La apatía en los centros del Opus Dei.- Yo
Fecha Friday, 08 April 2016
Tema 900. Sin clasificar


Queridos lectores: me place, si no os aburro, das un pasito más en los niveles de conciencia de las personas y, dentro de ellas, a los miembros de la obra. Esta pequeña aportación va dirigida tanto a varones como a mujeres, pues, dejando aparte la caracterología de género, las respuestas emocionales actúan por igual en unas y otras.

El pasado miércoles os hablé de los dos niveles más bajos en la escala de la gestión de las emociones: la vergüenza y la culpa.

Antes de afrontar el nivel superior, dos consideraciones...



1.- Toda persona, cuando se enfrenta a sus emociones y/o a sus pensamientos o sentimientos, puede responder de formas bastante claras, como serían:

a) si la emoción es negativa  - y en los niveles que estamos tratando, vergüenza y culpa  lo es – tiene la suficiente presión como para suprimir la casi totalidad del contenido y así pues este primer tipo de respuesta la llamaremos SUPRESIÓN, que a su vez puede ser total o parcial dependiendo del grado de expresión que l el individuo exteriorice.

Un estado de equilibrio deseable en esta situación se daría cuando la EXPRESIÓN y la SUPRESIÓN se “digieren” la una a la otra de forma recíproca y no suele haber consecuencias externas

Si se da la expresión en forma total suele acontecer que hay un deterioro en las relaciones de este individuo con aquellas personas con las que convive.

b) Otra posible respuesta es la FUGA o ESCAPISMO, es decir, acudir a sucedáneos tolerados socialmente, tales como la diversión (cosa que en la obra es difícil y solamente puede darse de forma parcial con algunos chistes admitidos o canciones que exaltan el espíritu interno) el consumo de substancias adictivas tales como exceso de alcohol, tabaco… Sea como fuere, se trata de llegar a ser inconsciente respecto de la emoción. Este mecanismo es totalmente erróneo, ineficaz y estresante. Es un mecanismo que para y bloquea el crecimiento espiritual. La fuga es la causante de la incapacidad para querer o amar.

2.- Se han utilizado las cifras de 20, 30, etc., no como una escala lineal decimal, sino como una escala logarítmica, de forma que, querido lector, los niveles que abordaré en cada entrega serán niveles crecientes logarítmicamente, 20, 30, 50, 75, 100, 125, etc.

Hoy me propongo comentaros el siguiente nivel creciente que está por encima de la vergüenza y de la culpa. Se trata de la apatía. Valor 50

Las personas que se encuentran en este nivel, aun teniendo algo más de energía positiva, siguen muy por debajo del nivel de confort o de coraje y por esta razón domina todavía en ellas un conjunto de procesos que hacen difícil la convivencia. Son personas que acumulan estrés como efecto  de estar reprimiendo o suprimiendo sus sentimientos, pensamientos y emociones  y por ello se tornan muy vulnerables a los elementos externos a ellos. Esto les produce irritabilidad. Son personas con una gran capacidad y hábito de condenar (condenadoras). Sufren un elevado grado de desesperación. Renuncia a cualquier mejora por miedo a contraer con ello un mayor estrés, con lo que  aumentaría su grado de fuga, expresión o supresión …

Estos procesos, trasladados a la convivencia en los centros pueden llevar a un grado tal de reactividad que desencadenen estados de ira. Son personas inseguras, con un elevado grado de posesión y celos. Por ello son hasta capaces de reprimir los más nobles sentimientos, tales como el amor. Tienen miedo a perder;  perder su EGO, perder la paz, perder el crecimiento personal, perder  la monotonía de su vida, perder su enquistada vida espiritual, perder las amistades externas que seguro observarían en él/ella los cambios, perder la “tranquilidad” de la constancia por la que presuntamente han luchado. Este miedo a perder les hace, como hemos dicho, posesivos en demasía, inseguros de lo que han de hacer o decir. Si la presión de los sentimientos reprimidos o suprimidos es mayor que el nivel de tolerancia del individuo o del grupo, se crea un estado externo por el que la persona cae en el nivel inferior, la culpay al sentirse culpable, busca en el mundo exterior los responsables de esta culpa: “esta vida es un desastre”, “el mundo no tiene valores y no sabe adónde va”,  “esta sociedad camina hacia un abismo y sólo nosotros con nuestra lucha nos mantendremos firmes en los valores que el grupo atesora”, “estos políticos son indignantes”, “este país no tiene remedio y esto es muy triste”, “… antes no era así…”

La persona que está en el nivel 50 de la apatía, está triste, desesperada, se hace el “muerto” para los demás, se considera un peso para los demás, está inmovilizado, “… yo no puedo…”, “todo esto me supera”, “si no quiero sufrir más vale que no haga nada”, “total, a quien le importa lo que yo haga o sienta”. Es una persona que lucha para que los demás no adviertan sus cambios emocionales. Una persona “pobre”, que vive instalada en su “pobreza”. A menudo se cuestiona: ¿Qué hago yo con mis miserias? Pues considera que estos atisbos de movilidad hacia un crecimiento personal y espiritual son sus miserias. “La vida es patética”. Se vuelven personas carentes de recursos e incapaces de aprovechar esta mínima energía positiva que existe en este nivel. La apatía puede redundar la muerte por suicidio pasivo. Sin la esperanza estas personas apáticas tienen la mirada fija y fría, vacía. Acumulan casi toda la inexpresividad de que son capaces, un poco para no ser descubiertos y también como consecuencia de su bajo nivel de energía.  Llega un momento en que  su inexpresividad es tal que por no mover los labios pueden permanecer sin consumir los alimentos que se le presentan.  Es el nivel de los “sin hogar”, de los parias de la sociedad, fatalidad de muchas personas mayores y de otros que terminan aislados por poseer enfermedades crónicas o progresivas. Son dependientes, “pesadas” y una carga para aquellos que los rodean. Emanan energía negativa y pueden ser considerados “tóxicos” aunque no tengan abundancia de ataques de ira. Socialmente son considerados como consumidores de recursos. Sería comparable al estado en como muchos nativos caminan por las calles de grandes urbes tales como Calcuta, en donde solamente la Madre Teresa tenía el coraje de poner los pies y además de hacer sentir esperanza a las personas desesperanzadas. Muy pocos tienen el valor de mirar cara a cara a la apatía.

Toda coincidencia con la obra es pura casualidad.

Os quiere

Yo







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