Querido Oráculo:

Quedo muy agradecido e impresionado por el trabajo que publicaste el lunes sobre los doctorados de José María Escrivá.

Me ha traído a la memoria mi primer curso anual, aquel en el que una pandilla de jovenzuelos inconscientes comenzaron a ser adoctrinados según las consignas del lado oscuro. Y recuerdo conversar con uno de los directores y preguntarle cómo el padre (todavía vivía) podía haber hecho tantas cosas y además tener dos doctorados. Más que una pregunta era una expresión de admiración total.

La respuesta, como cualquiera se puede imaginar, iba en la dirección de santificar el trabajo, vivir heroicamente la entrega, aprovechar mucho el tiempo y toda aquella monserga que es mejor olvidar.

Ahora vienes tú y nos descubres con datos en la mano las chapuzas que hizo el “genio precursor” de la santificación del trabajo ordinario, de la perfección en los detalles, de hacerlo todo con presencia de Dios, de ofrecer a Dios un trabajo perfecto, la ofrenda de Abel… Nunca termino de asombrarme del nivel de hipocresía del lado oscuro. Y luego mienten sin el menor pudor. Esto de creer que uno hace la voluntad de Dios es genial. Te da una especie de patente de corso para santificarte haciendo cosas que para todos los demás son pecado. Es genial.

Lo que puede ser más complicado es encontrar la respuesta correcta cuando El de Arriba te pregunte por esas menudencias, y te recuerde el mandamiento de no tomar el nombre de Dios en vano. Me encantaría saber las explicaciones que ha dado en el juicio particular a propósito de sus doctorados.

Lo de la Venus también es muy interesante. Ya hace tiempo que conté lo de aquel cura que se llevó de mi centro a uno de mujeres una imagen de la Virgen porque era demasiado guapa. A lo mejor si hubiera sido una Venus nos la hubiera dejado.

Un grandísimo abrazo y a ser felices.

Dionisio, desde el Areópago.