fumar, ni los curas. Otra cosa es que no esté bien visto por voto de pobreza, austeridad o lo que sea. Pero prohibido, desde luego que no. El cura de mi parroquia fumaba como una chimenea.

Mi padre empezó a fumar a los 20 años adrede, para ser mayor. Mi abuelo no fumaba, y no le obligó nadie, pero en su trabajo era lo habitual: y si querías ser un tipo respetado en el taller, en los años 50 tenías que fumar, e incluso beber como un cosaco o te verían como un marica, con perdón.

Como dice Josef Knecht, la presión social es muy fuerte, el imitar o emular también. Si la gente ve el fumar como desenvuelto, adulto, elegante... su deseo será fumar, sobre todo cuando le permite destacarse negativamente de las prohibiciones paternas. En los años 60-80 fumar para unos chavales era lo más de lo más. Ojalá el Opus hubiera tenido media gota de sentido común y hubiera hecho entrar en razón a sus miembros, de la categoría que fueran para preservar su salud. Y estoy de acuerdo con Josef: el tabaco es un hábito que se ha usado y se usa como tranquilizante (¿se acuerda alguien del padre novel fumando un cartón de Ducados en la puerta del paritorio?). No es nada de extrañar que ese hábito ayude a sobrellevar la entregada y reglamentada vida del numerario. Es algo mucho más importante que la idiotez de que los frailes no fuman y hay que diferenciarse.

Claro, luego viene la adicción: el tabaco (y ahora hablo como médico) es una de las adicciones más duras de quitar, no sólo por la nicotina, sino por todos los factores psicológicos y sociales asociados a él. Probablemente para un agobiado numerario, el tabaco sea de las propias salidas que le queden. Vamos, que también para esto hay plano inclinado

En fin, ojalá ese hábito nefasto pase a ser expulsado de la vida social y se extinga como el humo. 

Que Dios os guarde

Ramón









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